EL BESTIARIO

El dramaturgo García Aguilera líder de la nueva ‘Alianza del Eje’ anticomunista exigía la intervención armada extranjera contra Cuba el pasado 15-N, se refugia en España, nos evoca a Virgil Starkwell, el protagonista de ‘Toma el dinero y corre’ de Woody Allen…

SANTIAGO JACINTO SANTAMARÍA GURTUBAY

Tras su llegada a Madrid, la capital de España, el dramaturgo opositor cubano Yunior García Aguilera publicó un mensaje en su cuenta de Facebook indicando que estaban “vivos, sanos y con las ideas intactas” y dijo que llevaban varios días sin comunicación por lo que necesitaba actualizarse sobre la situación de otros miembros de Archipiélago. “Muy pronto contaremos la odisea”, agregó. Lo que sigue sin aclarar es si se llevó el dinero de su ‘guerra’ contra La Habana y si está por una intervención armada externa como estaba anunciada el pasado 15 de noviembre. Lo último que acaba de decir es que Cuba no es un país socialista. Todas estas barrabasadas, desapariciones, silencios hartamente sospechosos han provocado cansancio e impaciencia en el seno de la denominada ‘oposición anticastrista de Miami’. “Hay gente que habla de Cuba como un país socialista. Para mí es un capitalismo monopolista, de estado muy primitivo y muy ineficiente que ha intentado crear un producto que se llama revolución y tratar de venderlo en el mundo entero”, dijo García Aguilera a Camilo Egaña de CNN.

“El año que viene vamos a cumplir 70 años sin democracia si contamos desde el golpe de Estado de (Fulgencio) Batista, ya yo creo que es suficiente. Nunca más una dictadura por otra. Nunca más discriminar a un cubano porque piensa diferente”, dijo García Aguilera en entrevista con CNN. El dramaturgo cubano dijo que se quiere construir un país donde la gente se respete y tenga la posibilidad, libertad y espacio de expresar sus opiniones sin discriminación. No es lo que expresan otros líderes de opinión quienes publican listas donde exigen a las autoridades migratorias de Florida que anulen visados temporales, ciudadanías, visitas temporales por no estar de acuerdo con las tesis injerencistas. García Aguilera fue uno de los principales promotores de las marchas convocadas el 15 de noviembre en La Habana y otras ciudades de la isla, movimiento civil que no pudo concretarse debido a que las autoridades de la isla desplegaron un operativo policial para impedirlo. El domingo, partidarios del gobierno cubano bloquearon el apartamento del activista en La Habana, antes de la marcha de protesta de la oposición programada para el lunes. En una transmisión en vivo en Facebook desde su apartamento el domingo por la mañana, Yunior García Aguilera dijo que “no se le permitía” salir de su apartamento. “Me desperté asediado. Todo el bloque está rodeado por la Seguridad del Estado vestidos de civiles que intentan hacerse pasar por el pueblo”, dijo Yunior García Aguilera. El portavoz de la organización Archipiélago, Magdiel Jorge Castro, dijo a CNN que la última vez que habían hablado con García Aguilera fue el domingo 14 de noviembre a las 6:00 p.m. (hora de Miami) y desde entonces no habían tenido comunicación con él.

En 1968, a punto de cumplir los 33 años, Woody Allen se convierte por fin en director de cine con ‘Toma el dinero y corre’ (1969), un viejo proyecto que había escrito en solo tres semanas con su amigo de la infancia, Mickey Rose, quien primero trabajó para televisión y luego colaboró en los primeros guiones de Allen. La trayectoria relámpago del joven cómico de Brooklyn acaba de despegar. No solo dirige en solitario por primera vez, sino que escribe el guión y protagoniza la película. Pero antes de acabar dirigiendo la que sería su ópera prima, Woody Allen, quizás por su falta de confianza y experiencia le pidió a Jerry Lewis que la dirigiera, pero Lewis declinó la oferta. El dramaturgo cubano Yunior García Aguilera, uno de los principales promotores de las marchas contra el Gobierno de Cuba convocadas para este lunes 15 de noviembre, arribó a España horas después de que los miembros de la plataforma Archipiélago que lidera lo reportaran como desaparecido. Su caso me evoca a la de Virgil Starkwell narrada por Woody Allen. Describe al ‘medio temba’, quien ha traspasado ya su juventud, pero no en Miami o Nueva York, sino en La Habana o Santiago.

El productor Charlie Feldman (que muere el mismo año del rodaje) pasó mucho tiempo intentando que la United Artist apostara por aquel guión disparatado. Pero son Jack Rollins y Charles Joffe, los agentes de Woody Allen convertidos en productores, quienes reúnen la financiación necesaria para este falso documental en clave humorística sobre Virgil Starkwell, interpretado por el mismo Woody, que da vida a un incorregible, torpe y neurótico criminal, experto en atracos y evasiones espectaculares. “Empecé mi carrera representando un motín en el patio de una cárcel”, recalcaba Woody Allen. Para llevar a cabo su primera película fue fundamental la productora Palomar Pictures, que se arriesgaron con un director novel como Woody Allen. Le dieron carta blanca para hacer lo que quisiera, además de una importante suma de dinero que ascendía a un millón de dólares y un control artístico total, sentando el precedente de cómo trabaja hasta hoy el cineasta neoyorkino. Sin embargo, a pesar de su control creativo, no le permitieron rodar este mockumentary en blanco y negro, según Allen le hubiera dado “un aire más documental”.

El equipo de ‘Toma el dinero y corre’ se trasladó a filmar a San Francisco durante el verano de 1968, ciudad a la que regresaría en 2012 para el rodaje de ‘Blue Jasmine’. Todo salió bien y terminó el filme antes de tiempo y con menos presupuesto del inicial. Como anécdota, a 100 prisioneros de San Quintín les pagaron una pequeña cantidad de dinero para trabajar en la película durante las secuencias de la prisión. Eso sí, los funcionarios de la cárcel tuvieron que marcar al equipo de rodaje con luz ultravioleta para saber distinguirles de los presos. De regreso a Nueva York, fue el mismo Woody Allen quien se encargó de montar la película, pero a los ejecutivos de la productora no les gustó el resultado final cuando la vieron en una proyección previa. Descontentos con su primer montaje, le piden a Allen que solicite la ayuda del veterano Ralph Rosenblum, experto en salvar unas cuantas películas con una nueva edición. Recompone su estructura y en palabras de Allen, “convirtió mi película fallida en un éxito”. Desde su primer largometraje, Woody Allen asocia generalmente la infancia de sus alter ego a un ambiente impregnado de tristeza. Es conocida que la relación de Allen con sus padres no era de las mejores. En ‘Toma el dinero y corre’, los padres del héroe aparecen ataviados de forma ridícula, con máscaras de Groucho Marx, ya que según nos cuenta el narrador, se “avergüenzan de los antecedentes penales de su hijo”.

Al comienzo del filme se proporcionan detalles del personaje (Virgil Starkwell), aclarando que nació el 1 de diciembre de 1935, la misma fecha en la que nació Woody Allen. Otros detalles como el nombre de la pareja de Virgil, la afición de éste por la música o la intervención del psicoanalista enlazan con el verdadero Allan Stewart Konigsberg. La película utiliza sabiamente el sentido del gag de Woody e impone una irrefrenable torpeza al personaje, obsesionado por el dinero y las mujeres. Recurre a menudo a la parodia o la cita discreta: así, toda la relación de Virgil con Louise, interpretada por Janet Margolin, guarda una relación directa con las películas de Charles Chaplin: una variación de la pareja del vagabundo y la bella dama, pura y generosa. En cuanto al resto, el filme es deudor, como manifiestan las máscaras de los padres de Virgil, de los hermanos Marx y de su humor absurdo atropellado. Lo más sorprendente es la audacia visual de Allen, que recurre a imágenes de archivo y las mezcla con las secuencias de ficción, intercaladas con entrevistas y testimonios de la vida de Starkwell. En el fondo, su primera película anuncia, por su forma de falso documental, una de las grandes películas de su filmografía: ‘Zelig’ (1983). “Tened en cuenta que yo jamás había hecho una película hasta ese momento; no sabía nada de cámaras, lentes, iluminación o dirección actoral. No había estudiado interpretación”, se justifica Woody Allen.

Woody Allen quería que el papel interpretado por Janet Margolin fuera para su esposa, Louise Lasser, de la que se separaría en 1970. Finalmente aparece en una breve escena al final de la película. Cabe destacar también que Allen inicialmente filmó un final deprimente en el que moría de un tiro, pero el montador, Ralph Rosenblum, lo cambió por el final que podemos ver en la película. Se trataba de un final alternativo que era una parodia de las escenas finales de ‘Bonnie & Clyde‘ (1967). Desgraciadamente no se conservan imágenes grabadas, probablemente porque el propio Woody no estuviera muy orgulloso de ellas. La película se estrenó el 18 de agosto de 1969 en una pequeña sala de la Tercera Avenida de Nueva York que se llamaba 68th Street Playhouse. Allen en su libro de memorias ‘A propósito de nada’ dice que “el cine tenía un árbol delante cuyas ramas tapaban parte de la pantalla. Mi padre se ofreció a venir con unos amigos en mitad de la noche y tirar el árbol abajo. Rechacé la propuesta”. Para su estreno en España hubo que esperar tres años más. A principios de la primavera de 1970, la ópera prima de Woody Allen había recaudado la buena cantidad de 2.453.351 dólares, triplicando casi su presupuesto.

Si la literatura no puede comunicarse con personas de diferentes culturas, no cumple su función, aseguró el escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955) durante la presentación de su más reciente novela, ‘Como polvo en el viento’, en el contexto de la Feria Internacional del Libro del Zócalo, que se realiza de manera virtual. Publicado por Tusquets, el relato aborda el exilio, el desarraigo y la pertenencia, pero sin la intención de dar lecciones acerca de esos aspectos que han sido una obsesión en las novelas de Padura, quien señaló que siempre intenta seguir un consejo del filósofo y escritor Miguel de Unamuno: tratar de hallar lo universal en las entrañas de lo local. Por eso, en sus obras, ya sean policiacas o históricas, siempre está la mirada social de un escritor que observa su realidad y trata de escribirla de la mejor manera que puede, consideró. Padura narró que en Cuba, la pandemia ha sido una desgracia sanitaria que tiene afectaciones de carácter sicológico, sobre todo porque la pandemia nos mostró hasta qué punto los seres humanos somos cobardes y hasta qué punto el miedo nos vence. Quienes antes de la emergencia exigían desaforadamente al gobierno que se abrieran los viajes internacionales, comenzaron a pedir cerrar fronteras. El miedo nos obliga a veces a renunciar a las cosas por las que más hemos luchado.

También existe el eterno problema económico, continuó el escritor, quien consideró que, a pesar de todo, “se ha trabajado bien, porque se entregaron las grandes decisiones sanitarias a las autoridades médicas y a los epidemiólogos, cuando las cosas siempre las han administrado desde la política, lo cual ha hecho que la economía sea disfuncional”. “Además, hemos afrontado los efectos de una política mucho más agresiva de parte del gobierno de Estados Unidos. Si con Barack Obama hubo una cierta apertura, desde 2017, con Donald Trump ha habido un retroceso y una cantidad de cierres que han llegado a extremos notables. Es una pelea constante, un cruce de ofensas, y lo más lamentable, de disputas entre los cubanos”. “Lo digo en esta novela: el destino de Cuba necesariamente debe pasar por una conciliación entre todos nosotros. Cuba es un país que nace en 1902 como Estado independiente, pero nace frustrado porque hay una intervención estadounidense. Sin embargo, tenemos el pensamiento esencial del fundador de la patria, José Martí, quien dijo que este es un país de todos y para el bien de todos”. “No se puede concebir que los cubanos vivamos enfrentados ni que la política sea el rasero que nos separe. Todo lo que se pueda hacer por obtener esa conciliación es necesario porque la patria no es de nadie, es de todos los cubanos, estén donde estén y aunque hayamos sido arrastrados como polvo en el viento”.

En esta novela, precisó Padura, intentó que las lecturas políticas quedaran detrás y que de primera instancia estuvieran los dramas sociales de los personajes, porque la política tiende a ser reduccionista, pone las cosas en blanco y negro, y los asuntos sociales, las circunstancias de los comportamientos humanos, son universales.

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