VERANSIA | La Covacha del Aj Men
6 Sep. 2020Claudio Obregón Clairin
Primero fue un rumor, luego parecía una broma de mal gusto, pero los noticieros de la noche lo confirmaron: en México, se diseminaba por el aire un letal virus, lo llamaron Veransia y quienes lo adquirían, al instante presentaban vómitos, desequilibrio mental, paranoias y luego morían.
La gente se alarmó cuando los noticieros de la tarde afirmaron que quien estaba infectado ¡podía contagiar a los demás con tan solo mirarlos! El gobierno decidió que por el tiempo que durara el periodo de contingencia, quedaba prohibido mirarse directamente a los ojos.
Las relaciones sociales nunca más fueron las mismas, la desconfianza a la mirada de los otros y la vigilancia policiaca, extinguió las pláticas incidentales, destruyó las relaciones familiares y propició una vida solitaria. México se quedó sin turistas, los periódicos del mundo decían que Veransia había nacido en los lixiviados del relleno sanitario de Cancún.
La información era ambigua y eso provocó que todos los mexicanos parecieran leprosos; en China, un grupo de turistas mexicanos fue secuestrado por las autoridades, los apretaron en un insalubre cuarto y les negaron la comunicación con el embajador mexicano; argumentaron que “nadie los podía ver”, horas más tarde, en un comunicado de prensa, el gobierno chino explicó que no estaban atentando contra los derechos humanos sino que era una medida de “legítima defensa”, ya que los mexicanos somos muy mirones.
Veransia se dispersó rápidamente por todo el planeta, la contingencia se volvió permanente y después de unos años, todos los pueblos se acostumbraron a vivir en crisis económica, deprimidos y sin mirarse, ya nadie hablaba del virus Veransia, es más, ninguno recordaba el motivo por el cual ya no les era permitido mirarse.
Los noticieros daban cuenta del nacimiento de extraños virus que se formaban de la unión de cepas de ácaros de lagartijas con proteínas de maíz transmolecular; parece ser, que en los ríos de Polonia, surgió el extraño virus Oirsolomivoz que se trasmitía cuando uno hablaba, afortunadamente, no era mortal aunque sí muy contagioso.
Quienes parecía que presentaban síntomas de Veransia o de Oirsolomivoz eran considerados sospechosos y por salud pública, se les transfería al desierto australiano donde convivían con otros contaminados de diferentes partes del mundo; era un territorio sin palabras, sin sonrisas, sin reflejos de miradas y aunque les decían que estaban en observación, nunca regresaron a sus países de origen.
Quizá por la lejanía o por miedo a contaminarse, sus familiares no los visitaron y poco a poco, esa gente se resignó a trabajar y solamente trabajar, en ocasiones se casaban entre sí pero no hacían fiestas y cuando procreaban hijos, no les era permitido educarlos y nunca más los veían porque podían contagiarlos de algún terrible virus. Esos niños no conocieron las caricias, la amistad, el asombro, la poesía ni los deseos, sus descendientes son los “sin palabras” que trabajan para el Gobierno Mundial…
Ya sé que suena muy raro lo que te estoy diciendo pero… te has preguntado ¿De dónde vienen esos seres que se parecen tanto a nosotros pero no hablan, envejecen rápidamente, nunca alzan la cabeza, se enferman con facilidad, no tienen acceso a la nutrición molecular, ni derecho a estar con sus hijos y solamente trabajan sin preguntar por qué o para quién?
–Ella miró fijamente un árbol de chicozapote, respiró profundo, reflexionó y después de un largo silencio le respondió: es probable que tengas razón.
…tomó la mano de su novia y con voz amorosa le dijo:
A pesar de que el Gobierno Mundial lo prohíbe, estoy seguro que podemos mirarnos a los ojos mientras nos besamos.
Facebook: Claudio Obregón Clairin / Investigador, Guía y Promotor Cultural