ROBERTO HERNÁNDEZ GUERRA

Cuando no existen argumentos sólidos para criticar la actuación de un gobernante, cualquier cosa puede ser usada para tal fin y en ocasiones se llega al absurdo. Juzgar a un gobernante por los resultados funestos de una epidemia es un buen ejemplo de lo anterior.

Pero no estamos hablando únicamente de lo que pasa ahora con la pandemia del Coronavirus y de las opiniones de los “epidemiólogos amateurs” que han surgido como “hongos brotados bajo la lluvia” y que sin ampararse en un método científico, comparan estadísticas, recomiendan terapias e insisten en la realización de pruebas masivas de contagio sin justificar su utilidad.

Ahora vamos a sumergirnos en la historia y recordar las críticas que recibió un militar yucateco que luchó al lado del Presidente Juárez en defensa de la República, durante los aciagos días de la invasión del ejército francés y el efímero Imperio de Maximiliano. Se trata de Manuel Cepeda Peraza (1828-1868) quien participó en muchos hechos de armas, militando en el bando “liberal” en contra de los “conservadores” de aquella época.

Como dato curioso, es de mencionar que Cepeda Peraza participó en el año de 1855 en la batalla de Saltillo, teniendo como subalterno al entonces Capitán Ignacio Zaragoza, quien en fechas posteriores y ya como General, emitió aquel “parte de guerra” donde señalaba que las armas nacionales se habían cubierto de gloria como resultado de la batalla del 5 de Mayo en Puebla.

Pero volvamos a nuestro valeroso militar peninsular, que después de múltiples combates, con triunfos, derrotas y consecuentes exilios, logró un triunfo definitivo sobre las fuerzas imperialistas en la ciudad de Mérida, el 15 de junio de 1867. Poco tiempo después y como consecuencia del restablecimiento de la República, fue nombrado, ya con el grado de General, Comandante Militar y Gobernador del Estado de Yucatán.

Cepeda Peraza, durante su corta gestión como gobernante, pues murió a causa de una enfermedad a poco menos de dos años de asumir su encargo, dejó profunda huella, pues entre otras obras fundó el Instituto Literario, antecedente de la Universidad de Yucatán, la Biblioteca Central del Estado y el Museo de Arqueología. Pero desde luego que cosechó muchas enemistades entre aquella gente que añoraba la pompa de la corte imperial; para medir el grado de fanatismo, baste recordar que cuando la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano, hizo su entrada triunfal a la ciudad de Mérida en el año de 1865, los jóvenes de la alta sociedad, los “fifís” de entonces, arrastraron la carroza en que venía la que ellos llamaban “la madre augusta de los mexicanos”, sustituyendo a los caballos que la tiraban desde el Puerto de Sisal.

Y aquí viene nuestra historia que se enlaza con el presente: No teniendo sus enemigos “conservadores” como juzgar en forma negativa su actuación al frente del estado, se basaron en panfletos calumniosos. Uno de ellos del que quedó constancia, es un verso que terminaba así: “dirá la posteridad/ lo que a Cepeda debió/ Mérida sí que lo vio/ el Cólera y sus horrores/ y el semillero de errores/ del Instituto que abrió. Como podrán suponer, era alusión a una de tantas epidemias, la del “cólera morbus” que había asolado esas tierras por esos tiempos y de la que querían culparlo.

La falta de imaginación provoca la repetición de absurdos. Agotado el tema del Aeropuerto de Texcoco, del Tren Maya y de la Refinería de Dos Bocas, que otra cosa se le puede ocurrir a los opositores a la 4T: faltaba más, ya que no pueden acusar al Presidente de haber traído el contagio del virus letal, pues él no viajó a Bérgamo, Italia de donde vino el primer caso confirmado, lo acusan de mal manejo de la política de salud. Ni hablar, de algo tenían que culparlo.