En teoría el desarrollo de los pueblos mejora con el tiempo, cada gobierno sostiene el avance de lo alcanzado por el anterior y mejora lo que por ley le es obligado y está comprometido a avanzar, ya sea por el voto ciudadano, por lo que ofreció en campaña o por lo que ofrece en su programa de gobierno. En materia de desarrollo urbano, servicios públicos, infraestructura y obra social, Cancún debería por su éxito turístico ser una ciudad embellecida, reluciente, limpia, llena de flores y ornato, de fuentes, de monumentos y orgullosa de su infraestructura de servicios públicos, de su transporte, de su cobertura universal de internet “libre” en parques y jardines…

Somos una ciudad que se puede considerar, en teoría, “próspera”. Pero también somos una ciudad monstruosa llena de basura, de baches, de hacinamiento, de inseguridad, de violencia, ocupada por el narco, con una “megalópolis” (zona continental entre Isla Mujeres y Cancún) sin servicios, sin drenaje, sin alumbrado público, sin “aquella” esperanza.

Somos una ciudad que hemos permitido “dejar caer” en manos de cada vez peores gobiernos.

Desde Alfonso Alarcón Morali, el primer presidente municipal, esta ciudad debió cuidarse por seguridad nacional y no fue así; pasó el tiempo, pasaron don Felipe Amaro, Pepe Irabién, Joaquín González Castro, José González Zapata, y así sucesivamente, y la ciudad comenzó a amontonarse, a abandonarse, las invasiones fueron legalizadas todas, los gobiernos siguieron permitiendo que su crecimiento rebasase toda capacidad de orden y entonces comenzamos a envejecer prematuramente, con las consecuencias que hoy vivimos cotidianamente, en medio de la corrupción, la anarquía, la violencia contra el medio ambiente, las calles rotas, la basura rebosante, los peores gobiernos y para colmo el regreso del PRI vestido de puta decadente setentera: el partido Morena.

Así que Cancún, en lugar de que con cada gobierno todo mejore cada vez, empeora. Todo está a la vista, bajo el escrutinio del mal acostumbrado pueblo bueno y sabio.

Alguien tiene que poner un alto. En todos los países del mundo las cosas mejoran conforme pasa el tiempo y los gobiernos hacen su parte, pero aquí en Cancún sólo “toman su parte” y nadie hace nada, ofrecen el cambio pero para quedar igual o peor.

Como diría doña Esa: ” Siempre nos prometen lo mismo en campaña, todos y todas prometen que las cosas van a mejorar y a cambiar, hasta lo juran por Dios y por su mamá, pero siempre sale más caro el caldo que las albóndigas, por eso ahora yo compro en Telebodega, lo más barato de Cancún. Kaamu kis jaachu tah”. Se acabó el papel.