Los primeros rumores sobre su muerte datan de 1993; finalmente, esta vez sí ha muerto; después de todo, como decía el legendario espía que encarnó en la pantalla grande, “Sólo se vive dos veces”.

AGENCIAS

LONDRES.- El más célebre servidor de Su Majestad en el papel de James Bond, el actor escocés Sean Connery, fallecido el pasado sábado a la edad de 90 años, deja como legado una carrera de más de medio siglo y su compromiso con la independencia de Escocia.

Nacido el 25 de agosto de 1930 en Edimburgo, Thomas Sean Connery se convirtió, casi por azar, en un gigante del cine y en uno de los hombres más deseados.

Pero antes de beber sus vodkas-martinis en los bares más sofisticados, de conducir un Aston Martin por las más bellas y peligrosas carreteras de montaña, y de seducir a las mujeres más hermosas en su papel de 007, Sean Connery trató simplemente de dejar de ser pobre.

“Nacido en la terrible pobreza de los barrios de Edimburgo, su sueño principal y único fue escapar. Es la pobreza la que puso a Sean Connery en marcha. La que impulsó su ascenso, en primer lugar hacia la independencia financiera, y luego hacia la creación”, explicó Michael Feeney Callan, uno de sus biógrafos.

Sean Connery dejó la escuela para enrolarse en la Marina a los 16 años. En los muelles de Portsmouth perfeccionó sus aficiones favoritas: fútbol, boxeo y mujeres.

De vuelta a la vida civil tras tres años por culpa de una úlcera, fue profesor de natación, pulidor de ataúdes, repartidor de carbón, albañil, conductor y guardaespaldas. Se dedicó incluso al culturismo y se inscribió en el concurso de Mister Universo en Londres, en 1950, en el que quedó tercero.

Su físico imponente será su pasaporte a la gloria. A los 27 años comienza su carrera de actor cuando, tras ser visto en un telefilm para la BBC, firma un contrato con la 20th Century Fox.

Rápidamente encadena los rodajes cuando le contactan para participar en la adaptación de una novela de espías. Se niega a someterse a una prueba para el papel, argumentando: “me toman como soy o me dejan”. La insolencia gustó y, por 6,000 libras, se convierte en el agente secreto James Bond 007.

En 1962 aparecen sus aventuras contra el Doctor No. Siete veces encarnó al agente.

Convertido en una estrella internacional, rodó con los más grandes de Hollywood. En 1989, cuando tenía 59 años, la revista People lo distinguió como “el hombre vivo más sexy” y, diez años después, como el más atractivo del siglo XX.

Pasó a interpretar con frecuencia el papel de padre espiritual, como en “Highlander” (1985), “El nombre de la rosa” (1986) o “Indiana Jones y la última cruzada” (1989). Por “Los intocables de Elliot Ness” (1987) recibió el Óscar al mejor actor secundario y el título de “peor acento de todos los tiempos en el cine”.

En los últimos años limitó mucho sus apariciones públicas, viviendo sobre todo en Nueva York con su segunda esposa, la francesa Micheline Roquebrune, a la que conoció jugando al golf y con la que se casó en 1975.