Por: Lizette Aguirre Morlet

 

Creo que todo este tema de la pandemia nos ha dado en qué pensar a todos, sobre todo, probablemente pensar en qué es lo verdaderamente indispensable para nosotros, qué es lo indispensable para poder vivir y en qué se puede o se debe apoyar realmente nuestra ingente fragilidad para sobrevivir.

La situación nos da para imaginarnos en uno de los escenarios posibles, el peor, y no por pesimistas, sino por evolucionistas, que media humanidad sucumbe. Imaginemos que, como en una película apocalíptica, los seres humanos, dueños y reyes de este planeta, de pronto dejan de serlo, dejan de tener el control y tienen que resurgir de entre sus propias cenizas y re iniciar una sociedad carcomida por la economía colapsada, por la salud deteriorada y por los sistemas y las instituciones fallidas.

Todo lo que conocían y hacían de pronto se convierte en nada, en cosas y actos que no son básicos ni necesarios para su sobrevivencia y resurgimiento. Entonces tienen que detenerse y pensar con calma para descubrir cuáles son las cosas que sí son básicas. ¿Qué debemos hacer, qué es lo que realmente necesitamos para re iniciar la vida, la sociedad, la industria, pero sobre todo, nuestra inteligencia para no volver a pasar por las mismas lecciones?

Cuando empezó todo esto, lo primero que fuimos a comprar además de jabón y papel…, fue comida y agua. Aprendimos a evolucionar cocinando los alimentos, viviendo en casas que requieren luz, agua potable, gas, ventilación, muebles, mantenimiento, etc., así que en situaciones como ésta, donde nos dicen que lo primordial para la supervivencia de la humanidad es que nos resguardemos en casa con lo necesario, ese bunker de cada uno de nosotros debía tener lo indispensable, esto se convirtió en lo básico, comida, agua y los servicios de la casa. Pero como todo es una cadena, veremos con esta crisis humanitaria en todos los sentidos, la importante conexión que hay entre cada miembro de este planeta y la sana relación que debemos tener, pues estamos en un sistema en el que todos damos y recibimos a cambio de una paga. Es una simbiosis que nos mantiene sosteniendo nuestro propio ecosistema de humanos, queramos o no.

Hace poco leía un artículo de unos científicos que durante varias décadas estuvieron investigando qué pasaba cuando se sacaba a la especie depredadora de un ecosistema. En sus hipótesis, ellos proponían que estas especies depredadoras no eran más que eso, depredadores. Pero conforme avanzaron en sus investigaciones, se dieron cuenta que todo ecosistema tiene lo que ellos llamaron ‘especies clave’ y que, aun siendo los depredadores en algunos casos, mantenían el equilibrio en el sistema. Hicieron varios experimentos y en todos sucedía lo mismo, al sacar a la especie clave, se rompía el equilibrio del ecosistema y muchas de las otras especies que vivían en él, también morían.

Por ejemplo, comprobaron que los árboles necesitan a los lobos. A falta de depredadores como los lobos, en algunos bosques los venados se multiplican sin control hasta convertirse en una plaga comiéndose lo que debe estar vivo entre las ultimas ramas de los árboles y el suelo, provocando con ello un bosque en desaparición, pues no hay árboles nuevos ya que se los han comido los venados y cuando los árboles que hay mueran, el bosque desaparecerá. El ‘depredador’ era la especie clave de estos bosques.

Ejemplos como este encontraron muchos, pero lo bueno de todo esto es que en su investigación encontraron también la gran capacidad de resiliencia que tiene el mundo, pues a pesar de que muchas veces se rompe el equilibrio, en la mayoría de los casos, los sistemas se nivelan por sí solos y se reparan a sí mismos.

En el Serengueti por ejemplo, comprobaron que la alta población de ñus que se logró recuperar luego de la peste bovina no estaba dañando ni se iba a convertir en plaga ni a destruir los hábitats; al contrario, el ecosistema logró equilibrarse sin la intervención del humano, como muchos proponían sacrificando ñus, pues todo comenzó a reconectarse y a repararse por sí solo, pues durante muchos años el Serengueti estuvo en degradación por la baja de la población de los ñus por la peste bovina, pero al reaparecer éstos, restablecieron el equilibrio. “Los ñus producían estiércol, lo que fertilizaba los pastos que se volvieron altamente nutritivos y al comérselo había menos combustible y por lo tanto menos incendios. Eso permitió que aumentaran las poblaciones de árboles dando hogar a muchas especies de pájaros y alimentando a su vez a más elefantes y jirafas. Y eso atrajo a más depredadores porque también había más comida para ellos.”

Con este claro ejemplo vemos cómo todo está unido y que hay conexiones profundas y ocultas en el tiempo y el espacio que la naturaleza guarda entre ella, para salvarse a sí misma. En el caso de los lobos, el hombre si tuvo que intervenir para recuperar el equilibrio en los bosques, pues fue él quien los había sacado de su hábitat.

Así como afecta a las demás especies de un ecosistema el impacto de mover a la especie clave de su entorno, así sucede entre las mismas sociedades, ciudades y formas de vida de los seres humanos. Lo que pasó en una ciudad de China afectó al mundo entero. Nos movieron nuestras certezas, nuestra cotidianeidad, lo que dábamos por sentado, la depredación que podíamos hacer sin consecuencia aparente, etc. Entendimos que nuestro ecosistema abarca el mundo entero y que tenemos tanta relación con un chino, como con nuestro vecino o hermano. En la salud, en la economía, en el medio ambiente, en todo. Y si no somos una especie clave en este planeta, sí somos una muy importante y aún en evolución, dependiente por ello de nuestro entorno.

Tal vez la naturaleza no nos necesita y en muchos casos hemos venido a romper ecosistemas, pero queda claro que somos una especie más en este planeta que nos ha dado casa también y tendríamos que aprender, por nuestro bien, con estas experiencias, que lo que hagamos definitivamente podría restablecer el equilibrio o seguirlo rompiendo.

Ya vimos que el medio ambiente tiene conexiones ocultas, profundas y longevas entre muchas especies, y que nosotros somos el controlador clave en muchos sistemas, pero ahora y más que nunca nos hemos dado cuenta, esperemos, que lo que real y básicamente necesitamos para sobrevivir es, oxigeno, agua y comida, y esto, lo da la naturaleza.

Todos corrimos al súper a hacer una despensa sustancial para sobrevivir a la cuarentena, pero resulta que el súper no da la comida, la da la naturaleza. Si la economía colapsa, los supermercados no podrán completar su cadena de abastecimiento para darnos el servicio pues los productores tampoco lograrían completar su cadena de producción. ¿Quién si logra completar su cadena y restablecer su equilibrio sola? La naturaleza. El principal rubro que necesitaría inyección económica en este escenario apocalíptico, sería la agricultura, pues hoy en día, en la cotidianeidad, en escenarios no pesimistas ni alarmantes…, actuales y reales, hay 821 millones de personas que padecen hambre en el mundo. ¿La humanidad está degradada no creen? Ha degradado su propio ecosistema, ha degradado su propia conciencia.

Muchos ‘reinician’ cada día, y desde hace muchos años y sin pandemias, en un entorno que los va sacando poco a poco de su hábitat. Hoy, esta pandemia nos está queriendo sacar a todos los que cómoda y diariamente vamos al súper por la comida, mientras que a otros, de nuestra misma especie, los ha ido sacando la indiferencia de sus iguales, que no ha entendido que la realidad ‘contingente’ que ellos han estado viviendo podría ser la de todos. ¿Qué podemos hacer desde nuestro cotidiano por ellos? Lo mismo que hizo el que inició esta pandemia, que desde la lejanía nos tocó a todos, pertenecer.

Con esta gran lección nos ha demostrado el planeta lo conectados que estamos, pues parece que no lo habíamos entendido hasta que vimos videos de cómo se propaga un virus. Ahora veamos en nuestro imaginario, cómo la humanidad de verdad podría sucumbir si el desabasto de agua nos alcanza y si la agricultura sostenible no se vuelve tema principal en la agenda pública de cada país para lograr la seguridad alimentaria de todos, o si las economías no empiezan a ser economías circulares, o si nosotros como especie no entendemos que debemos tener una alimentación sana y balanceada y baja en consumo de carne, no para salvarnos de un virus, sino para evitar la degradación de nuestras ciudades, pueblos y recursos naturales, dadores de vida.

Todo esto nos ha enseñado a ser más limpios, más cuidadosos, más sanos, pues que nos enseñe también lo profundo que tengamos que aprender para salvar nuestra vida, a nuestras familias y nuestra casa. Comprobemos que no somos una especie depredadora y que podemos ser una especie clave y que hemos aprendido a convivir en nuestro hábitat respetando a las demás especies y a los sistemas que nos alimentaran sin extinguir nuestros recursos pero sobre todo, manteniendo unión entre nosotros mismos, pues en un escenario de verdadera crisis, hasta los búfalos se cuidan entre ellos.

Así como la naturaleza lo hace, aprendamos a repararnos a nosotros mismos, a iniciar un equilibrio que tal vez hasta ahora no existía y a generar cambios sustanciales y contundentes desde nuestra casa y para nuestra comunidad y nuestro día a día, para tener un futuro sano y próspero. Aprendamos a cuidar lo básico e indispensable para sobrevivir a las crisis y a nosotros mismos.