Por: LIZETTE AGUIRRE MORLET

 

El 22 de abril, muchos compartimos algún post de que celebramos el Día de la Tierra, pero ¿sabemos en realidad qué estamos celebrando?

El primer año que se conmemoró el Día de la Tierra fue 1970, pero en 1945 el estadounidense, Morton Hilbert, organizó el Simposio de Ecología Humana haciendo una conferencia “para que los estudiantes escucharan a los científicos hablar sobre los efectos del deterioro ambiental en la salud humana. Este fue el primer antecedente del Día de la Tierra”. A partir de ahí, se continuaron los esfuerzos para hacer proyectos y eventos que educaran sobre la conciencia ambiental.

El principal promotor de esto fue otro estadounidense, el senador Gaylord Nelson, quien instauró este día para crear conciencia sobre “los problemas de sobrepoblación, la producción de contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales para proteger la tierra”. Estos fueron los puntos que él expuso en 1970 ante el Congreso de Estados Unidos, sobre todo enfocándose en la seguridad de las píldoras anticonceptivas pues consideraba la estabilización de la población nacional como un aspecto importante de la ecología, así fue como consiguió llamar la atención para formar una agencia ambiental que promoviera leyes destinadas a la protección del medio ambiente y lo logró en su país.

Posteriormente, en 1972 La ONU celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el ‘Medio Humano’ en Estocolmo, a la que llamaron La Cumbre de la Tierra, que fue la primera conferencia internacional sobre el medio ambiente “cuyo objetivo fue sensibilizar a los líderes mundiales sobre la magnitud de los problemas ambientales”, y donde se sentaron las bases “de la toma de conciencia mundial sobre la relación de interdependencia entre los seres humanos, otros seres vivos y nuestro planeta” y establecieron ahí el 5 de junio como el Día Mundial del Medio Ambiente creando el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que es la agencia de la ONU encargada de establecer la agenda ambiental a nivel global para promover el desarrollo sostenible. Así, en 1992 se firma la Agenda 21, que es la Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.

De ahí, los acuerdos y conferencias crecieron de manera exponencial: Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, Declaración de 2008 como el año Internacional de la Tierra, Declaración oficial del Día Internacional de la Madre Tierra, Rio + 20, Cumbre del Clima o COP25, Los Acuerdos de París, 3 de marzo Día Mundial de la Naturaleza, 5 de junio Día Mundial del Medio Ambiente, 22 de abril Día de la Tierra o Día Internacional de la Madre Tierra (Mother Earth Day), etcétera.

Total, que días, conmemoraciones y acuerdos tenemos un montón, pero lo importante aquí es comprender que el día no importa, debe ser diario nuestro compromiso de vivir en armonía con la naturaleza y de involucrarnos, como ciudadanos del mundo que somos, en la vigilancia de que los acuerdos internacionales que se han firmado se cumplan para bien nuestro y del planeta.

Así que volviendo a la pregunta, ¿qué celebramos? El planeta está, no se va, no se mueve, nos da vida y casa, se regenera, es resiliente, está vivo, él no necesita de nosotros pero nosotros si de él, entonces celebramos la existencia. Debe ser una celebración de gratitud, lo celebramos a él, que nos da recursos, oxígeno para estar vivos, comida, espacio, una atmósfera adecuada para la vida, la perfección de su funcionamiento para nuestro sano desarrollo y todo esto sin nuestra intervención.

No tenemos que mover un dedo para que amanezca o para que llueva o para que haya existido la naturaleza antes que nosotros, pero si tenemos que mover un dedo y todo nuestro ser para que nada de esto deje de existir, por ello, ¿qué nos compete a nosotros? Lo simple desde lo cotidiano: no tirar basura en la calle, no usar bolsas de plástico, no usar popotes ni productos de unicel, reciclar, cuidar el agua, rehusar o donar textil, no usar tanto papel para cuidar a los árboles, cuidar a las abejas, respetar las áreas protegidas pues son hábitat de muchas especies, no dejar basura en playas y bosques, plantar árboles, no usar tanto el coche, etcétera. Hay miles de cosas que podemos hacer en nuestra cotidianeidad para proteger el medio ambiente, pero una de las más importantes es dejar de consumir en exceso, pues las industrias al producir emanan muchos GEI, que son los que están calentando la atmosfera y con ello provocando el derretimiento de los polos y el aumento de la temperatura del planeta y si esto sigue así, los desastres naturales aumentarán y la vida en el planeta se puede volver imposible.

Todo suma, todo cuenta, todo lo que podamos hacer y enseñarles a nuestros hijos es importante. Por ello es primordial, por ejemplo, lograr que en las escuelas se dé educación ambiental y que no sólo se quede en la conmemoración de un día, sino que tomemos acción y aplicar todos los consejos que nos dan sobre el cuidado del medio ambiente. Informémonos, hay un montón de libros, páginas de internet, documentos que nos pueden ayudar a comprender y a poner en marcha proyectos o mejoras en nuestra comunidad y en nuestros hogares para colaborar, pues lo que si hemos creado los humanos es la contaminación. Como hemos visto antes, la naturaleza es circular, hasta el popó de los animalitos es abono, los animales y las plantas no contaminan.

Lo que estaría bueno sería lograr establecer formas de existencia humana de carácter ecológico social, sin la necesidad de matar humanos, con virus, con controles, con hambrunas, con guerras, pues el planeta no pide eso, no nos dice ya váyanse. El mundo nos ha enseñado que el truco está en aprender a vivir en armonía, él nos da casa, nos abraza cada mañana con la luz que necesitamos, y nos acuesta cada noche con la certeza del siguiente amanecer. La cuestión es que nosotros no sabemos valorar, pues nunca nos hemos puesto a pensar ‘qué tal que un día ya no haya luz, o agua en los ríos, o peces en los mares, o carne en nuestros platos, o tierra donde sembrar’. No sabemos cómo gestionar los recursos y nuestra sana relación con ellos, porque creemos que son infinitos, los explotamos hasta casi agotarlos y luego entonces dicen las manos que mueven el mundo, ya somos muchos, mátenlos. No me imagino en la selva una reunión de leones diciendo ya somos muchos… Esa no es la naturaleza del planeta.

A partir de la era industrial, con más o menos humanos lo que creció fue la contaminación por la sobreproducción, no por la sobrepoblación. Nuestro planeta es vasto y regenera los recursos pero si los sabemos gestionar, hay para todos. En su contrato no venía ‘ok humanos, los recibo pero solo a 7 mil millones, los demás a chingar a su madre’, ¡claro que no! ¿Quién decide eso, quién nos ha metido la idea de que ellos, los poderosos, si merecen estar vivos y merecen todas las riquezas del planeta, pero otros no, por qué permitimos que unos crean que valen más que otros, por qué hemos permitido que piensen y opinen por nosotros? Así de vasto y magnificente, como es la naturaleza, es nuestro cerebro, piensa, tú genera tu pensamiento, ¿qué celebras? Únete al planeta, a tu entorno, a la naturaleza, escúchala, vibra con ella, actúa por ella y por ti. Celebra tu estancia en ella que es corta pero maravillosa.

Y si ya vimos, a través de los años, que lo hemos estado haciendo mal, aprendamos a establecer una especie de integración entre el comportamiento humano y nuestro entorno inmediato donde podamos producir y desarrollarnos, pero al mismo tiempo conservar la vida humana, la biodiversidad y hacer sostenibles nuestros recursos naturales.

Entendemos que pertenecemos a una forma de civilización y sociedad, a un orden mundial establecido y, queramos o no, estamos todos metidos en el mismo costal, hasta los pueblos aborígenes que tienen sus propias reglas y formas de organización y que han aprendido de verdad a vivir en armonía con su entorno, a respetar a la naturaleza y a cuidarla pues entienden que ella les da vida, sufren los efectos de los desastres naturales, que provocaron otros por la devastación que hacen. Todos estamos inmersos en este juego que los poderosos juegan, moviendo sus fichas por la avaricia, creyendo ilusos que nunca morirán.

¿Quién podría salirse del tablero y no jugar bajo las reglas impuestas? ¿Qué nos queda hacer entonces? Que nuestra conciencia salga de ese costal. Seguir informándonos y generar participación pues todo lo que hagamos en nuestro día a día puede producir o no contaminación. Como nos decían antes en las incipientes campañas en radio y televisión sobre el cuidado del agua “ya ciérrale, te la estas acabando”, así ahora debemos nosotros educar a nuestros hijos, sobre la importancia de cerrarle a la llave al lavarnos los dientes, bañarnos rápido, lavar el coche o los patios con cubetas y no con la manguera, apagar las luces de la casa, no tirar basura en la calle, etcétera. Hay un montón de campañas e información en pro del cuidado del medio ambiente en internet, en libros, en revistas. Empecemos ya, si no hemos comenzado, porque se pondrá peor.

Tanto se han reunido los países y tantos acuerdos han firmado, que sería interesante saber cuál de ellos se ha cumplido sin anteponer para ello la vida de los seres humanos. Todos los gobiernos, o casi todos, pertenecen a acuerdos internacionales en donde están obligados a dar información a sus ciudadanos y promover la educación medioambiental para que todos participemos del cuidado de nuestro entorno, incluso están obligados a destinar un presupuesto para dicho fin, el cual, sabemos, muchas veces no se aplica. Por ello es importante estar informados y pedir cuentas. Este año los países deben presentar su documentación de los logros obtenidos, y ya iremos viendo en qué ha avanzado México, entonces, que esa sea otra forma de celebración, ver que nuestros gobiernos, así como lo hacemos nosotros, hagan su parte también aplicando el presupuesto destinado de nuestros impuestos al cumplimiento de estos acuerdos para la conservación de nuestro entorno.

Nosotros, nuestros hijos, los ricos y pobres, los altos y bajos, los de aquí y los de allá, los rusos, los mexicanos, los animales, todos respiramos el oxígeno que nuestra casa nos da, no nos lo da el dueño de algún país o de la ONU o del petróleo, nos lo da los árboles y no nos cobran nada. Nos debemos a nuestra poderosa unión con la madre tierra.

Ningún acuerdo o celebración servirá si no hay árboles en los bosques o peces en el mar.