Roberto Hernández Guerra

¿Qué hay detrás de las campañas estridentes en contra del Tren Maya, la Refinería Olmeca, el fortalecimiento de la CFE y el Aeropuerto Felipe Angeles? La primera respuesta puede ser, a bote pronto, que está el interés de quienes en un pasado cercano se beneficiaron de los recursos públicos y que desean regresar por sus fueros. Algo hay de verdad en ello.

Desde luego que habrá personas de buena fe, que temen los agravios a la naturaleza que puedan generar dichos proyectos. En el caso del ferrocarril, sin duda que no conocen la realidad del terreno por donde pasará el tramo 5 y piensan que todo es “cenotes”, grandes caobas y jaguares. Respecto al proyecto de producir los combustibles que el país consume, en su crítica se adelantan muchos años a la transición energética; quizás ignoran la información que da la Revista Expansión de que para el año 2025 entrarán en operación 83 nuevas refinerías en distintas partes del mundo y que antes de la emergencia sanitaria se contabilizaban 153 nuevos proyectos de este tipo. La necesidad de fortalecer a la CFE salta a la vista, después de ver lo que sufren los hogares españoles al depender de Iberdrola y del Aeropuerto, lo único que falta es esperar la madurez del proyecto.

Pero lo más importante, lo que está en el fondo y poco se percibe, es la lucha por conservar un modelo económico, que los economistas denominan “neoliberal”, que en esencia consistió en eliminar la función rectora del Estado en la economía para sustituirlo por la mano invisible del mercado, a través de una competencia de productores que solo existe en su imaginación. 

Es historia conocida que bajo los gobiernos de Margaret Tatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos se comenzó a implantar el modelo neoliberal; a continuación mediante presiones de los organismos financieros y errores de los gobiernos locales, se extendió como la humedad, preludio de la globalización.

Aquí cabe hacer un paréntesis bíblico y recordar al evangelista Mateo (7-20) quien refiriéndose a los Profetas, de los que Jesús había dicho que había que guardarse de aquellos falsos, señaló: “por sus frutos los conoceréis”. Y podemos exponer algunos de los frutos de los profetas neoliberales en el vecino país del norte.

Antes de la implementación del neoliberalismo en Norteamérica, como  resultado de las políticas del llamado “New Deal” del presidente Franklin D. Roosvelt, se estableció un nuevo pacto social que beneficiaba a las personas de menores ingresos. El reparto de la riqueza entre los dueños del capital y el resto de la población se modificó a favor de este último grupo. La porción de la renta nacional del 1 % de quienes perciben mayores ingresos, pasó del 16 % en el período prebélico, a menos de un 8 % al final de la Segunda Guerra Mundial, permaneciendo alrededor de este nivel por casi tres décadas. El resultado de las implementación de las políticas neoliberales tuvo como resultado que a finales de 1970, el porcentaje de la renta nacional que correspondió al 1 % ya era del 15 %.

Pero las cosas no quedaron ahí. Según el Centro de Investigaciones PEW la clase media estadounidense se ha reducido desde 1971, mientras que los hogares de ingresos más altos registraron un aumento de riqueza. Continúa señalando, entre otros datos, que la proporción de adultos que vivían en un hogar de clase media disminuyó de 61 % a 50 % en 2021.

Pero si alguien piensa que lo que le pasa a nuestro poderoso vecino no nos afecta, debe recordar el llamado “principio de correspondencia” de la enigmática Tabla Esmeralda, atribuida a Hermes Trimegisto: “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”, que se manifiesta en los planos físico, mental y espiritual. Y no cabe duda que nuestro país,  en el plano físico ha estado muy abajo y muy afuera del desarrollo.