ROBERTO HERNÁNDEZ GUERRA

En estos momentos en que los dirigentes de las organizaciones empresariales de México exigen que las medidas de mitigación de la crisis económica se dirijan a las empresas y no a la mayoría de la población, a la que podemos llamar consumidores para diferenciarlos de ellos, los productores, queda como anillo al dedo una frase de John Maynard Keynes: “los hombres prácticos que creen estar exentos de cualquier influencia intelectual, usualmente son esclavos de algún economista difunto”.

Pero aclaremos la pertinencia de la cita del economista inglés, que con su pensamiento y su obra escrita influyó en la economía mundial hasta la década de 1970, en que de la inspiración de Milton Friedman y la escuela de Chicago y de la mano de Ronald Reagan y Margaret Tatcher, se regresó a ideas cuyo origen podemos ubicar en el francés Jean Baptista Say (1767-1832). Este economista, en síntesis, señalaba que “toda oferta crea su propia demanda”. Ni más, ni menos que la denominada “Ley de los Mercados” o “Ley de Say”, sobre la que se asentó el neoliberalismo de los últimos tiempos.

Pero suponiendo que a los citados dirigentes empresariales no les mueve el interés de grupo sino el bien general, creemos que están equivocados, influidos por Say, Pigou, Friedman y otros economistas difuntos de la misma orientación.

Al creer a pie juntillas, que “la oferta crea su propia demanda”, es lógico que supongan que el apoyo directo a las empresas en una situación de crisis, permitirá conservar empleos, crear nuevos y reactivar la economía, Respecto a la intervención del Estado, que detestan, en aras de un “laissez fair, laissez passer”, “dejar hacer dejar pasar”, hacen la excepción cuando se trata de salvar sus utilidades, recordemos el Fobaproa.

La realidad es otra, vista desde la óptica keynesiana. Lo que determina el pleno empleo, no es la oferta, sino la “demanda efectiva”, el otro término de la ecuación. ¿Qué significa esto?, que el apoyo monetario directo a la población mexicana menos favorecida, por no utilizar otro término más duro, más del 50 por ciento en el más optimista de los cálculos, generará una demanda de bienes y servicios que impulsará la economía hacia adelante. Desde luego que principalmente será en los denominados “bienes salario” que son los de consumo de este sector.

El Plan oficial, cuestionado por la cúpulas empresariales, considera que las empresas pequeñas y quienes participan en la economía informal, reciban créditos del gobiernos y por lo que se refiere a la falta de liquidez de las empresas medianas, seguramente podrán contar con financiamientos bancarios. De las grandes ni hablar, cuentan con recursos suficientes,

Mención aparte merece el caso de las empresas exportadoras y de la actividad turística, cuya recuperación dependerá de la del resto de la economía mundial. Cabe señalar que por lo menos en Quintana Roo, muchas de estas últimas ya tomaron sus precauciones, despidiendo a miles de empleados, según reporte del Instituto Mexicano del Seguro Social. Nada nuevo en estas tierras.

En resumen, la consigna del Presidente López Obrador de que “por el bien de todos, primero los pobres”, no solo está sustentado en un imperativo moral, en el pensamiento humanista y en la esencia de la doctrina de Jesucristo, sino también se inspira en la teoría económica de John Maynard Keynes y su citada “demanda efectiva”.