Los escándalos de corrupción en la familia real mexicana son cada vez más frecuentes y públicamente más notorios, son inocultables y muy vulgares, han sido expuestos en videos y en redes sociales, desde los hermanos, las cuñadas y hasta los hijos, que son probados porros baquetones y nuevos ricos a pesar de su “sangre real”; es por eso que las protestas políticamente correctas de los grupos de interés se están manifestando cada vez más, con mayor valor civil y mucha firmeza opositora. Por ejemplo, 10 gobernadores se separan de la Conago porque ni siquiera funcionaba para dialogar sobre los temas importantes del país y sus regiones, básicamente se había convertido en producto chafa, mientras los y las muertas se siguen acumulando, como nunca antes en este país –ni siquiera con los gobiernos neoliberales anteriores– ya sea por la violencia o por la pandemia.

El semáforo de la nueva “aristonacocracia” ya se encuentra en amarillo, que se ve como verde, pero sigue siendo rojo. Nuestro país continúa en picada bajo el asedio de la improvisación y la ignorancia, intentando domar la demagogia y aplanar la curva de lo que es derecho, estamos volando en un viaje de un avión que no se vende, rumbo al aeropuerto de las ocurrencias y además en piloto automático, llevando una sobrecarga de casi 70 mil muertos y contando.

La familia real mexicana es más parecida a la familia Burrón o a los Beverly de Peralvillo o, por decir algo, son los López de Macuspana.

Las consecuencias a corto y mediano plazo con un gobierno como este pueden ser muy graves. No vivimos dentro de una historieta popular o en una telenovela, ni tampoco en la misma época histórica de los presidentes Benito Juárez o Francisco I. Madero, hoy México está orgulloso de su pasado, pero vivimos en un presente moderno, pujante, globalizado, en la era de las telecomunicaciones, en el siglo XXI, pero –también hay que decirlo– con más de la mitad de la población en pobreza extrema.

Desgraciadamente, la corrupción no es un problema sólo del pasado o del presente, es casi idiosincrasia, seguimos fracasando en el combate, aunque el propio presidente de todos los mexicanos arriesgue su destino, intentando ocultar los actos de corrupción de su familia –la nueva familia real–, la nueva mafia del poder, los nuevos Salinas, Zedillos, Foxes, Calderones y ahora los López y sus compadres.

Como diría doña Esa: “Chingue su madre nadie, y los que corran, tampoco. Oh, ¿y ahora quién podrá ayudarnooos?”. Desde luego no será el Chapulín Colorado. Mejor lo que diga mi dedito. Se acabó el papel.