ROBERTO HERNÁNDEZ GUERRA

 

La ciencia política y el sentido común no podrán explicar el hecho de que un sector de la clase media mexicana muestre una aversión desaforada en contra de Andrés Manuel López Obrador. Si bien el presidente “no es monedita de oro…”, no se pueden encontrar en sus proyectos, actos o dichos, razones objetivas que justifiquen el odio visceral de mucha gente.

Tal parece que aquellos añoran el pasado cercano del que seguramente recibieron pocos beneficios. Parafraseando aquel dicho del cónyuge sufrido de “pégame… pero no me dejes”, aquí da la impresión de que suplican a los políticos de los partidos tradicionales, “róbenos… pero no nos dejen”.

La explicación a tal actitud quizás podríamos buscarla en la sociología, en una caracterización que Álvaro García, ex vicepresidente de Bolivia con Evo Morales, calificó de “revolución de la clase media en contra de la igualdad”. De igual manera, el psicoanálisis nos podría ayudar a explicar esta conducta, que podríamos calificar de masoquismo político, porque no otra cosa es el añorar un pasado de saqueos, despilfarros e injusticias. Pero mejor que los especialistas nos saquen de la duda.

Pero veamos a otros actores de esta tragicomedia nacional. Por lo que se refiere a los políticos profesionales que perdieron el poder, la cosa es explicable, de la misma manera que se justifica el encono de los traficantes de influencias y de los dueños de medios tradicionales de información y de sus escribanos, que recibían cuantiosos recursos a cargo del erario público, es decir del dinero de todos nosotros.

¿Y qué sucede con los empresarios? La explicación es más compleja. En un sistema económico capitalista de corte neoliberal, el nivel de la actividad económica, léase crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y todas sus consecuencias en creación de empleo, nivel de bienestar, etc., depende en gran medida del llamado “estado de confianza”. Si tal estado se deteriora, la inversión se frena, lo que da a los dueños del gran capital un poderoso control indirecto sobre la política gubernamental. Esto quizás explique el nulo crecimiento en 2019, en otras palabras, “están rindiendo pulso”.

Lo bueno es que cuando el gobierno decide cambiar el modelo y mandar el neoliberalismo económico al basurero de la historia, realizando una política pro activa de orientación del gasto público en favor de la inversión productiva, léase Dos Bocas, Santa Lucía. Tren Maya, Corredor del Istmo y de apoyo directo a los más pobres, aquél poderoso instrumento de presión pierde eficacia por la influencia de estas acciones sobre la “demanda efectiva”, haciendo crecer el mercado interno.

A su tiempo lo veremos, un país con menos contrastes sociales, de igualdad de oportunidades, con un “piso parejo” para todos y donde reine la fraternidad no es una utopía. Es un proyecto a realizar que depende de todos los mexicanos… de todos sin excepción.