Para cumplir con cualquier objetivo la disciplina es imprescindible. Este criterio es válido en la vida personal, en los negocios y más aún en el quehacer político. Disciplina que se resuelve en unidad de propósitos y de acciones para cumplir con la meta trazada, para poder hacer realidad la utopía y los sueños tantas veces soñados.

Pero aunque pequemos de pesimismo, creemos que el presidente López Obrador difícilmente avanzaría si dependieran de la burocracia heredada o de las beligerantes huestes del partido que los llevó al poder, más interesadas en ocupar posiciones que en procurar el cambio que la sociedad requiere; en el ADN de la mayoría de éstos últimos actores, la disciplina no está incluida en sus cromosomas.

La movilización de partidarios que obligara al “elefante reumático”, a los remisos del antiguo régimen y a los ambiciosos vulgares a ceñirse a los nuevos objetivos, no ha sido posible por las restricciones de movilidad a que obliga la pandemia del Coronavirus. ¿Cuánto ha de añorar el presidente aquellas concentraciones multitudinarias en el zócalo capitalino? ¡Que útiles serían para sus propósitos en estos momentos!

Pero como dice el dicho, “Dios aprieta pero no ahorca”. El apoyo para consolidar los cambios lo ha obtenido de donde menos se esperaba: de las fuerzas armadas. Y la razón la podemos encontrar, aunado a las bondades intrínsecas del proyecto en las características de dichos cuerpos, entre las que se cuentan el patriotismo, la preparación en múltiples tareas y sobre todo la disciplina que los lleva a cumplir las órdenes de su comandante supremo.

Enlistar la participación de soldados y marinos en el nuevo proyecto de nación es innecesaria por ser suficientemente conocida. Pero no sobra señalar que de todo lo que hacen, lo que más encono despierta entre los opositores de la 4 T y sus voceros, es que sean los ingenieros militares los responsables de la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles.

Basta comparar el costo de 75 mil millones de pesos de éste proyecto, con los 300 mil que habría costado el de Texcoco para calificar la obra; a esto podemos agregar el mínimo tiempo de construcción y la calidad de la misma. Al no poder rebatir estos hechos contundentes llegan a publicar las mentiras más absurdas. Un periódico de los mal llamados nacionales acusó a los militares que participan en la obra de exigir “moches” a los trabajadores de hasta el 30 % de sus salarios y de poner en riesgo su vida al exigirles aumentar el ritmo de las jornadas. La aclaración que la Secretaría de la Defensa (Sedena) hizo al respecto es muy clara: dicho porcentaje equivale aproximadamente a las retenciones que se le hace a los trabajadores relativas al Impuesto sobre la Renta, IMMS e Infonavit que a su vez son entregadas puntualmente a la institución que corresponde. De la seguridad laboral, también se demostró con cifras lo perverso del infundio.

Esto nos hace recordar que en el pasado la prensa se permitía todo, menos ofender a la Virgen de Guadalupe, al ejército y al presidente. Los tiempos han cambiado y ahora no se miden en sus críticas a los militares y ni qué decir al primer mandatario. Mi temor es que se sigan con el otro símbolo nacional, la “morena del Tepeyac” y la quieran sustituir con la Virgen del Pilar, que era la patrona de los gachupines en la guerra de independencia, siguiendo las indicaciones de VOX.

Pero por lo que se refiere a la pretensión de cuestionar la integridad de las fuerzas armadas, estoy seguro que al igual que las protestas de aquel FRENA y sus casas de campaña sacudidas por los fenómenos naturales, de aquella no quedará más que el recuerdo de “lo que el viento se llevó”.