Claudio Obregón Clairin — México

Winston Morales Chavarro — Colombia

ESPEJO DE OBSIDIANA

Los latinoamericanos nos comunicamos con la sintaxis de un sincrético castellano y heredamos una ingeniería mental precolombina donde habitan los imaginarios endémicos situados en la magia, lo natural, lo contemplativo, lo ritual, lo pagano: son las grafías invisibles de nuestra conciencia.

…hijos de diferentes culturas, los pueblos latinoamericanos podemos enriquecernos aún más sí dimensionamos en su cabal valía nuestros encuentros con la diversidad y logramos entender nuestros desencuentros con el pasado, así, el asunto “del ayer y del hoy” puede situarse en el ámbito de una verdad que se constituye en sí misma como fuego creador; como una dinámica viva y en constante movimiento que fluye en un mundo no enumerado, no definido, no categorizado y que gravita por los soles y las lunas de un presente-eterno o de un pasado que retorna sobre los ojos de los individuos del “ahora” o del “después”.

…las grafías invisibles perduran y se dibujan en nuestro cotidiano mestizo a pesar de haber sido minimizadas y relegadas por la cultura occidental. Son las voces de un “tiempo nunca ido”; un tiempo aparentemente sepultado por la “modernidad” y las estructuras homogéneas del progreso consumista; un tiempo que tiene sus sedimentos —y sus territorios— en la tradición, las memorias, las identidades, las costumbres, los muchos lenguajes del cuerpo y las escrituras.

Esas grafías, son también un vínculo que se superpone a toda lógica y en nuestro inconsciente colectivo crea conectores de orden espiritual, suprafísico, extratemporal aún y cuando las nociones de modernidad y posmodernidad se develan en nuestras vidas como las únicas certezas.

Esta propuesta de refundación de la conciencia latinoamericana, estriba en los hilos preceptuales de una tregua que amablemente nos ofrece un estadio que valora por igual —y sin culpas ni recelos— nuestras raíces ibéricas y/o precolombinas. Se trata de procurarnos una re-configuración mental que valore y entienda al mestizaje como una riqueza y no como un estigma.

ROSTRO DE JADE

…la construcción del modelo occidental de vida, se concentra en el consumo ilimitado e irracional y se sintetiza en una visita al supermercado o en un televisor encendido en la selva. El imaginario ancestral que transita por las piedras y los glifos de nuestros mayores, llevaba múltiples aristas. Nuestros ancestros respondían a un universo energético donde los dioses y las fuerzas de la naturaleza eran actores que participaban en la trama humana. Si percibimos que los antiguos eran “UNO” con su entorno, entonces, en aquellos soles, las energías se corporeizaban en planetas, jaguares, árboles, sangre, maíz, fríjoles y frutos. En nuestros soles, esas atávicas grafías las encontramos palpitando en un tamal, en las historias de tradición oral situadas en la noche —terreno del Jaguar—, en la riqueza de vocablos precolombinos de los castellanos que se hablan en Latinoamérica, en el sincretismo religioso que conduce a los santos cristianos a asumir características de las divinidades precolombinas o en el culto mariano —reminiscencia paleolítica— que se evidencia como un catalizador de nuestras culturas.

…en el universo energético, la magia no se obtiene con una varita mágica sino con la respiración. La magia que precisa de una varita prescinde de la voluntad, se torna ajena a los seres humanos y es tomada por asalto por entidades energéticas que transitan en nuestro cotidiano. Observemos que las hadas o Campanita utilizan subterfugios e instrumentos para ingresar a los campos energéticos. En el otro lado de nuestros rostros, la magia pre-americana está pegada a la realidad, y es con la voluntad y con el control de nuestras emociones, como logramos interactuar con quienes transitan las realidades paralelas.

Occidente, ha dejado para los ángeles y para Dios la capacidad de viajar por dimensiones o provocar milagros, en tanto que las sociedades precolombinas sabían que esas dimensiones son también del ámbito humano.

En ese contexto, los mitos forman y recrean el imaginario colectivo —sincrético desde siempre—. En la Península de Yucatán, el catolicismo trajo una cruz, los mayas caribeños la aceptaron identificándola con la caña de maíz y, en la cuarta década del siglo XIX, Los Mayas Cruzoob realizaron un acto de poder al transformar un icono en una sustancia, un objeto en un sujeto: crearon una cruz parlante, una guía del más acá que dirigió en los combates a los mayas insurrectos quienes justamente reclamaban su antigüedad y se revelaron ante el yugo del invasor incendiando la Península de Yucatán durante la llamada Guerra de Castas.

OJOS ESMERALDAS

…la realidad nos indica que somos “los frutos” de diferentes semillas y que en la invasión de “nuestros ancestros aragoneses y castellanos”, los peninsulares no son los malos de la película (basta reconocer los sangrientos ritos de los belicosos muiscas o mexicas que erróneamente han sido victimados). No se trata, pues, de castigar a una parte de nosotros mismos, porque dicho castigo opacaría la otra parte de la que estamos hechos.

Se nos ha inculcado una amañada versión de nosotros mismos, de pronto, nos encontramos con una percepción de culpa de aquellos eventos históricos en los que no participamos pero que indudablemente nos configuran y nos presentan desvalidos y derrotados delante a un vertiginoso presente de posesión y gerencia del mundo que pregona de manera suicida la sociedad occidental; ese pasado de culpa y de culpables, se instala en el “presente lineal” de nuestro entendimiento racional y en nuestra identidad latinoamericana; sin embargo, una observación “libre” de nuestro pasado, nos permite entender que gracias a esos acontecimientos, es que pudimos haber nacido.

…reconozcamos cotidianamente los colores de nuestras grafías invisibles para sorprendernos con sus cantos, con sus sombras, con sus figuras y con su plasticidad; más tarde su calor, sus olores, sus aromas y todos sus sabores, nos invitarán a la reconciliación y a la reformulación de nuestro pasado para vivir en un presente sin culpas ni culpables.

Fotografías: Parque Arqueológico San Agustín, Colombia

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Literatura y Mundo Maya

Panimil, Centro de Estudios Antropológicos e Históricos