Claudio Obregón Clairin

La tesis darwiniana señala que la evolución de las especies se sustenta en la capacidad para adaptarse a los cambios climáticos… Sin embargo, el incremento de nuestro cerebro no coincide con la temporalidad de los trastornos de orden climático.

Hace 4 millones de años las regiones tropicales del continente africano paulatinamente se desecaron y la postura erguida se estableció entre los homínidos… Curiosamente, la medida de nuestro cerebro no varió mucho.

El incremento en tamaño de nuestros cráneos inició hace 2,5 o 2 millones de años y el proceso continuó velozmente hasta cuadruplicar su medida. No existe ningún otro caso de cerebros cuyo tamaño se haya incrementado de tal forma. Los cambios climáticos por sí mismos no provocan el crecimiento acelerado de las cabezas, debemos buscar la respuesta en otra parte…

El lingüista Steven Pinker señala “una criatura de cerebro grande está condenada a una vida que combina todas las desventajas de equilibrar una sandía sobre un palo de escoba… y para las mujeres, expulsar un enorme cálculo renal cada pocos años”

El cerebro grande pudiera ser un subproducto de la selección de capacidades mentales más poderosas (lenguaje, percepción, razonamiento, etc.) y no al revés”. Nick Humpherey propone que el incremento de nuestro cerebro se debió a la “inteligencia social” y William H. Calvin a la buena puntería en las cacerías que habría permitido sobrevivir durante los crueles inviernos.

Las anteriores propuestas científicas son interesantes, sin embargo, es muy probable que las cosas hayan ocurrido de manera diferente

Hubo, han habido y seguirán habiendo “situaciones” que pasan desapercibidas delante a nuestra percepción directa y que no podemos dilucidar con certezas ya que algunas “situaciones” fueron eventos con múltiples causas y efectos, a saber: la domesticación del fuego, el inicio del lenguaje, la cacería en grupo, el cocimiento de la carne, compartir los alimentos, reconocerse individuos… Estas “situaciones evolutivas” se desarrollaron interrelacionando necesidades y triunfos enmarcados en el imperativo ámbito de la sobrevivencia…

“La verdad última es que somos descendientes de triunfadores y no toda evolución significa progreso. La versatilidad no siempre es una virtud ya que la economía energética garantiza la continuidad de las especies frente a la impermanencia”.

El lenguaje fue un detonador de nuestra condición humana. Con la sintaxis somos capaces de decodificar los sonidos, fonemas, sílabas, frases, oraciones, conceptos, intenciones, voluntades, criterios, mentiras y amores.

Cuando nuestros ancestros se ubicaron imaginando, recrearon al universo, lo tornaron tangible y descubrieron que la voluntad se hace palabra, más tarde, con la danza, transformaron su cuerpo humano que sostenía una enorme cabeza.

En lo más recóndito de nuestro cráneo se localiza “La amígdala cerebral”, ella controla las sensaciones profundas, el miedo, por ejemplo y está íntimamente en contacto con neuronas especializadas que responden a sus llamados de alerta y peligro.

La amígdala cerebral también procesa asociaciones abstractas y está asociada y conectada con la corteza frontal, región donde se formulan los juicios a las informaciones que nuestros órganos sensoriales perciben, es como un punto de referencia energética, los videntes le llaman “El tercer ojo”.

Actualmente, nuestro conocimiento sobre la composición del universo es infinitamente mayor respecto a la información que nos explica la manera en la que funciona nuestro cerebro.

Resulta increíble que nuestros pensamientos se deriven de sutiles impulsos bioquímicos, que nuestra memoria y nuestro discernimiento funcionen a través de millones de neuronas y dendritas intercomunicadas por microscópicas e intrincadas redes que fragmentan la información que da sentido a nuestra realidad.

Contamos con enormes cerebros que requieren un gasto inconmensurable de energía y que utilizamos de manera limitada, como si tuviéramos delante a nosotros una supercomputadora con la cual pudiéramos realizar imágenes en tercera dimensión y la utilizáramos ocasionalmente para ver la hora.

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