Claudio Obregón Clairin

Cuando la Península de Yucatán emergió del fondo marino, la lluvia prehistórica recogió anhídrido carbónico de la atmósfera y la depositó en la superficie calcárea yucateca. Consecuentemente, se formaron enormes cavidades que más tarde fueron cubiertas por agua de lluvia, la cual, durante siglos ha recorrido el subsuelo yucateco, configurando ríos subterráneos y enormes depósitos de agua dulce.

El inframundo maya —nombrado Xibalbá en lengua maya quiché y Metnal en maya yucateco— es una realidad paralela al mundo racional, los mayas consideraban que ahí se origina la vida. En ese mágico lugar también viven Chak Xib Chaac (Entidad Divina de la Lluvia) y sus múltiples personalidades. Para los mayas era un evento sagrado observar cómo desde el fondo de la tierra, energía su hálito divino que al llegar al cielo, formaba las vitales nubes que nutrían al maíz y propiciaban la vida.

Desde el año 350 a.n.e. Se reportan ceremonias y ofrendas en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá y el mito popular (iniciado por Edwuard Herbert Thompson) señala que se sacrificaban princesas.

¿Realmente así aconteció? ¿Quiénes fueron sacrificados?

Existen certezas y mitos modernos, ideas y realidades pero la evidencia arqueológica nos indica otro derrotero. Iniciemos con las palabras de Diego de Landa:

“…en este pozo han tenido y tenían entonces costumbre de echar hombres vivos en sacrificio a los dioses en tiempos de seca, pensaban que no morían aunque no los veían más. Echaban también muchas otras cosas de piedras de valor, que tenían preciadas. Y así, si esta tierra hubiera tenido oro, fuera este pozo el que más parte de ello tuviera, según le han sido los indios devotos. Es un pozo que tiene siete estados largos de hondo hasta el agua. El ancho de cien pies, y redondo y de una peña tajada hasta el agua que es maravilla. Parece que tiene el agua muy verde y creo lo causan las arboledas de que está cercado y es muy hondo. Tiene encima de él junto a la boca un edificio pequeño donde hallé ídolos a honra de todos los ídolos principales de la tierra, así como el Panteón de Roma”

La fuente colonial franciscana nos refiere que “aventaban vivos a hombres” y otras cosas de piedras de valor… lo que no escribió Diego de Landa es que fue él quien aventó al cenote todos esos ídolos que los mayas portaban consigo cuando rezaban a Chaac y su espacio ritual no era el agua sino el borde del cenote para que a través del humo ascendente, el incienso sirviera de vaso comunicante con las entidades del Cielo.

El maestro Piña Chan, en la década de los años sesentas, desecó cuatro metros el Cenote Sagrado y en una primera capa localizó dos grandes cabezas de serpiente con restos de pintura, tres portaestandartes en forma de jaguares sentados, dos lápidas del tablero del Gran Juego de Pelota; en la segunda capa, ubicaron numerosos fragmentos de corteza, pertenecientes a cubetas o recipientes para sacar agua, fragmentos de cuerdas y cordeles, pedazos de telas carbonizadas, bolas de copal; pequeños platos trípodes pintados de azul y con copal en su interior; fragmentos de urnas con pintura directa sobre el barro, cuentas de jade, gran cantidad de huesos largos, costillas, vértebras, cráneos humanos, huesos de aves y de pequeños animales. Ubicaron cascabeles y anillos de cobre, vasijas completas y en la tercera etapa localizaron numerosas bolas de copal, dos banquitos de madera, fragmentos de guajes decoradas al fresco, mascaritas de madera, fragmentos de vasijas decoradas al fresco, sandalias de cobre y de oro, cascabeles de oro, plaquitas y cuentas de jade, numerosas vasijas completas de la época Puuc, plaquitas de pirita correspondientes a espejos, cráneos huesos humanos, laminillas de oro provenientes de Sudamérica y/o Oaxaca.

Con relación a los restos humanos, el arqueólogo Guillermo de Anda, dirigió a un grupo de especialistas que estudiaron los restos óseos recuperados en el Cenote Sagrado y después de tres años de investigación los datos duros reportaron que:

El 79% de los restos óseos encontrados en el Cenote fueron de niños entre 3 y 13 años.

Del 21% restante, el 67% fueron hombres.

Algunos restos óseos de niños, pasaron varios años enterrados y las raíces de los árboles los envolvieron dejando dejando sus huellas en los huesos, deducimos  entonces que algunos niños fueron enterrados al morir (sacrificados o de muerte natural) y después de algunos años, sus restos se exhumaron para ofrecerlos al Xibalbá.

Este ritual, para los mayas era importantísimo porque se ligaba con el mito de los Héroes Gemelos del Popol Vuh que cuando fueron sacrificados por los Señores del Xibalbá, sus huesos fueron lanzados al agua y ahí renacieron transformándose en peces, luego en actores y regresaron con los Señores del Xibalbá para vencerlos y emerger a la superficie terrestre convertidos en el Sol y la Luna.

En las fuentes coloniales como “El Informe Contra Idolorum” y “Las Actas de Persecución de los idólatras”, se reporta que los mayas del periodo colonial sacrificaban a niños que eran robados: “lo robó y lo trajo cargando” se nos informa también que eran niños “de condición baja, bastardos o comprados” y que el sacrificio se realizaba al iniciar la noche, en una sábana blanca, utilizando un cuchillo de pedernal para extraerles el corazón y luego quemarlo.

La evidencia arqueológica, las crónicas coloniales y sobre todo, el estudio científico de los restos óseos encontrados en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, nos indican que los huesos humanos arrojados a su interior no pertenecieron a princesas mayas sino que son principalmente de niños; algunos de ellos, fueron exhumados y luego arrojados ritualmente al cenote. De los restos humanos adultos ubicados en el fondo del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, predomina el género masculino.

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Literatura y Mundo Maya

Panimil, Centro de Estudios Antropológicos e Historicos