EL BESTIARIO

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Los presidentes priistas Luis Echeverría y Miguel de la Madrid descubrieron que su alteza se atrevió a compartir un té con el ‘enemigo’ Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD. Todos querían ser agentes de inteligencia como Graham Green y ‘Nuestro hombre en la Habana’…

De acuerdo con los archivos que fueron desclasificados de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), y que están disponibles en Archivo General de la Nación (AGN), se encontró que los espías mexicanos seguían paso a paso los viajes que la reina Isabel hiciera a México en 1975 y 1983. Luis Echeverría y Miguel de la Madrid eran presidentes y tuvieron información de todo el recorrido ‘british’ en su paso por el Caribe y Pacífico mexicanos. De los 3.201 archivos del CNI (Centro Nacional de Inteligencia) de la Cuarta Transformación de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, la recientemente viuda Isabel tiene personalizada una carpeta de sus andanzas por nuestra geografía. Los agentes británicos al “Servicio de su Majestad, MI5 y MI6, ubicados en Thames House, en Millbank, Londres, deben tener informes de las tres visitas oficiales de la Realeza Inglesa a nuestro país, con flemáticos apuntes.. Corría el año 1964 cuando Felipe realizó una visita en solitario al país azteca en calidad de “embajador extraordinario”. Bajo la invitación del también presidente priista Adolfo López Mateos, el príncipe disfrutó durante su estadía de una presentación especial de ballet folclórico en el Palacio de Bellas Artes, participó en un torneo de polo e incluso portó el traje de charro.

Acompañado de su esposa, nuevamente visitó territorio mexicano nueve años más tarde. La pareja arribó a la ciudad de Cozumel, Quintana Roo el 24 de febrero de 1975 y juntos recorrieron localidades de los estados de Yucatán, Guanajuato, Veracruz y el entonces Distrito Federal. Tras llegar en el yate real Britannia y conocer las playas del Caribe Mexicano, la pareja viajó a la capital mexicana para reunirse con el presidente Luis Echeverría (1970-1976), quien organizó una cena de estado para ellos. “Los mexicanos son alegres. Me di cuenta por la forma festiva en que actuaban en las vallas, por la música -que no tuve oportunidad de escuchar bien- y por el bullicio”, declaró la Reina Isabel II. Por su parte, el Duque de Edimburgo bromeó con reporteros sobre cómo en esta ocasión no podría jugar polo. “Ahora no hay tiempo. Esta visita es oficial y el horario está completo”, publicó el diario El Universal. Tras esta visita oficial, la primera en la historia que realizaron integrantes de la monarquía británica a México, regresaron 10 años más tarde. Entre el 17 y 25 de febrero de 1983, la pareja recorrió la costa del Pacífico mexicano a bordo del yate Britannia. Los integrantes de la monarquía llegaron a Acapulco, Guerrero y comenzaron un recorrido por los puertos de Lázaro Cárdenas, Puerto Vallarta y La Paz. Durante su estadía se reunieron con los gobernadores de Michoacán y Jalisco y conocieron la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, las islas Jacques Cousteau y la laguna Ojo de liebre. La DFS dio cuenta sobre la visita que realizó Isabel II al puerto de Lázaro Cárdenas, recibida por el entonces gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y de ahí abordó un autobús para hacer un recorrido por las instalaciones de Altos Hornos de México (Sicartsa). “En el trayecto aproximadamente mil personas saludaron a la monarca. No se registró incidente ni protesta…”, redactaron los agentes secretos.

Los ‘James Bond’ espiaron a líderes comunistas del país latinoamericano que se oponían a la visita de Isabel II de Inglaterra. Un documento revela que se vigilaron a “dirigentes locales” de cinco organizaciones comunistas que “calificaron como visitantes indeseables” a los inquilinos del Palacio de Buckingham. Esta vigilancia se realizó en la ciudad costera de Acapulco, en el sureño estado de Guerrero. Abel Salgado, del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), tenía previsto boicotear la ceremonia de recepción y su partido estaba organizando “un mitin en repudio por tal visita”. El líder comunista creía que, con esta visita, México se exhibía ante América Latina “como un aliado del Imperialismo Inglés”, país que retuvo “por la fuerza” el control de Las Malvinas en la guerra contra Argentina sucedida el año anterior. “Nuestro país se exhibe como incongruente en su política exterior, en virtud de que en los Foros Internacionales defendió al pueblo argentino sobre su reclamo legítimo de su soberanía de Las Malvinas y ahora el Gobierno prepara una recepción a los representantes del colonialismo”, había criticado Salgado. “Si el pueblo de Acapulco tiene dignidad, debe rechazar la invitación para que acuda a recibir con todos los honores a los soberanos de un país belicista”. Mario Navarrete, líder local del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), “calificó de indeseables” a la monarca y al duque porque “México no reconoce los títulos nobiliarios” desde la Presidencia de Benito Juárez (1858-1872). Edgar Hernández, del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), tenía la intención de convocar “una marcha por diferentes puntos de la ciudad para mostrar su inconformidad con la decisión del Gobierno mexicano de recibir a los representantes ingleses”. Este dirigente comunista opinaba que el Gobierno federal, presidido por Miguel de la Madrid (1982-1988), debía “revocar su determinación de recibir oficialmente a los monarcas ingleses y declararlos como visitantes indeseables” para “mostrar su solidaridad con el pueblo argentino”. Y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) exigía a De la Madrid que recibiera “con todos los honores” a los “gobernantes de los países socialistas como Cuba, la URSS (desaparecida Unión Soviética), Yugoslavia y China”.

Nada del México posrevolucionario asombró al escritor y espía británico Graham Greene, quien visitó el país en la primavera de 1938 con el objetivo de documentar cómo el gobierno de Lázaro Cárdenas perseguía a las comunidades católicas en Tabasco. En cuanto pisó Tabasco, se lo comieron vivo los jejenes y los zancudos. Luego, para recorrer el estado, se vio obligado a transportarse en mula, pero para su mala suerte, durante sus primeros días de viaje, sus lentes se cayeron y fueron aplastados por la mula. Una muy mala noticia para alguien que no veía nada sin sus anteojos. Y por si esos infortunios no hubieran sido suficientes, después contrajo una disentería que lo torturó día y noche. Tuvo fiebre, inflamación del intestino, dolor abdominal y una diarrea igual o más imprudente que los mosquitos. Después de las picaduras, los anteojos hechos trizas y los constantes viajes al retrete, Greene desarrolló una diatriba inclemente sobre México. Bajo el sello londinense Longmans, publica un libro que titula ‘Los caminos sin ley’, en el cual describe a México como una tierra brava donde la violencia lo rige todo. “¡Cada que haces dinero, estalla una revolución!”.

El escritor estadounidense Ernest Hemingway bromeaba sobre la idea romántica de que, en el siglo XX, todo mundo quería ser espía o escritor. Graham Greene fue las dos cosas. Mientras el planeta se convertía en una bomba de tiempo ante la escalada de los totalitarismos, Greene se dedicó a viajar fuera de Europa bajo las órdenes del gobierno inglés. Visitó Sierra Leona, Liberia, Cuba y, por supuesto, México. Aquí llegó para constatar que Tata Cárdenas -quien entonces era visto mundialmente como un líder de tintes comunistas, sobre todo en Estados Unidos- aún llevaba a cabo una persecución religiosa que había tenido sus orígenes más de 80 años atrás, durante las Leyes de Reforma, cuando Benito Juárez proclamó la separación de la Iglesia y el Estado, iniciando así el confiscamiento de todas las propiedades eclesiásticas. En Tabasco no había curas, las iglesias estaban cerradas y estaba prohibido oficiar servicios religiosos. Greene llegó para documentar todo eso porque era un católico ferviente. Pero no olvidemos que él nació protestante: se convirtió al catolicismo hasta que cumplió 22 años. Y con esto se comprueba que, a veces, los conversos suelen ser más papistas que el Papa.

El inglés Graham Green escribió ‘Nuestro hombre en La Habana’ (Our Man in Havana). Es una novela policial, publicada en 1958. Está ambientada en Cuba de fines de la década de los años 50, en plena Guerra Fría y poco antes de la Revolución Castrista, que ya se adivina. El protagonista es James Wormold, representante de Phastkleaners en Cuba, vendedor de aspiradoras, abandonado por su esposa y que sólo desea tener una vida tranquila con su hija adolescente de dieciséis años y cuya única preocupación es tener el dinero suficiente para pagarle todos sus caprichos y llevarla algún día de regreso a Inglaterra. Esta obra en parte es una crítica al servicio secreto británico por la ineptitud y la poca profesionalidad tanto de los mandos medios como de los jefes de la organización. Está ambientada en la capital de Cuba, “en una fecha indeterminada del futuro”. Todavía gobernaba Fulgencio Batista, pero ya había un movimiento guerrillero. Bajo la influencia estadounidense, la ciudad creció y se enriqueció con numerosos edificios. Se construyen suntuosos hoteles, casinos y espléndidos clubes nocturnos. Ejemplos notables de estas construcciones son el edificio Focsa y los hoteles Habana Hilton -hoy Habana Libre- y el Nacional.

En la Cuba prerrevolucionaria, el agente Hawthorne (Noël Coward), del Servicio Secreto Británico de Inteligencia, recluta a un vendedor de aspiradoras llamado James Wormold para que lidere su célula de espías británicos en La Habana. No obstante, en vez de alistar a sus propios agentes, este último se limita a crear varios espías ficticios, inspirándose en personas a las que solo conoce de vista. Al mismo tiempo, “descubre” una supuesta plataforma de lanzamiento enemiga en territorio cubano, de la cual obtiene unos “planos” que son en realidad un simple dibujo de una de sus aspiradoras. Mediante estas artimañas, Wormold intenta hacerse pasar por un agente extremadamente valioso, con objeto de percibir un mejor sueldo que también le permita sostener el lujoso estilo de vida de Milly, su hija manirrota, despilfarradora… Cuando sus engaños acaban convirtiéndolo en un espía importante, el Servicio Secreto Británico le asigna una secretaria personal, Beatrice, así como un radiotelegrafista, para que le brinden apoyo adicional en sus “operaciones”.

Con su presencia en La Habana, ambos agentes ponen en riesgo la fachada de espía de Wormold, cuya información inventada comienza paradójicamente a hacerse realidad; al interceptar sus telegramas, los agentes enemigos los toman por auténticos y deciden actuar contra su imaginaria célula de espías. En consecuencia, uno de sus “agentes” es asesinado y él mismo se convierte en un objetivo. Sabiéndose en peligro mortal, Wormold le confiesa todas sus mentiras a su secretaria para salvar su propio pellejo, por lo que sus superiores del Servicio Secreto Británico descubren la farsa y reclaman su presencia en Londres. Acto seguido, estos divulgan una historia falsa con la que encubren las tretas de su subordinado, atribuyéndole méritos inexistentes para evitar que su propia reputación quede en entredicho. Gracias a la falsificación de su hoja de servicio, Wormold se libra finalmente de cualquier sanción y es condecorado con la Orden del Imperio Británico, como recompensa por sus “logros”.

 

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