José Juan Cervera

En el devenir humano, los árboles han cobrado un valor que sobrepasa su sentido utilitario. No sólo constituyen el origen de muchos bienes materiales, sino que, entre una gama de significados,  irradian una espiritualidad que el pensamiento analógico capta cuando los lastres de la existencia dejan de entorpecer la visión requerida para desplazarse con soltura en el mundo cotidiano. Es por ello que los contornos y las funciones vitales de un árbol simbolizan con frecuencia las aspiraciones que tejen y los retos que enfrentan individuos y sociedades.

El arte y la técnica, la supervivencia biológica y las tradiciones seculares, y a su lado las más diversas creencias y prácticas que acompañan la historia de la civilización, se han nutrido de las especies vegetales que pueblan bosques y selvas, y de las que son figura habitual en parques y jardines. También son inspiración de apotegmas, proverbios, relatos y consejas que asimila nuestra memoria colectiva, cuyos filtros intangibles sustentan la portentosa veta de las creaciones populares con las cuales se revitalizan las culturas comunitarias.

Con parecidas ideas, Carlos Roberto Barrera Jure concibió su obra titulada Guardianes del tiempo. Árboles extraordinarios de Mérida, que con doscientas fotografías enmarca la gallarda presencia de árboles diseminados en calles y avenidas, colonias y fraccionamientos de la capital yucateca. Con este recuento pone en juego su aguda sensibilidad para fecundar la mirada convencional de las cosas y para descubrir los finos lazos que conectan con estos testigos venerables del diario trasiego citadino.

Con raíces profundas y bases firmes, como las disciplinas espirituales de las que emana la sabiduría primordial invitan a asumir el compromiso de honrar el don que la vida nos entrega, el autor reúne un conjunto de muestras visuales de los árboles que en el paisaje urbano resisten la proliferación del asfalto y transmiten su magia para enfrentar la acometida de prácticas expoliadoras y actitudes irreflexivas que dañan gravemente al planeta.

Los árboles fotografiados exhiben una profusión de mutilaciones, hendiduras e inscripciones circunstanciales que, a pesar de su arbitraria irrupción, realzan su añeja dignidad, que aún se puede divisar en los estrechos márgenes de la vía pública, sea confinada en el perímetro de una reja o luciendo su corpulencia contra la áspera superficie de un muro.

Barrera Jure alterna las imágenes con citas de procedencia diversa: frases pronunciadas por estadistas, oradores, filósofos, escritores y naturalistas, sentencias extraídas del patrimonio filológico de varias naciones y enunciados de autoría anónima, que matizan el contexto sociocultural de este florilegio gráfico. Los espacios urbanos que abarca se sitúan principalmente en el norte de Mérida, así como en el centro de la ciudad y algunos al poniente de ella; en las inmediaciones de planteles educativos y en unas cuantas comisarías del municipio.

Concebida bajo el generoso ascendiente de Henry David Thoreau (1817-1862), quien consagró su libro Walden al aprendizaje que desarrolló su juicio al incursionar en la vida agreste de una comarca de Massachusetts, y como continuación de muchos otros esfuerzos que destacan la urgencia de un intercambio respetuoso con el medio ambiente, la obra de Barrera Jure es más que un simple impreso decorativo, ya que expresa una coherencia ética con valores fundamentales.

Degradar la categoría de los recursos naturales a una lastimosa fuente de explotación irracional para satisfacer apetitos desmesurados equivale a rechazar el potencial creador y regenerativo de la humanidad, por ello cualquier llamado de atención para restituir el equilibrio cósmico es un despliegue de madurez, de la que hace gala Carlos Barrera Jure en este volumen de reluciente conciencia ecológica.

Carlos Roberto Barrera Jure. Guardianes del tiempo. Árboles extraordinarios de Mérida. Mérida, edición patrocinada por varias firmas profesionales y comerciales, 2017, 194 pp.