EL BESTIARIO

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Una nueva tribu urbana autoconsumista y anticapitalista crece en la Gran Manzana, apodo popularizado por un artículo de John J. Fitz Gerald sobre las carreras de caballos, y la Milla Cuadrada, fundada por los romanos a orillas del Támesis, conserva el perímetro medieval del núcleo antiguo de la urbe, la City…

Se dice que la comida no se tira. Pero sí se tira. Y en grandes cantidades. Un problema de orden mundial —casi un tercio de la comida se despilfarra, estima la FAO — y raíz mercantilista: los alimentos son aún percibidos como bienes a los que sacarles rentabilidad, alejados de su misión primordial, dar de comer a la población, algo tan básico como el derecho a la vivienda o la educación. La comida se tira, pero podría no tirarse. Alfonso, Cristina y Mireia son algunos de los ciudadanos que están atajando esta deriva. Cualquiera puede unirse a su causa: el friganismo procede del término inglés freeganism que es la contracción de free (gratis/libre) y vegan (vegano). Este movimiento comenzó a mediados de 1990, junto a los movimientos antiglobalización y ecologistas. La persona responsable por la popularización de este movimiento, además de ser el administrador del sitio web que informa al respecto, es el estadounidense Adam Weissman. Menciona que el friganismo es un movimiento en respuesta a la cultura occidental contemporánea, al desperdicio y la industrialización.

Estados Unidos, México, Brasil, Argentina, España, Corea, Estonia, Suiza y Gran Bretaña son algunos de los países donde viven. Nueva York es la sede de una de las mayores organizaciones de friganos. Se calcula que existen casi 3 millones de ellos alrededor del mundo, organizados en 3.800 comunidades. Su líder mundial Adam Weissman dice: “Hay muchísimo desperdicio, vivir así es fácil. La gente asume que la comida ya no sirve, pero en realidad sólo es comida”. Weissman afirma que con esta forma de vida se tiene acceso a todo lo que se puede necesitar, ya que siempre hay desperdicios nuevos, porque la cultura occidental nos impulsa siempre a tener cosas más nuevas, más brillantes. Ya en la Edad Media se espigaba. Entonces eran mujeres de pocos recursos las que recogían lo que quedaba en el campo sin cosechar. El tiempo trajo una variación de esta figura: el espigador urbano. “Hoy es aquel que rebusca en los contenedores para rescatar lo que la sociedad de consumo ha descartado”, explica Mireia Barba, presidenta y cofundadora de la Fundación Espigoladors, una asociación que propone un modelo transformador, participativo y empoderador para combatir el despilfarro y la mala alimentación. Su trabajo se basa en esa milenaria actividad de espigamiento: salvar lo que sobra de las cosechas y, en su obrador del barrio de Sant Cosme, transformar esa materia prima imperfecta en mermeladas, patés y conservas. ¿Y qué sobra? Nutricionalmente, las mismas frutas y verduras que llegan al mercado, solo que algo más feas, si se quiere. Ejemplos serían el típico plátano marronáceo o un tomate con alguna protuberancia. “La cultura del aprovechamiento y el contacto con el campo forman parte de mí desde siempre”, relata Barba. “Mi abuelo tenía una huerta. Allí siempre veía frutas y verduras que crecían con formas que hoy consideraríamos imperfectas, pero que en aquel momento nos comíamos sin dudar. Y obviamente estaban riquísimas”. De aquellas experiencias viene su empeño de dar salida a lo que no se rige por los estándares de mercado. La crisis de 2008 marcó otro punto de inflexión: “Evidenció la paradoja de que, mientras grandes cantidades de comida se desperdiciaban cada día, las colas de los comedores sociales aumentaban”, tercia.

¿Cuántos alimentos se desperdician en América Latina?, se pregunta en un investigación la BBC. El ser humano malgasta 750.000 millones de dólares en alimentos cada año, una cifra muy superior al PIB de Argentina. Cada vez que vayas al supermercado, piensa dos veces antes de llenar el carrito de compras. Y es que en América Latina se desperdician 348.000 toneladas de alimentos al día, cantidad suficiente para dar de comer a todo Perú. En total son 127 millones de toneladas de alimentos perdidas al año. Es decir, la región pierde alrededor del 15% de sus alimentos disponibles, a pesar de que, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 34,3 millones de sus habitantes -5,5% de la población- pasan hambre. “Lo que se pierde y desperdicia en los alimentos solamente a nivel de venta es más de lo que se necesita para alimentar a todas las personas que padecen hambre en la región”, asegura Eve Crowley, representante de la FAO en Chile. El total de 127 millones de toneladas de comida significa que, en promedio, cada latinoamericano malgasta 223 kilos de frutas, verduras, carne, pescado y productos lácteos al año. Teniendo en cuenta que en el planeta se desechan 1.300 millones de toneladas anuales, suficientes para alimentar a 2.000 millones de personas, no es de extrañar que el Programa Mundial de Alimentos de la ONU asegure que hay suficiente alimentos para que todos los habitantes del planeta tengan lo necesario para vivir una vida sana y productiva. La culpa de que 1 de cada 9 habitantes del planeta pase hambre se puede atribuir a la gestión que hacemos de la comida. ¿Cuánta basura puede acumular una persona en 4 años. No hay más que analizar las cifras que maneja la FAO. Según la organización, el 55% de las frutas y hortalizas, el 40% de las raíces y los tubérculos, el 33% de los pescados y mariscos, el 25% de los cereales y el 20% de las oleaginosas y legumbres, productos lácteos, y carnes que se venden en América Latina acaban en la basura. “Estamos destrozando nuestro planeta para cultivar alimentos que nadie come”, asegura Tristram Stuart, autor de ‘Despilfarro: el escándalo global de la comida’, en el documental Just Eat It.

En las últimas horas nos hemos convencido que en la España la nación de las naciones, o lo que es lo mismo, Madrid, la capi, y el resto, hemos asistido a la victoria de la derecha del PP (Partido Popular) en coalición con la extrema derecha fascista profranquista VOX. Se puede decir que España es una mayonesa que nadie ha sido capaz de ligar desde el tiempo de los romanos, que ya dividieron este territorio. A la hora de hacer una salsa mayonesa hay que dar vueltas y vueltas con la mano de mortero hasta que el huevo, el aceite, la pizca de sal y el limón creen una emulsión uniforme bien ligada. Sucede a menudo que si esta acción no se ejecuta con el ritmo adecuado la salsa se corta y se forman grumos que se van cada uno por su lado. Aplicada esta receta a la política se puede decir que España es una mayonesa que nadie ha sido capaz de ligar desde el tiempo de los romanos, quienes ya en el primer momento dividieron este territorio en cinco partes, al parecer insolubles, la Tarraconense, la Cantabria, la Lusitania, la Bética y la Ulterior. En este país esa mano de mortero desde el siglo XIX la ha manejado un espadón, un cirujano de hierro o un dictador inmisericorde y el resultado ha sido la aparente uniformidad de una sola nación histórica cohesionada bajo la bota autoritaria; pero luego, en los escasos periodos de democracia en que la mano de mortero ha dejado de actuar, cada grumo se ha ido a buscar su propio lugar exclusivo y excluyente en el mapa de los antiguos romanos. Durante la visita que en 1984 el político sueco Olof Palme realizó a España tuvo un encuentro con algunos representantes de la cultura, en el que se habló de los nacionalismos irredentos y de las banderías políticas cainitas, como lacras endémicas de nuestro país. Olof Palme les pidió a los presentes: “¿Y por qué no cambian ustedes de salsa?”. Este año se cumple el centenario de ‘La España invertebrada’, del filósofo y escritor madrileño José Ortega y Gasset. Lo dijo el filósofo con otras palabras: esa salsa amarilla autodestructiva, con ajo o sin ajo, constituye la sustancia de lo que ha dado en llamarse el genio español, imposible de cambiar. No faltarán alusiones a las herencias del viejo imperio el próximo 6 de junio en nuestro México.

Fruto de ese ingenio, un congresista latinoamericano, hizo alusión a los ‘freegans’ y a las consecuencias intestinales que pudieran derivarse de esas militancias anticapitalistas, al no comer con mesura esos alimentos que sobran en nuestros basureros públicos. La Unión Europea, España, Latinoamérica, México, Quintana Roo, Caribe Mexicano, Estados Unidos, Florida, Miami, Cuba, La Habana… no pueden incorporar más problemas a la Salud Pública en plena vacunación contra la COVID-19 y deben buscar una mayonesa más digerible. No obstante han sido muy habituales las broncas en Madrid entre los ‘comebasuras’ y los horrorizados vecinos del barrio pijo de Salamanca. Los protagonistas ‘progres’ o ‘fachas’ son todos ‘antisistemas’. Los de la ‘izquierda no caviar’ hacen sus trampas y logran mercancías de las mafias de las grandes superficies para potenciar tiendas ‘on line’ que te surten a tu casa productos ‘delicatessen’. Los otros, ‘the others’, no están por dejar ensayar nuevas experiencias cooperativas como las del País Vasco, promovidas décadas atrás por el sacerdote José María Arizmendiarrieta, un nido de revolucionarios. La Corporación Mondragon​ es el segundo grupo empresarial de economía social en España. En el 2019, antes de la llegada de la pandemia, facturó 11.608 millones de euros, con una plantilla de 81.507 trabajadores, en casi un centenar de cooperativas. Estos datos no importan. Prefieren con sus abogados o consiglieri llevarse, como los bandoleros del siglo XIX en Sierra Morena, el dinero de las arcas públicas. Tom Hagen, es un personaje ficticio de los libros El Padrino, de Mario Puzo, el hijo adoptivo de Vito Corleone. Inolvidables los encuentros y diálogos de los actores Robert Duvall y Marlon Brando en la trilogía de películas de Francis Ford Coppola.

La distopía está sustituyendo a la utopía, aceleradamente, en las calles de Isabel Natividad Díaz Ayuso, una política española del Partido Popular, presidenta de la Comunidad de Madrid desde agosto de 2019, en plenas vacunaciones, protagonizadas en su mayoría por políticos, policías y militares, más que por médicos y personal sanitario. Ayuso está promoviendo la relajación de los confinamientos en su feudo atrayendo a antivacunas y negacionistas del COVID-19 de toda Europa y Estados Unidos. Ha logrado que productos farmacéuticos, destinados a carísimas clínicas de cirugías plásticas, lideren las listas preferenciales del ‘Big Pharma’. No podemos obviar que España ha secundado esta semana la propuesta del presidente estadounidense demócrata Joe Biden de liberar las patentes de las vacunas. El respaldo del socialdemócrata Pedro Sánchez del Partido Socialista Español (PSOE) choca con la oposición de Berlín, capital de Alemania, y la frialdad de Bruselas, capital política de la Unión Europea (UE). Vivimos en un Madrid obsesionado en endurecer a diestro y siniestro culos, tetas y vergas y moldear otras zonas de nuestros cuerpos con productos de cirugía estética. Se imponen carísimos productos de ‘merchandising’ de seducción sobre enfermedades mortales como el Alzheimer. La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha confirmado que nos gastamos en la cultura de la belleza no ajena al principio de la Eterna Juventud de Peter Pan, cinco veces más dinero que en acabar con la enfermedad de pérdida de memoria. Estamos gastándonos cinco veces menos, invirtiendo en pastillas azules en la mejora de la sexualidad masculina y en siliconas para ensalzar la belleza femenina. Tendremos un futuro de viejas con grandes pechos y de viejos con órganos sexuales duros como granitos de Egipto. Lo peor de todo es que cuando a un sector de esas personas de la Tercera Edad les afecte el Alzheimer, no van a saber para qué tienen esas tetas y esos penes.

 

@SantiGurtubay

@BestiarioCancun

www.elbestiariocancun