ROBERTO HERNÁNDEZ GUERRA

No cabe duda de que las políticas implementadas por la actual administración federal han perjudicado a mucha gente. ¿Qué tanta? Sin duda muchísima menos que aquellos que se vieron afectados por la política neoliberal, en que las privatizaciones y el saqueo de las arcas públicas fueron el pan de cada día. Y no hablamos de teorías sino de hechos concretos: incrementos en los precios de los combustibles y de la energía eléctrica, abandono de los servicios de salud y educación públicas que obligaron a mucha gente recurrir a escuelas y hospitales privados, falta de apoyo a los campesinos que se tradujo en la migración forzada, a final de cuentas no pararíamos en agregar hechos de esta naturaleza.

Que quienes fueron perjudicados en forma directa: políticos corruptos, traficantes de influencias disfrazados de empresarios, columnistas y dueños de medios de información así como la gente que giraba alrededor de ellos muestren su descontento es explicable, lo insólito es que un sector de la clase media, ajena a los beneficios señalados, muestren un enojo que raya en el odio visceral; esto es lo digno de analizar.

Qué motiva a estos sectores, repito, ajenos al “festín de corrupción” que se intensificó por 35 años, a defender como si fueran suyos los intereses de las empresas extranjeras; qué los hace criticar cualquier política pública que identifiquen con López Obrador, tales como la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya. Qué los hace alucinar el que con el citado proyecto de comunicación se vea afectado el medio ambiente o las comunidades de habitantes originarios; o se engañan a sí mismos o no conocen la región.

Desde luego que no es nada nuevo que grupos sociales respondan a intereses ajenos. Basta con recordar que en la llamada Guerra de Castas o guerra social que devastó la península de Yucatán a mediados del siglo XIX, de los veinticinco mil soldados que en los inicios del conflicto luchaban en contra de los rebeldes mayas del sur y del oriente, diez mil formaban parte de lo que llamaban “cuerpo de indígenas nobles e hidalgos”. Mayas luchando contra sus hermanos de raza y sobre todo de infortunio. Cabe señalar que existe en la ciudad de Mérida, un parque que aunque ostenta una estatua del General liberal Manuel Cepeda Peraza, es conocido como “parque hidalgo”, en razón de que en ese lugar realizaban su entrenamiento los citados “indígenas hidalgos”.

Pero regresando al presente, nos preguntamos qué es lo que explica las conductas citadas al principio. ¿Rebelión de las clases medias en contra de la igualdad? Hay otra posible explicación de naturaleza psicológica: la identificación con un estamento social que está por encima del propio; es lo que se puede denominar “aspiracionismo”. Esta conducta es provocada por el sentimiento de que es necesario pertenecer a algo y a menos que su vida posea algún significado y dirección, el individuo se sentirá  como una partícula de polvo y se verá aplastado por la insignificancia de su individualidad; el psicoanalista  Erich Fromm lo incluye entre los síntomas de lo que llama “miedo a la libertad” y que es el camino empedrado al fascismo.

La sociología tiene otro término para designar dichas actitudes: le llama “falsa conciencia”. Esta conducta muestra como un individuo puede tener una actuación que daña sus propios intereses; significa tener una visión distorsionada de la realidad, no pudiendo ver las cosas como realmente son; equivale a un engaño interno que lo enajena de sus condiciones materiales de existencia.

Pero ya sea rebelión en contra de la igualdad, miedo a la libertad o falsa conciencia, lo más conveniente es serenarnos todos. Dejar que sea la decisión de las mayorías expresada en las urnas, la que decida el camino. Eso es “democracia” sin necesidad de adjetivos.