LIZETTE AGUIRRE MORLET

Es impresionante la cantidad de mujeres y hombres de todos lados, colores y sabores que se han unido hoy en un razonamiento: esto tiene que parar, esto tiene que cambiar. ¿Qué tiene que parar? La inseguridad, y aquí podríamos incluir el grado de violencia tan alto en el que se ha sumergido nuestro país, por una educación sin valores desde casa, por una cultura machista en la que hemos crecido tanto hombres como mujeres, etc., y por otro lado, tiene que cambiar el ineficiente funcionamiento de nuestro sistema penal para que haya una debida impartición de justicia ante asesinatos, violaciones, etc.

¿Qué implica o debería implicar esto?, ¿qué tendría que venir después de hoy? Bajo estas dos premisas de lo que queremos o buscamos con este paro, una, tendría que ser que como individuos y seres sociales que somos, debemos hacer nuestra parte, nuestro trabajo en casa al educarnos y educar a nuestros hijos de manera tal que cuando salgan a la sociedad, sean seres humanos con valores, que respeten al otro, etc., y dos, como ciudadanos, seguir promoviendo y exigiendo al gobierno e instituciones correspondientes que hagan bien su trabajo.

Maneras hay muchas y ya hemos visto que a lo largo de la historia lo único que ha logrado cambios sustanciales es la unión, la empatía, el entendimiento de que somos seres sociales y la apertura de la mente y la conciencia para lograr un bien común. Muchos no están de acuerdo en las formas, pero la gran mayoría logró comprender que la parte de la historia que nos puede tocar vivir puede estar en manos de otro, así que entonces, ¿por qué o para qué unimos o qué queremos lograr al unirnos? Un bien común, entendiendo esto como “aquello de lo que se benefician todos los ciudadanos”, bien, pues que sea sí y sólo si, para eso.

Durante toda la semana me sorprendía cómo, conforme pasaban los días, había más confusión, manipulación y pleito sobre el asunto pero que a pesar de eso, miles de mujeres y hombres seguían en la postura de ‘ya basta, hagamos algo para presionar por un cambio’. En mi entorno era realmente sorprendente ver mujeres con la plena convicción de que, aunque sabemos todos que dentro de estas cosas siempre va a haber intereses, grupos de choque, manipulaciones ideológicas, políticas, etc., no desistirían en este paro pues la misma sociedad (no generalizo) fue desplazando estos movimientos o colectivos por una verdadera comprensión de la urgencia en seguridad y en la necesidad de cambios estructurales en nuestro sistema y en nuestra cultura y educación. Puede ser muy fácil manejar las cosas y manipular a las masas, pero quiero pensar y mostrar con el día de hoy, que el poder que en verdad tenemos cada uno de nosotros no fue aplastado por las pécoras y que en esta redención de la feminidad y la masculinidad que buscamos todos, nuestra inteligencia y bondad ha logrado conciliar.

Sé que muchas que hoy no fuimos a trabajar a una oficina ya levantamos algún juguete o alguna ropa en casa. Seguro ya tendiste las camas, hiciste el desayuno, atendiste a tu perrito o gatito, estas preparando la comida, o planchando o lavando trastes o ropa… o no. Y es bien válido si no, porque parte de este ejercicio es que se note nuestro ‘no hacer nada’ en casa también. Pero creo, y me atrevo a hablar por muchas que, como cada día, abrimos los ojos con nuestra lista de responsabilidades en la mente, sí con la convicción de que estamos en paro, pero pensando y apoyando esto y haciendo muchas cosas al mismo tiempo. De igual forma, no haber faltado a trabajar, es bien válido, por no querer o no poder, pues muchas desde aquí dan y siguen en su lucha por un mejor país. Y otras tantas estamos de paro fuera pero probablemente trabajando dentro y esto es porque nuestro sentido de responsabilidad y protección supera cualquier estándar de los que opinan que esto no tiene caso, que esto no sirve de nada, o que simplemente aprovecharemos solo para no ir a trabajar aunque nos valga el motivo. Esa es nuestra naturaleza, ser cuidadoras y protectoras, bueno, pues apliquémoslo primero que nada en nosotros, en nuestro cuidado y apapacho propio. ¿Para qué queremos que nos valoren, si muchas veces no nos valoramos a nosotras mismas? Hemos olvidado nuestra creación divina, nuestra misión de origen y el valor intrínseco con el que nacemos.

Que este día sea una verdadera oportunidad para valorarnos, para perdonarnos, para amarnos, para darnos cuenta lo vivas que estamos, para velar por nosotras mismas y nuestra familia, para reconciliarnos con las benditas diferencias, para sanar nuestra dualidad y la de los hombres, para sanar nuestra unión originaria y recordar que en nuestra completud también somos complemento, pues en la soledad originaria el hombre entendió en su igual (la mujer) el amor para darse, compartirse, completarse y comunicarse. Si este origen fue olvidado, ocupemos este día para recordar y retomar la importancia de nuestro lugar, de nuestra misión. Los medios de comunicación o las opiniones no entran en nuestra alma ni a nuestras casas, donde empieza nuestro trabajo, así que ahí comencemos o sigamos, educando a nuestros hijos, ordenando nuestro espacio, nuestra mente y nuestro corazón.

Que nuestro grito silencioso sea por todos, para cambiar desde dentro para así poder exigir un cambio afuera. Exigir seguridad pero porque también nosotros como familia mandamos a la calle seres humanos buenos, empáticos y con valores. Me he topado con hombres machistas, sí, pero también con mujeres machistas, que me llegaron a humillar hasta que no comprobaran mi capacidad. Estoy segura de que todas nos hemos topado con hombres y mujeres así pero también hemos tenido hombres en nuestra vida que nos han admirado, amado y apoyado. Pelear contra ellos sería pelear contra mí misma. Mi dualidad no pelea. Mi sororidad abarca. Pelear entre nosotras nos resta poder, ese del que hoy nos hemos jactado. No se trata de obligar a nadie a pensar como uno, ni a querer tener la razón, se trata de crear pensamiento, aprender y evolucionar, por ello es necesario el trabajo propio y en casa.

Abrazo a todas aquellas que fueron lastimadas, violadas y hasta el cielo a las que fueron asesinadas, estoy en paro por cada una de ellas, por mí, por ti, mis letras te abrazan como tu lucha a mí. Que esto sirva, que esto sane, no regresemos mañana con un ‘¿ven? no sirvió de nada, ridículas’, o ‘¿ven hombres cómo sí nos necesitan?’ porque muchos lo saben y los que no, lo verán sí, pero hará conciencia quien quiera, tener la razón no hace el cambio. Nosotros también los necesitamos a ellos, somos una sinergia, somos femenino y masculino todos, culpar al de a lado y señalar con el dedo no hará el cambio. Como dicen algunos, es una lucha del bien contra el mal. Es una lucha en pro del bien.

Hablemos en silencio con nuestras acciones, que este paro nos haga cambiar lo que tengamos que cambiar desde nuestra casa y regresemos engrandecidas, emerjamos con respeto y real convicción de querer mejorar para que todo mejore.

Esperemos que se vea la afectación en el país cuando las mujeres no están, que sea una presión para el gobierno e instituciones para que haya mayor seguridad y real impartición de la justicia, pero esperemos también que sea la primera y última vez que tengamos que hacer algo así. Como sociedad sí debemos replantearnos lo que estamos haciendo para vivir mejor todos, pero esto debería lograrse o tenerse en la cotidianeidad al vivir ya desde la familia sin esos paradigmas de machismo, misoginia, etc. Apelemos a nuestra capacidad de lograrlo y a la necesidad que todos tenemos de educarnos para nosotros y para los demás porque vivimos en sociedad y lo que yo haga afectara al otro para bien o para mal, enseñemos desde la primera infancia que ‘el respeto al derecho ajeno es la paz’, que la libertad del otro no depende de mí y que respetar al otro es una obligación mía. La inteligencia que tienen los niños nos supera, aprendamos de ella y no la ensuciemos, no nacemos discriminando, no nacemos odiando. Si en verdad gritamos basta, que ese grito nos llegue a nosotros mismos primero.

Hablemos a nuestros hijos explicando por qué hoy no fuimos a trabajar, ellos entienden, pero no digamos ‘porque los hombres nos matan’, eso matará una parte de ellos que era intocable, no sigamos siendo incubadora de odios y rencores y culpas y reclamos. Enseñémosles a decir basta, optemos por buscar herramientas forjadoras y reconstruyamos con valor y jerarquía, aprendamos a mirar con el alma entendiendo que todos fuimos fragmentados en una parte del camino pero que todos nos podemos redimir y dejar de validar la violencia o victimizarnos. Dejemos de quedarnos inmóviles, siendo cómplices con esta actitud indiferente y a su vez validando con ello la brutalidad humana. Que hoy nuestro silencio nos enseñe y le enseñe a nuestras familias a hablar y actuar correctamente.

Entender el comportamiento humano es difícil, pero aprender a entenderlo es fascinante. Me emociona muchísimo formar parte de la generación donde se logren cambios importantes para nuestro más alto bien y para el bien común. Me emociona ser parte de una generación etiquetada como todo y como nada y tan unida a otras generaciones a su vez pues nos tocó la gran transición de dejar dañinas formas de educación arraigadas y formar al mismo tiempo las propias, sin perder los valores en el camino al soltar viejas prácticas y mentalidades. Que lograr este importante trabajo nos llene de orgullo y que en nuestro día a día o en un paro mostremos si nuestro valor, pero también lo que podemos lograr juntos, una familia amorosa y con valores, una empresa que crece, una sociedad sana o un país que puede avanzar al éxito porque sin mujeres se para, pero sin hombres también.

Ahora, salgamos reparadas con la fuerza que el silencio nos dio porque estamos aquí y estamos vivas.