Un estudio sobre la temperatura de los testículos de los carteros, una de las investigaciones más celebradas

AGENCIAS

CAMBRIDGE.- Como cada año desde hace 29, se entregaron los premios Ig Nobel en una ceremonia celebrada en la Universidad de Harvard. Esta parodia de los Nobel premia los estudios científicos más disparatados que “primero hacen reír y después hacen pensar”.

El Ig Nobel de economía fue a parar al equipo compuesto por dos científicos holandeses y uno turco que han constatado algo que ya sospechábamos: el dinero es sucio y una gran fuente de transmisión de bacterias

Uno de los hallazgos más celebrados fue el del científico italiano Silvano Gallus, quien urge a la sociedad a consumir pizza por sus enormes beneficios para la salud. Dice que este plato es anticancerígeno. Por supuesto, le fue entregado el trofeo de medicina.

Por su parte, el iraní Iman Farahbakhsh destacó en la categoría de ingeniería por inventar una máquina que cambia automáticamente los pañales. 

Cinco japoneses ganaron el Ig Nobel de química por su estudio sobre el volumen de saliva producida diariamente por un niño de cinco años, publicado en 1995. 

Un equipo francés se mereció el premio de anatomía, por sus experimentos con grupos de hombres vestidos y desnudos para conocer si existen diferencias de temperatura entre ambos lados del escroto. En una de las pruebas participaron once carteros, que pasan bastante tiempo de pie, y en otra, once conductores de autobús, obligados a estar sentados, y el equipo llegó a la conclusión de que el lado izquierdo está más caliente que el derecho. 

Patricia Yang y David Hu, del Instituto de Tecnología de Georgia en Atlanta, ganaron el premio de física por descubrir cómo los wombats, unos marsupiales gorditos de un metro de largo y patas cortas nativos de Australia, hacen caca cúbica.

En cuanto al galardón de la Paz, se lo llevó otro equipo internacional de siete investigadores, por un estudio para medir el placer de rascarse una picazón.

Al contrario que en los Nobel, los ganadores de estos premios no reciben dinero y pasan muy pronto al olvido sin influir en la ciencia. Eso sí, disfrutan de un buen rato y se llevan a su casa un diploma firmado por varios Nobel de verdad y, algo menos valioso pero mucho más práctico, un vaso de cartón con un cepillo de dientes.