Cuando la Senadora panista por Quintana Roo, Mayuli Martínez Simón, acusó a los integrantes de la bancada de Morena en el Senado de no apoyar la propuesta de promulgar una Ley de Emergencia y Recuperación Económica, no sabía lo que decía. Y digo esto último, porque considero que esta dama actúa de buena fe, pero desconociendo el alcance de sus deseos. Aquí cabe recordarle que cuando algún propósito se deja influenciar por intereses partidistas y se aleja de la lógica, entonces “el sueño de la razón produce monstruos”, interpretación que se le da a uno de los grabados más conocidos del pintor Francisco de Goya.

El citado proyecto de Ley, que no es otra cosa más que el llamado “ingreso básico universal”, propone otorgar a “todos” los trabajadores de México un apoyo mensual de tres mil doscientos siete pesos. Hablamos de cerca de 57 millones de trabajadores formales, informales, ocupados o desocupados que estimamos forman este universo. Claro que esta propuesta es más conservadora que la que hiciera Ricardo Anaya en su campaña por la presidencia de la república, que incluiría a “todos” los mexicanos: alrededor de 126 millones actualmente.

Pero no se necesita saber de altas finanza, de ser tecnócrata neoliberal o de haber cursado un “master” en universidades del vecino país del norte, para darse cuenta de lo absurdo del proyecto, basta con el sentido común con el que actúa un ama de casa al manejar su presupuesto familiar.

Analicemos a continuación las cifras que resultan: Si la renta básica se entrega exclusivamente a los trabajadores, estaríamos hablando de alrededor de dos billones doscientos mil millones de pesos al año, que significan poco más de la tercera parte del presupuesto del gobierno federal para el presente año. Si consideramos la propuesta de Anaya, entonces serían cerca de cinco billones de pesos; en este caso poco quedaría de los 6 billones ciento siete mil millones que aprobó el Congreso al gobierno federal, para cubrir las necesidades de salud, seguridad, educación, etc.

Dice la sabiduría popular que “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”, pero en esta propuesta también creemos que el diablo metió la cola, con claros fines electorales. A final de cuentas los del partido blanquiazul, “del brazo y por la calle de la amargura” con los perredistas que sobreviven al naufragio de su partido, se preparan para el año 2021, en el que se “juegan” su destino en las urnas.

No faltará también quien considere que aquellos conservadores que siempre criticaron lo que llamaron “paternalismo” del gobierno, que recomendaban “enseñar a pescar y no a regalar el pescado”, ahora, como San Pablo en el camino a Damasco, hayan sido iluminados por un resplandor del cielo que los hace proclives a apoyar a los más necesitados. Pero yo no creo en esa conversión fast track. Por si las dudas, prefiero pensar en ellos, recordando aquel epigrama que se acuñó en el pasado en la ciudad de Cáceres, en la península Ibérica, que se refería a un noble acaudalado, y que a la letra dice: El señor don Juan de Robles/ con caridad sin igual/ hizo este santo hospital/ y también hizo a los pobres.