8 de marzo, ¿las felicitamos o reflexionamos?

Roberto Guzmán

Históricamente el feminismo ha ido adquiriendo diversas proyecciones acompañado de otros movimientos políticos que han generado pensamiento y acción, teoría y práctica, propugnando por un cambio profundo en las relaciones sociales que han conducido a la liberación de la mujer y del hombre, al eliminar las jerarquías y desigualdades entre los géneros.

Cada año, cerca de un millón de mujeres contraen VIH y solo la mitad de ellas que viven con un diagnóstico positivo tienen acceso a tratamientos que controlan su replicación, no así aquellas que llegan a desarrollar sida, que se ha convertido en la principal causa de muerte sobre todo en aquellas mujeres en edades comprendidas entre los 30 y los 49 años.

Pese a que la infección por VIH aún no tiene cura, los avances de la investigación la vuelven tratable al verse una disminución en la mortandad y su relación a las tasas de prevalencia e incidencia en algunos sectores claves, ya que los avances en relación a los tratamientos y la atención integral en los distintos procesos de la infección, la convierten junto con la diabetes y a la hipertensión arterial en una enfermedad crónica degenerativa que otorga mayor calidad de vida y de esperanza a quien vive la infección.

Pero no todo ha sido positivo, los cambios en la percepción social que aún se tienen en los distintos estadios por el VIH no pueden  superarse en referencia al mandato de género como su asociación en el imaginario social, ya que las vías de transmisión y las implicaciones que presentan siguen siendo causas por el estigma asociado a la infección y a los actos de discriminación en el ámbito de su desarrollo.

Intenciones erróneas que, en su momento, una iniciativa de ley propuesta por una diputada que hoy se ha desdibujado de la política quiso criminalizar las prácticas sexuales ante una exposición, condicionaba en algún momento a las mujeres a un bien intencionado deseo de protección al asegurar que su proyecto respondía a una preocupación legítima por su rápida expansión, por lo que haber criminalizado las prácticas sexuales no hubiera prevenido que aparecieran nuevas infecciones.

Considero, mi estimado lector, que criminalizar la exposición ante la protección de cualquier virus tampoco las protege de la violencia sexual, como de las posibles violaciones y embarazos a la mayoría de todas ellas; por el contrario, intenciones punitivas que de nuevo pretendan encarcelar a cualquier mujer aumentarían su riesgo ante la posibilidad de una infección, con la consecuencia de ser perseguidas tanto ellas como sus bebés o sus parejas.

Este 8 de marzo en todas las ciudades del planeta habrá celebraciones en torno al Día Internacional de la Mujer, acto que no resolverá nada de nuevo para todas aquellas mujeres que viven con un diagnóstico VIH, ya que son más vulnerables que los hombres por la violencia doméstica y abusos sexuales a los que son sometidas por sus parejas, lo que aumenta no solo el riesgo de contraer VIH, sino también a quienes ya lo contrajeron, padeciendo un 50% más de probabilidades de ser violentadas y hasta privadas de su vida.

Por lo que el martes hagámonos un cuestionamiento…

¿Las felicitamos, o exigimos a las autoridades y a quienes aspiran a gobernar este estado  campañas preventivas más robustas contra el VIH, el derecho a decidir, las violencias y a otras ITS?