EL BESTIARIO

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

En vísperas del Mayo del 68, los matrimonios interraciales eran muy mal vistos o prohibidos en Estados Unidos y en otros lugares del mundo. Hoy, la transversalidad política o transversalismo es una corriente ideológica que defiende la renuncia a identificar sus ideas con el espectro político clásico basado en la distinción izquierda-derecha, declarando una guerra sin cuartel a las ‘castas’ de toda la vida -sin misiles ni armas de última generación , por ahora- apostando por modelos lejanos a la ‘realpolitik’ y cohabitación. Nuestra ciudad será escenario en apenas unas horas de situaciones de ‘Casus belli’, expresión latina con la que se designa que un acto constituye motivo de guerra o de enfrentamiento. En Isla Dorada, Villa Magna, Cumbres…, las niñas de la casa presentarán a sus padres panistas, priistas, perredistas… de toda la vida, a sus futuras parejas heterosexuales, homosexuales…, ex ‘Yo Soy 132’, hoy ‘morenistas’ de AMLO. En uno de los casos que conozco, en el ágape, no faltará, además, un ‘colega’ gallego, que pasa hachís de Ketama, Marruecos y rancios ácidos lisérgicos, LSD, comprados décadas atrás en Ámsterdam, en los nuestro antros del Caribe Mexicano. La ‘mercancía’ no llega de Sinaloa sino de Marbella y San Sebastián, enviada por su ‘viejo’ desde España. Muchos propietarios de discotecas y bares quintanarroenses se quejan de lo poco que se recauda en las barras de bebidas alcohólicas. Ingenua o intencionadamente no visitan los baños de sus locales…

 

Esto puede parecer algo grosero por parte del Comandante Fidel. Sin embargo, los que sufrieron en sus papilas gustativas, los efectos de los platos de quien apodaban el ‘sancochero’, defienden hasta con pasión al guerrillero de Sierra Maestra, en esta leyenda urbana. “Hubiésemos perdido todos el sentido del gusto con el ‘chef’. Le pedíamos unos huevos fritos y no sabemos cómo los hacía. Nadie en el mundo sería capaz de hacerlos tan mal”. Una vez, un español sufrió en propias carnes lo que le estamos diciendo. “Estos no son huevos fritos, son huevos a la mala hostia”, se quejó el ibérico”. A Fidel Castro le disgustaba tanto la labor de su cocinero oficial que, durante una cena le espetó a Andrés Pastrana, entonces presidente colombiano: “No coma nada, luego yo le preparo una buena langosta…”. Imaginemos que durante la cena de Nochebuena, el martes, 24 de diciembre, aparezca algún autocreyente ‘maestro’ y fiebres minimalistas de Ferran Adrià, ‘El Bulli’. Política y dinero son dos temas que “no entran en el protocolo”. Para disfrutar de la comida y que siente bien se deben evitar las discusiones a toda costa, y la política suele dar pie a entablarlas. Por ese mismo motivo no conviene sacar trapos sucios familiares ni temas que resulten conflictivos: ya tratarás otro día la herencia de la tía que regresó de Estados Unidos, ex amante de Donald Trump; la ruptura de la niña y ‘reina’ de la casa con su novio ex heroinómano y ex atracador, todo un relato salvaje de Pedro Almodóvar; y  la salida del armario del ‘machito’ futbolista fichado por el Barça, para jugar la ‘Regional Catalana’, una vez logren emanciparse de la España que les roba y dejen la Liga Española… Hablar de dinero es directamente una vulgaridad, propia de nuevos ricos, pijos de medio pelo y ejecutivillos con exceso de gomina. No te cuezas ni te drogues (antes). No seré yo quien condene a nadie por evadirse de este mundo y sus miserias, a pesar de que me ‘coloco’ con puro refresco. Ahora bien, no pasa nada por contenerse y esperar un poquito. Una cosa es tomarse algo y llegar con un punto, pero sentarse cegatón a la mesa es una falta de respeto a la persona que ha cocinado y a los otros invitados.

Recuerdo la película “Touch of Class”, comedia romántica británica película de 1973 que narra la historia de una pareja teniendo una aventura, que cae en el amor, con George Segal y Glenda Jackson como protagonistas. Siempre surgiría una personan que no se anda con rodeos. Eso podría provocar, como mínimo, una hemorragia diplomática en el núcleo familiar cuya cura necesitaría una amplia inversión en vino, recordar anécdotas del pasado y maledicencias hacia la televisión esa noche. Pero existe una forma de evitar estos accidentes. Puede leer, incluso seguir, estas instrucciones sobre dónde sentar a cada uno con el fin de que el salón de su casa no se convierta en un Despacho Oval de la Casa Blanca, pleno de testosterona y ropajes de Mónica Lewinsky salpicados por Bill Clinton, esposo de la derrotada Hillary Clinton, por culpa de los hackers rusos de Vladímir Putin y Julián Assange, fundador enrollado de WikiLeaks y hoy ‘socio’ de Donald Trump. Fiebres del populismo.

En toda familia empieza a haber ya, como mínimo, uno o dos ex simpatizantes del movimiento ‘Yo Soy 132’ de México, hoy reconvertidos militantes de Morena de Andrés Manuel López Obrador y ‘guerrilleros’ de la IV Transformación de México, o de ‘Podemos’ de España que, en nombre de la regeneración democrática, pedirán que la cuestión de la ubicación de la abuela se discuta mediante una asamblea. Debe presidir la mesa, aunque los motivos que cada uno encontrará para esto pueden ser dispares. Quienes aún le regalan a sus mujeres planchas o aspiradoras, pensarán que la venerable mujer debe presidir para poder estar más cerca de la cocina. Quienes respeten a sus mayores, creerán que esta mujer, que es ‘fresa’ y ‘casta’, debe mantener vivos los privilegios del antiguo régimen y las bases de la cultura de la transición mexicana y española.

El cuñado es un poco el palestino de la mesa. Hay gente que le tiene cierta simpatía porque es repetidamente maltratado por el cabeza de familia, por su esposa, por sus concuñados, por la suegra y, en ocasiones, por el gato también. Pero, a pesar de estar todos de acuerdo en que en su caso no se cumplen las resoluciones de la ONU, que se quedó sin paz y sin territorios y que el bloqueo al que le tienen sometido provoca que, cuando la bandeja de los langostinos llegue a su lugar, solo queden los mustios y que pasara toda la década sin saber qué había dentro de los volovanes, nadie está dispuesto a acogerlo, ni a alimentarlo. A la tercera copa de vino logrará cabrear tanto a sus enemigos naturales como a quienes hasta el momento han optado por una suiza neutralidad. Si la abuela es Reino Unido, la suegra/madre es Estados Unidos, y se sienta dónde la da la gana, a no ser que acuda su hermana (la China de todo esto), a quien debe dinero. Fue en Yalta, la semana del 4 de febrero de 1945, cuando la señora salió clara vencedora del reparto del mundo. Desde entonces, no existe conflicto en los confines de la familia en el que no se implique. Ha convertido el piso de su hija en Estado Libre Asociado -sus integrantes entran en su casa sin visado, pero no pueden votar ninguna decisión vinculante-, tiene derecho a veto sobre la agenda de su marido, sobrevuela la habitación de su hija sirviéndose de ‘drones’, tiene tropas acampadas en el trabajo del yerno y, sistemáticamente, castiga con bombardeos selectivos a cualquier miembro de la prole capaz de iniciar el más mínimo conflicto. Pero el 11 de septiembre de 2001, la señora sufrió un menoscabo gravísimo de su autoridad. Fue entonces cuando su hija anunció que pasaría la Nochevieja en casa de la suegra. Aquel edificio es hoy un solar. Mantiene una relación especial con su madre, de quien se independizó amotinándose a la hora del té y a quien utiliza como aliado en los casos más sensibles.

 

El tío, en sus pocos momentos de lucidez, cordura y sobriedad ejerce del padre que todos quieren y del novio que ninguna tuvo

El tío. Es vital sentarlo lejos del padre de familia y, sobre todo, de los más jóvenes. Ha llegado sin afeitar, con la misma ropa que lucía hace seis días cuando vino a pedir dinero y a vaciar la nevera y al darle un beso a la perra Lola, una Golden Retriever, esta se ha desmayado. Cerca de los jóvenes (las potencias emergentes del asunto, fuertes en crecimiento e inflación pero débiles en diplomacia) es muy probable que termine podando su progresión personal. Cerca de su hermano, padre de esta familia, es muy probable que terminen a puñetazos. Este tío roquero, elemento que toda familia posee y que brilla con especial intensidad durante estas fechas, es una especie de Rusia ‘putiana’, una utopía juvenil -iba para escritor, para músico, para delantero de América o Real Madrid- que terminó en pesadilla colectiva. En sus pocos momentos de lucidez, cordura y sobriedad ejerce de encantador de serpientes, de tío enrollado, del padre que todos quieren y del novio que ninguna tuvo. Pero casi siempre anda intoxicado, resentido con este mundo que jamás le dio lo que merecía. Jura que pronto volverá a ser lo que fue, aunque es muy probable que, simplemente, vuelva en 365 días y esté igual que hoy. De madrugada le mandará un ‘WhatsApp’  a su ex (Ucrania) y, gracias al maravilloso corrector del teléfono, le escribirá: “Hoja de ruta”.

El padre es Grecia, y solo se sentirá cómodo y adaptado cuando termine la cena y pueda bajar al bar a tomarse la última con sus colegas del trabajo: Irlanda, España, Italia y Chipre. Una vez fue la cuna del pensamiento, el ágora en la que todos se reunían para oírle hablar sobre cualquier cosa. Era el lugar del que procedían los mitos, el guardián de la democracia y de la memoria. Un dios de dioses. Pero llegó 2007 y se descubrió que había estado gastándose el dinero de la familia en ladrillos de Lego y en juergas tropicales y casinos de nuestra ciudad de Cancún. Perdió todo el crédito y tuvo que ser intervenido. Le quitaron las tarjetas de crédito y la última prueba del colesterol le dejó bajo la amenaza de unas navidades a base de pavo frío, lechuga orgánica y cerveza sin. Desde entonces, le vigilan los gastos, los triglicéridos y el vino que consume en la mesa.

 

No hay mesa navideña que se precie sin la presencia de un descastado, de alguien que no tiene relación sanguínea con la familia

Los hijos son el futuro. La generación mejor preparada de la historia. Un Mercedes en el garaje o un Ferrari que circula por un camino de cabras. Son Indonesia, Suráfrica, India o Brasil. La táctica consiste en repartirlos estratégicamente por la mesa, al contrario de lo que reclamaba la tradición, que los arrinconaba o incluso los ubicaba en una mesa aparte. Así se evita que conspiren entre ellos para derrocar el viejo orden mundial, como hicieron en 1955, cuando se reunieron en Bandung (Indonesia) para crear una de las instituciones más letales y peligrosas para el desarrollo de la geoestrategia del siglo XX: La Organización de Países No Alineados. Entonces, llegaron imbuidos por la ideología de Gandhi. Ahora, probablemente, lo harían a través de las enseñanzas de Mark Zuckerberg o, si son listos. Tras el segundo turrón y antes del tercer villancico habrán huido rumbo a algún bar, para santificar esta reciente tradición de huir de la casa familiar para beber y olvidar aquello infalible de que los amigos los escoges, la familia, no.

El amigo del hermano. No hay mesa navideña  que se precie sin la presencia de un descastado, de alguien que no tiene relación sanguínea, ni legal, con la familia, y que, cual perro abandonado o fan de la banda rockera británica Dire Straits o del maldito escritor norteamericano ‘angelero’ Charles Bukoswki, aparece en la mesa como buena obra del año. Según su peso, no es descartable zampárselo. Normalmente, acostumbra a ser un amigo de alguno de los hijos en edad postadolescente. Por el bien de la cena, se recomienda que el muchacho hable el idioma y esté familiarizado con la forma en que se pelan los camarones o langostinos. A la hora de sentarlo, hay que entender que el chaval o la chavala pueden ejercer de país no alineado, una suerte de zona de exclusión aérea que evite las hostilidades entre elementos con rencillas pendientes (imaginen Ucrania, si tienen narices), pero se corre el riesgo de que el tipo sea japonés o chileno, lo que garantiza que en un nanosegundo habrá conseguido crear conflictos territoriales con cualquiera de sus vecinos. Le negará la salida al vino al comensal que haya a su derecha, reclamará la soberanía de la cesta de pan… Pero felicitará las pascuas dos veces a cada cara que encuentra en la mesa.

El gran momento culinario del año se acerca, por lo que es hora de ofrecer una serie de claves para navegar en ese mar tormentoso que son las Nochebuenas familiares. Si sigues los mandamientos que, en plan Moisés de la eterna película del director Cecil B. DeMille y el actor Charlton Heston, expresidente también en sus horas no bíblicas de National Rifle Association (Asociación Nacional del Rifle), desde la que defendió ardientemente el derecho a la libre posesión de armas de fuego en Estados Unidos, describiremos tus posibilidades de hacer el ridículo disminuyen radicalmente. Te lo dice alguien que los ha incumplido casi todos con resultados desastrosos. ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! En el País Vasco decimos Zorionak eta Urte Berri On! En nuestro Yucatán, Utzul mank’inal.

 

Las improvisaciones de última hora, en plan “le pongo un chorrito de esto y una gota de lo otro”, suelen producir ‘bebercios’ tóxicos

El gran momento culinario del año se acerca, por lo que es hora de ofrecer una serie de claves para navegar en ese mar tormentoso que son las Nochebuenas familiares. No hagas los fritos tres horas antes. En el caso de que hayas cometido la imprudencia de incluir rebozados en el aperitivo debes asumir las consecuencias y tratar de freírlos en el último momento, aun a riesgo de oler después a ‘Eau de Croquette’. Una fritanga que lleve tiempo hecha es el peor inicio posible para un menú. Y lo peor de lo peor es un frito que ha estado tapado: la condensación por el calor habrá hecho que se humedezca y el rebozado se haya quedado blando, pastoso, grasiento y repugnante. No improvises el cóctel. Mola servir un cóctel antes de cenar, pero mejor si lo piensas un poquito antes y, sobre todo, lo pruebas. Las improvisaciones de última hora, en plan “le pongo un chorrito de esto y una gota de lo otro”, suelen producir ‘bebercios’ intragables. Un ex cuñado de la localidad zamorana de Toro, en España, tierra del pan y tierra del vino, era un gran aficionado a innovar en este terreno justo antes de la cena, y sólo los miembros más alcohólicos de la familia pasaban de un sorbo con sus espantosos cócteles de champán.

No te creas Ferran Adrià. La experimentación y la libertad creativa están muy bien… cuando no tienes a toda la familia cenando en casa en una fecha señalada. Si controlas mucho de cocina, da rienda suelta a la imaginación. Si no, reprime al cocinero molecular que llevas dentro y limítate a lo seguro o a lo que ya hayas cocinado otras veces con buenos resultados. Recuerda, además, que las uvas rellenas de foie con espuma de garnacha y coco caramelizado pueden no gustarle a la abuela y provocarle una mortal indigestión. No muerdas las patas del marisco. Diez de cada nueve dentistas recomiendan Colgate y no partir las patas del marisco con la boca. No sólo estarás castigando tus molares, sino que ofrecerás un espectáculo muy poco apetitoso para el que esté enfrente. Usa un instrumento adecuado para ello -un cascanueces vulgar y corriente vale- y luego chuperretea discretamente. Tampoco es bonito, pero no se debe renunciar al placer por motivos estéticos. No administres cafeína a los niños. Ni cafeína, ni ningún otro tipo de droga estimulante. Los niños ya son un elemento suficientemente radioactivo en Navidad como para encima darles coca-cola o chocolate. Evita cualquier tipo de sobreestimulación y, durante la cena, no te empeñes en que coman ni les obligues a aguantar horas en la mesa como si fueran adultos. Cuanto antes se vayan a jugar y dejen de dar el coñazo, mejor.

No te apiporres. Meterse 3.000 calorías en la cena de Nochebuena quizá tuvo algún sentido en la posguerra, cuando se pasaba frío y hambre en el invierno. Ahora que estamos todos como morsas cebadas, no. “Celebrar” no es sinónimo de “llenar la andorga hasta que se te salga el turrón por la boca del esófago”. Tampoco es cuestión de ponerse a hacer la dieta Dukan justo esa noche, pero la comida sabe mucho mejor si se toma en cantidades moderadas. Además no hay que olvidar que la comilona del día siguiente rellenará cualquier posible hueco. No te cuezas ni te drogues… No pasa nada por contenerse y esperar un poquito. Una cosa es tomarse algo y llegar con un punto, pero sentarse cegatón a la mesa es una falta de respeto a la persona que ha cocinado. Si el que cocinas eres tú, un vinito vale, pero el consumo irresponsable de alcohol y drogas mientras trajinas con las cazuelas no es lo más recomendable: recuerda que no eres Anthony Bourdain ni un Juan Mari Arzak.

 

“No es verdad que me dé náuseas la Navidad, me conmueve la madre el niño, la mula y el buey…”, cantan Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina

Este próximo 27 de diciembre, el cantautor catalán, Joan Manuel Serrat cumplirá años, 76. Su compañero, el golfo poeta andaluz, Joaquín Sabina, quien festejarán sus 70 ‘tacos’, el próximo 12 de febrero. Ambos nos regalaron una canción de ‘Navidad’ peculiar… “No es verdad que me dé náuseas la Navidad/ me conmueve la madre el niño, la mula y el buey/ lo que pasa es que estalla/ una bomba en noche en la noche de paz,/ lo que pasa es que apesta/a zambomba el mensaje del Rey./El portal de Belén es un zulo virtual/pero en vez de turrón este invierno me como un marrón/ unos hígados chumbos envueltos en papel albal/y Gaspar en lugar de una bici, me pone carbón./Ojalá no abrasara el calor del hogar/cómo hacer cuando toca reír/si me da por llorar corazón/no me quieras matar corazón/sé de sobra quién paga y quién cobra/quien hace vudú, quien satura el cubo/de basura de tu cotillón/ San José se enfadó con el padre del niño Jesús…”.

‘Guess Who’s Coming to Dinner’, en español,  ‘Adivina quién viene a cenar’ es una película de comedia dramática​ estadounidense de 1967, producida y dirigida por Stanley Kramer y escrita por William Rose. Está protagonizada por Spencer Tracy, Sidney Poitier y Katharine Hepburn. La película fue una de las pocas películas de la época en describir positivamente un matrimonio interracial, ya que este había sido históricamente ilegal en la mayoría de los estados de Estados Unidos, y aún era ilegal en 17 de estos, en su mayoría del sur, hasta el 12 de junio ​​de 1967, seis meses antes del estreno de la película, aproximadamente dos semanas después de que Tracy interpretara su escena final y dos días después de su muerte, cuando la Corte Suprema anuló las leyes contra el mestizaje en el caso Loving contra Virginia. Mildred Loving, una mujer negra, y Richard Loving, un hombre blanco, habían sido condenados a un año de cárcel en Virginia por haberse casado. Su matrimonio violaba las leyes antimestizaje del Estado, la Racial Integrity Act de 1924, que prohibía todo matrimonio entre personas clasificadas como “blancas” con personas clasificadas como “de color”. La Corte Suprema determinó de forma unánime que tal prohibición era inconstitucional, dando marcha atrás con respecto al criterio del caso Pace contra Alabama (1883) y poniendo fin a toda restricción legal del matrimonio basada en la raza en el país. El fallo provocó un aumento de los matrimonios interraciales en Estados Unidos y se conmemora anualmente cada 12 de junio con el Loving Day. Desde 2013 comenzó a citarse como precedente en discusiones relativas a las restricciones al matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos, incluyendo el fallo de 2015 del caso Obergefell contra Hodges que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.

 

Los padres progresistas que le han inculcado la idea de la igualdad racial, están molestos porque su hija  planea casarse con un hombre negro

Las leyes antimestizaje en los Estados Unidos han estado vigentes en algunos estados desde la época colonial. El matrimonio con un esclavo negro nunca fue legal. Durante la época de la Reconstrucción en 1865, los llamados Códigos negros a lo largo de los siete estados sureños declararon ilegal el matrimonio interracial. Las nuevas legislaturas, dominadas por el Partido Republicano, en seis estados, derogaron las leyes que prohibían el matrimonio interracial. Cuando el Partido Demócrata volvió al poder, la prohibición volvió a imponerse. En 1967, 16 estados sureños tenían aún leyes segregacionistas. El inesperado regreso sin anunciar de Joanna Drayton (Katharine Houghton) de unas vacaciones en Hawaii causa un gran revuelo cuando trae a su nuevo prometido a su hogar de clase alta en San Francisco en 1967. Él es John Prentice (Sidney Poitier), un médico viudo y de raza negra. Los padres de Joanna, el editor de periódicos Matt Drayton (Spencer Tracy) y su esposa, la propietaria de una galería de arte, Christina Drayton (Katharine Hepburn), son supuestos progresistas que le han inculcado la idea de la igualdad racial. A pesar de que tratan de ocultarlo, los padres de Joanna y, en particular, su padre, inicialmente están molestos porque ella planea casarse con un hombre negro. La ama de llaves negra de los Drayton, Tillie, está aún más horrorizada, sospechando que John está tratando de “sobreponerse” al casarse con una mujer blanca.

Joanna es ajena a las reacciones de sus padres que se sienten inquietos por su compromiso con John, ya que nunca pensaron que su elección sería un hombre negro, y aún más perturbados por la decisión de John de que si los padres de Joanna no aceptan el compromiso ese día, entonces él terminará la relación. Además de la situación, Joanna, que al principio tenía la intención de unirse a John en unas pocas semanas en Ginebra para su ceremonia de matrimonio planificada, cambia de parecer y decide irse esa misma noche junto a John. Además, invita a los padres de John a cenar, para que todos puedan conocerse. Además, John se ve obligado a revelar que aún no le había dicho a sus padres su intención de casarse con una mujer blanca. El compañero de golf de Matt, monseñor Mike Ryan, un obispo católico, pasa a la casa de los Drayton luego que Matt cancelara su cita para jugar al golf. Después de enterarse de John, comparte el entusiasmo de Joanna por las nupcias pendientes y le cuenta a su padre. Sin embargo, Matt dice que no puede darle a la pareja su bendición: teme que Joanna se vea perjudicada por el prejuicio que John y ella seguramente encontrarán. Mientras tanto, uno de los empleados de Christina en su galería, Hilary, que se había encontrado brevemente con John y Joanna más temprano en el día, se detiene en la casa de los Drayton para expresar su desaprobación por la relación, y aunque Christina todavía no está segura de sus propios sentimientos sobre el asunto, está tan ofendida por el racismo de Hilary que ella la despide en el acto. Más tarde, cuando se viste para la cena, Christina comparte con Matt su apoyo a Joanna, incluso si eso significara tener que pelear con su esposo. Los cócteles en casa de los Drayton se parecen a un juego de sillas musicales, por los diferentes grupos de personajes parentales. Las madres generalmente expresan más fe en sus hijos que los padres. Estos expresan que se necesitan más de unas pocas horas para tomar una decisión adecuada, pero la madre de John saca a relucir su idea de lo que los hombres están perdiendo la clave la situación: la pasión. Cuando el anciano Prentice le dice a John que está cometiendo un gran error, su hijo le contesta que se ve a sí mismo como un hombre negro, mientras que él se considera a sí mismo como un hombre. La señora Prentice le dice a Matt que su esposo y él, al envejecer, han olvidado lo que es sentir pasión romántica. Si lo recordaran, verían que en sus hijos es más importante que cualquier problema racial. Después de pensar sobre la situación y su conversación con la señora Prentice en particular, Matt llama a todos para hacer un anuncio. Él dice que no importa lo que todos los demás puedan pensar acerca de que John y Joanna se casen; lo único que importa es que se amen. La película termina con las dos familias y Monseñor Ryan finalmente sentándose a cenar.

 

“¿No quieren un ajo o una estrella, LSD? Te da un colocón de puta madre, te deja la lengua y el cogote paralizado durante doce horas”

Cuando me enteré de la presencia del narcomenudista de hachís y ácidos lisérgicos y me describieron a su padre, me vino a la memoria una anécdota que nos ocurrió con el ‘viejo’, en una terraza de San Sebastián, junto a la Parte Vieja, cerca de la Plaza de la Constitución. Estaba  tomando unos txakolís, vino blanco procedente de la localidad costera de Getaria, de la bodega de Txomin Etxaniz, con el psiquiatra y jefe del Centro de Salud Mental de Eibar, Pablo Gallastegui y con el poeta maldito Leopoldo María Panero Blanc. Había editado días a atrás sus ‘Poemas del manicomio de Mondragón’. Corría el 1987. Fue el arquetipo de un malditismo cultivado tanto como repudiado. El joven Leopoldo María, al igual que tantos descendientes de los prohombres del régimen franquista (Javier Pradera y Rafael Sánchez Ferlosio, por ejemplo), se sintió fascinado por la izquierda radical. Su militancia antifranquista constituyó el primero de sus grandes desastres y le valió su primera estancia en prisión. Tuvo una formación humanista, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y Filología francesa en la Universidad de Barcelona. De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas: desde el alcohol hasta la heroína -a la que dedicaría una impresionante colección de poemas en 1992-, ninguna le es ajena. Viajero incansable, anduvo por los caminos del hippismo de los setenta, una época en que era imprescindible pensar en la India y visitar el fascinante mundo africano de Tánger y Marrakech.  En los años 1970 fue ingresado por primera vez en un psiquiátrico; había empezado a desarrollar una esquizofrenia en la cárcel. Las repetidas reclusiones no le impidieron desarrollar una copiosa producción no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista y narrador. A finales de la década de los 80, cuando por fin su obra alcanzó el aplauso de la crítica entendida, ingresó permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón. Casi diez años después, se estableció, por propia voluntad, en la unidad psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria o, como él lo llamaba, El manicomio del Dr. Rafael Inglott, donde por fin pudo descansar. Desde entonces, la Facultad de Humanidades de la Universidad de Las Palmas se convirtió en su refugio, donde encontró la amistad de algunos profesores y estudiantes que le convidaban a vivir sin sentirse un marginado hasta su fallecimiento, el 5 de marzo de 2014. Leopoldo Panero Panero ofrece una ‘suerte de poética’: “Contrastar la belleza y el horror, lo familiar y lo unheimlich (lo no familiar, o inquietante, en la jerga freudiana). El arte no consiste sino en dar a la locura un tercer sentido; en rozar la locura, ubicarse en sus bordes, jugar con ella como se juega y se hace arte del toro, la literatura considerada como una tauromaquia: un oficio peligroso, deliciosamente peligroso”.

“¿No quieren un ajo o una estrella, LSD? Te da un colocón de puta madre, te deja la lengua y el cogote paralizado durante doce horas”, nos detalla el narcomenudista. El ácido lisérgico es una sustancia reconocida por su valor como precursor de varios alcaloides naturales y del cornezuelo de centeno.  Sintetizado por primera vez por Albert Hofmann en 1938, el LSD se convirtió en una herramienta habitual entre los psicólogos y psiquiatras de los años 50 y 60 del siglo pasado. Pero su creciente uso como droga recreativa (los hippies, el ‘Lucy in the Sky with Diamonds’ de los Beatles…) llevó a las autoridades a declarar su tráfico y consumo ilegales primero en EE UU y después en el resto del mundo. La prohibición cercenó los muchos caminos que la ciencia estaba explorando sobre la droga. Solo recientemente, y con muchos obstáculos, se vuelve a estudiar el LSD y otras sustancias psicotrópicas como la psilocibina (hongos) o fenetilaminas como la mescalina, sus efectos sobre el cerebro y sus posibilidades para la ciencia.

Ante la ‘oferta comercial’ de ajo o estrella, que es como se denominada el LSD, Leopoldo le comenta jocosamente: “¿No tendrás algo más fuerte? No sé, algo que te por ejemplo un embolia cerebral que te deje medio cuerpo paralizado…”. Reímos la ocurrencia del ‘loco’ Panero. El ‘camello’, presto, se marchó mosqueado, profiriendo algunas maldiciones gitanas, propias de Marbella y Puerto Banús, de su Andalucía natal. “¡Mal rayo te parta! ¿No te matará Dios! ¡Ojalá se os caigan los ojos como a las ranas!”. Esta última frase me dejó pensativo durante varios días, mirándome varias veces al espejo, para cerciorarme que los ojos permanecían sin caerse. Cuando regresé a día siguiente al periódico y le comenté al director comercial que andaba intentando contactar comerciales para mejorar la venta y publicidad del periódico. “El joven que nos quería vender el lisérgico creo que hubiese sido un excelente comercial. Si es capaz de vender un producto que te deja la lengua y el cuello paralizado, es capaz de vender una televisión que no se vea, una radio que no se oiga, un periódico con papel en blanco si imprimir…”.

 

Los que no han encontrado la media naranja ni un medio melón que les consuelo exigen incluso un San Valentín para solteros

En estos días de Navidad y Año Nuevo salen a la luz los cada días más abundantes y más sospechosos solteros y solteras, que no dudan en despreciar los actos conmemorativos familiares, distorsionados con tatos mensajes de mercadotecnia de mil y un tiendas  que se juegan su cuenta de resultado anual y de su permanencia en el mercado en las facturaciones que logren hasta después de Reyes… Esos cada días menos raros ciudadanos que viven solos son ‘interrogados’ por una incontrolada metiche o maruja que le obligan a responder del por qué no han encontrado la horma de tu zapato o por qué las mujeres o los hombres solo te han querido utilizar para el sexo duro. La ‘periodista’ pensará, primero, sin ningún género de dudas que el hombre cuestionado será homosexual. Lo único que les puede salvar son unas buenas manchas de grasa en la camisa, un descosido en el pantalón o que le intenten meter mano a la obsesiva-compulsiva que no para de preguntar por qué viven solos. En la antigua Grecia, Cupido era conocido como Eros, el hijo joven de Afrodita la diosa del amor, la belleza y la fertilidad; a la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia. Charles Bukowski, con sus libros rebosantes de transgresión amable, defendía que somos libres a tope, si somos capaces de amar y ser amados, el papa Francisco leyó también al maldito escritor y poeta  alemán, nacionalizado estadounidense. La obra literaria de Bukowski está fuertemente influida por la atmósfera de la ciudad de Los Ángeles, donde pasó la mayor parte de su vida.

Todos sabemos que ahora la Navidad más larga del mundo, la mexicana -en julio ya se oían villancicos en algunos establecimientos de Cancún- y en apenas unas semanas, los Reyes Magos y San Valentín, son una creación diabólica de los grandes almacenes para vender tarjetas de felicitación con fotos de niños diciendo cursiladas, cajas de bombones en forma de corazón y ropa interior sexy que casi nunca se usa. Sin embargo, no puede negarse que son unas festividades que han calado en la sociedad, que han acabado por encarnar los valores del amor familiar y de los enamorados. Y que, por lo tanto, supone una clara e intolerable discriminación para los colectivos marginados. Sin ir más lejos, el de los solteros, sin compromiso. En estos tiempos que se imponen los bautizos para agnósticos y los bar mandamientos, mitzvah para gentiles, los que no han encontrado la media naranja ni un medio melón que les consuele, piden enérgicamente un pequeño hueco en estas celebraciones, exigiendo incluso un San Valentín para solteros. Los que no estén en esa situación no pueden entender el escalofrío que les recorre el cuerpo a los que, pasada una determinada edad, deben contestar casi a diario a la archimanida pregunta sobre su estado civil. Si no fuera porque se han encontrado en esa situación un millón de veces probablemente se sentirían como si estuvieran en una reunión de alcohólicos anónimos confesando: “Sí, tengo un serio problema con la bebida”.

 

“Este tío es gay, “soltero maduro, puto seguro”; o es un sabio, “soltero y cuarentón, que suerte tienes bribón”

¿Pero soltero, soltero? ¿No has estado nunca casado? Estas suelen ser las siguientes preguntas de rigor. Suele ser habitual el utilizar ese término absurdo que se utiliza últimamente: single (soltero, solo, uno, individual, solitario, singular…). En nuestros tiempos de juventud single era exclusivamente un disco fonográfico de corta duración, de dos canciones, a 45 revoluciones y no a 33 como los LP grandes, donde aparecía siempre en la cara A la canción más comercial de la grabación y que, normalmente, daba título a todo el trabajo. En la B, era una obra de puro relleno. Esta parte nunca se rayaba, por haberla condenado al olvido. A pesar de mi formación periodística, no lejana muchas veces a la publicitaria, no me gustan los absurdos eufemismos que se utilizan para llamar a las cosas que ya tienen nombre. Si no has estado casado eres soltero, si has estado casado y ya no lo estás eres un divorciado, y si eres viudo, mis condolencias pero esa es la palabra que se utiliza. ¿Pero vivirás con alguien, no? Llegado este punto lo mejor es negar con un movimiento de cabeza sin entrar en más explicaciones del tipo: “Vivía con una novia pero lo dejamos o sigo viviendo en casa de mis padres porque la cosa está muy achuchada”.

Si el interlocutor es un hombre, lo más probable es que el interrogatorio acabe ahí aunque, sin ninguna necesidad de ser telépata, puedes adivinar que está pensando: primero, este tío es gay, como dicen en la España del esperpento, “soltero maduro, puto seguro”; segundo, es un sabio, la vieja escuela de “soltero y cuarentón, que suerte tienes bribón”. Se imaginará, casi siempre erróneamente, una vida de vicio y perversión en la que uno se levanta junto a una diosa de largas piernas diferente cada mañana.

 

También cabe la opción de que seas un psicópata, que va a intentar descuartizarla como si fuera un discípulo de ‘John el yihadista’ de ISIS

Sin embargo, si la interlocutora es una mujer, es casi seguro que no se va a conformar con una explicación vaga y continuará con el interrogatorio. ¿Por qué no te has casado? Puede pensar, en plan condescendiente que eres un raro. Seguro que es de los que no puede vivir sin las lentejas con chorizo de su madre. Es un obseso de sus libros llenos de polvo y comején, capaces de provocarte un enfisema pulmonar, de los comics de Malfalda o Astérix y Obélix o de sus colecciones siempre incompletas de vitolas de puros habanos, desaparecidos sellos de filatelia por culpa de la Red, de sus viejísimas botellas avinagradas de vinos de su Rioja o Ribera del Duero, por culpa de la edad y no de los malos corchos como repite hasta la embriaguez, rayando al ‘delirium tremens’. Por su mente pasará la idea de un maniático. Debe de ser de esos que tiene las camisas ordenadas por colores y le puede dar un ataque de urticaria si se encuentra una pestaña en el lavabo. Un golfo no es descabellado pensar. También cabe la opción de que seas un psicópata, que va a intentar descuartizarla a la menor ocasión y que expondrá su cabeza disecada, como si fuera un discípulo de ‘John el yihadista’ de ISIS, en algún rincón secreto de su siniestra mansión junto al de otras incautas. Es dura la vida del ‘chicoviejo’ como dicen peyorativamente en España. Como verán, un soltero, sin abrir prácticamente la boca ya ha sido juzgado, condenado y, muchas veces ejecutado. ¿Se merecen o no una festividad que conmemore la incomprensión a la que se ven sometidos?

El papa argentino Francisco quiere recristianizar la fiesta de San Valentín. Recuerdo el festejo multitudinario del ‘Día de los Enamorados’ celebrado hace unos años en la plaza de San Pedro. Roma busca devolver un sentido religioso a una fiesta de moda hoy en el mundo pero con fuertes rasgos consumistas: una ocasión muy especial para los negocios de los rubros flores, tarjetas, chocolates, peluches, lencería y hasta joyas. Ni hablar de las reservas en restaurantes. . No faltará quien tilde de populista al Papa por este tipo de iniciativas; lo cierto es que Francisco no elude ninguna problemática actual, pero privilegia el gesto y la acción. En tiempos de creciente laicidad, y en que cada vez más matrimonios terminan disueltos, Jorge Mario Bergoglio, el ‘revolucionario’ de la ‘Primavera del Mate’ quiere revalorizar el casamiento cristiano y, para ello, mejor empezar por el principio, generando un espacio para todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes que deseen poner su compromiso en manos de Dios y de la Iglesia. Recuerdo con cariño a Charles Bukowski, escritor y poeta estadounidense nacido en la Alemania de nuestro Viejo Continente, cuando escribo esta columna. Los años de nuestra adolescencia, que siguieron al Concilio II, de Juan XXIII y Pablo VI, se empaparon de algunos autores malditos, como los llamábamos en los turbulentos 70, tras la bronca del Mayo del 68 de nuestra capital cultural europea, París. Bukowski nos dejó abundante literatura, rebosante de transgresiones amables, para mantener encendida la ilusión de que somos libres a tope, si somos capaces de amar y ser amados. Francisco leyó también a Charles Bukowski, fallecido en Los Ángeles un 9 de marzo de 1994.

Heinrich Karl Bukowski , nacido en Andernach, el 16 de agosto de 1920, a menudo fue erróneamente asociado con los escritores de la Generación Beat, debido a sus similitudes de estilo y actitud. La escritura de Bukowski está fuertemente influida por la atmósfera de la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida, Los Ángeles. Fue un autor prolífico, escribió más de cincuenta libros, incontables relatos cortos y multitud de poemas. A menudo es mencionado como influencia de autores contemporáneos y su estilo es frecuentemente imitado. Fue un personaje extremadamente excéntrico y arrebatado. Murió de leucemia en 1994, a la edad de 73 años. Hoy en día es considerado uno de los escritores más influyentes y símbolo del ‘realismo sucio’ y la literatura independiente.

 

“Estamos aquí para tomar cerveza, matar la guerra, reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos”

La obra de Charles Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas. Se le acusó de practicar un estilo soez como mero exhibicionismo literario y de reiterar sus obsesiones de modo efectista. Otros críticos, en cambio, realzaron su autenticidad y su condición de escritor maldito. ‘Factótum’, ‘Escritos de un viejo indecente’, ‘Mujeres’, ‘Música de cañerías’, ‘Ordinaria locura’, ‘La máquina de follar’, ‘Ausencia del héroe. Relatos y ensayos inéditos 1946-1992’, ‘Pulp’… son algunos de sus títulos más famosos. Estas son algunas de sus frases: “La definición de la vida es problemas”; “Mi ambición está limitada por mi pereza”; “El hombre ha nacido para morir. ¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el colectivo. Esperar que canten los ratones. Esperar que a las serpientes les crezcan alas. Perder el tiempo”; “Cuando el espíritu se desvanece aparece la forma”; “El dinero siempre tiene dos inconvenientes: demasiado o demasiado poco”; “Se empieza a salvar el mundo salvando a un hombre por vez; todo lo demás es romanticismo grandioso o política”; “Alguna gente no enloquece nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben tener”; “Casi siempre lo mejor de la vida consiste en no hacer nada en absoluto, en pasar el tiempo reflexionando, rumiando todo ello. Quiero decir pongamos que alguien comprende que todo es un absurdo, entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es un absurdo y la consciencia de ello es lo que le otorga sentido. ¿Me entienden? Es un pesimismo optimista”; “Sé lo bastante bueno en cualquier cosa y te crearás tus propios enemigos”; “Por supuesto que es posible amar a un ser humano si no lo conoces demasiado”; “Algunos perros que duermen a la noche deben soñar con huesos y yo recuerdo tus huesos en la carne o mejor en ese vestido verde oscuro y esos zapatos de taco alto negros y brillantes”; “No sentía rencor alguno hacia la sociedad porque no pertenecía a ella”; “Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí”; “El amor es una niebla que se quema con el primer sol de la realidad”; “Incluso en el hipódromo veo correr a los caballos y me parece que no tiene sentido”; “Nunca sentía soledad; cuanto más separado de la especie humana se encontraba, mejor se sentía”; “Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos”; “Un intelectual dice una cosa simple de un modo difícil. Un artista dice algo difícil de modo simple”; “Nuestra sociedad la hemos formado con nuestra falta de espíritu; es como si nos la mereciésemos”…

‘Adivina quién viene a cenar’ en Nochebuena a la casa de Cancún, no es el negro Sidney Poitier sino un novio de Morena y un ‘colega’ gallego…

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