Por: Niza Puerto

Ahora que se cumplen los primeros dos años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, por supuesto que es momento para la reflexión, para preguntarnos si en realidad es la mejor opción que tuvimos los mexicanos, si vamos por el rumbo correcto, si ha logrado cumplir con sus promesas de campaña.

Francamente yo fui una de las que no votó por el hoy presidente de la República y la verdad hasta yo he quedado sorprendida de la forma de gobernar de López Obrador. Al ver que luego de tres oportunidades, al fin ganó el tan anhelado cargo, pensé que al menos cumpliría con sus promesas de campaña.

Ilusamente –y repito, sin haber votado por él– pensé: “Al menos este señor va a bajar el precio de la gasolina, de la energía eléctrica y del gas”, ya que así lo prometió una y mil veces en cada acto de campaña como merolico. Y no, resultó que no fue cierto, que no bajó ni uno, ni el otro y tampoco el tercero.

Imagínese, yo no voté por él y me dieron ganas de darme de topes contra la pared el día que dijo que no, que no bajaría el precio de los energéticos… Me va a disculpar, pero esta cabecita a veces tan majadera ante tales circunstancias, estalló: “¡qué poca madre!”.

Pero la canción no quedó ahí, no, aún más rabia sentí aquel día que en sus mañaneras o en algún evento –la verdad no recuerdo bien– López Obrador dibujó esa sonrisita cínica que le caracteriza para decir: “Es el colmo que aquellos que subieron el precio de la gasolina, hoy me critican para que la baje”.

Ese día yo no sólo supuse, estuve totalmente convencida que era el fin de AMLO, que su presidencia sólo iba a durar unos cuantos días y que la gente, los mismos 30 millones que votaron por él y los otros 90 millones que no lo hicimos, íbamos a exigir su renuncia.

Pero no. En ese momento aún no me percataba del terrible cambio que había sufrido este país, una lobotomía inexplicable en la que, en ese momento, sólo lo pude digerir así: una masa de seres humanos actuando de manera robótica, o como zombis, o hechizados…

Más tarde, en un evento realizado a finales del año pasado en Cancún, especialistas realizaron un panel dedicado al gobierno de AMLO, y fue ahí donde explicaron bien esta situación, esta polarización tan marcada y no es más que -otra vez- el poderoso caballero, Don Dinero ¡Claro que sí, cómo no!

Y es que ahí los panelistas explicaron que el gobierno de López Obrador regala dinero a por lo menos 25 millones de personas, entre ancianos, ninis, discapacitados y estudiantes, e hicieron una ecuación muy sencilla: Esa cantidad de “beneficiados” súmele al menos dos familiares a cada uno, es decir, AMLO tiene comprado un ejército de 75 millones de mexicanos. De ahí los bots en redes dados a conocer por Twitter.

De tal manera que aquel adalid del combate a la pobreza, a la desigualdad es quien más se aprovecha de ésta, regalando unos pesitos a la gente vulnerable, suficientes para comprar la conciencia pero –que quede bien claro– jamás para sacarlos de su precaria situación económica.

Digo, si el voto antes era comprado por el PRI sólo en el día de las elecciones a través de una torta y un frutsi, imagínese ahora que le regalan a estas personas 2 mil 500 pesotes cada dos meses, los cuales, se dice, ya no son para una torta y un frutsi, no, ahora son utilizados para una buena borrachera o, en el mejor de los casos, para devolverlos íntegros a través de la CFE.

En fin, sugiero que se haga una profunda reflexión, que se piense si en realidad eso vale el país; si lo mejor es continuar con la burla de las mañaneras y con sus “periodistas” a modo que no saben ni leer las preguntas hechas por el mismo AMLO, quien así se hace las preguntas y las responde. Ver la actuación del gobierno en esta pandemia en la que no dio nada a nadie, no le importó el sector productivo ni los millones de empleos que éste brinda y que más bien, antepuso su sempiterna campaña de proselitismo que durará más que el coronavirus en la tierra.

Definir si lo mejor para México es el divisionismo, la polarización de los “fifís contra los chairos”, en un encono en redes que no tarda en convertirse en guerra física. Si debemos aceptar la nueva corrupción lo mismo de los hijitos consentidos, que de Bartlett y Eréndira, que por cierto están mucho peor que La Gaviota.

Ya mejor no hablamos del trato al Cártel de Sinaloa ni la sumisión con Donald Trump (ni siquiera con Estados Unidos).

Piénselo, reflexione y vea el país que queremos entregar a las próximas generaciones. Mientras tanto, le recuerdo que el próximo año hay elecciones y en dos años la revocación de mandato.