LA COVACHA DEL AJ MEN

CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN

 

Antecedentes

El 12 de Julio de 1562 y en la ciudad de Maní, Yucatán, Fray Diego de Landa quemó decenas de códices en un “Acto de Fe”. El agravio del inquisidor fue tan escandaloso, que enfrentó un juicio en España, pero no fue castigado, se le exoneró cuando en un viaje a Barcelona, sustentó su depredación cultural en una “Breve Papal” que puntualmente autorizaba a los provinciales —como él —, para que en nombre de la Fe Católica, ejercieran la función de inquisidores.

Cuatro años después, Diego de Landa reconoció su agravio y con la voluntad de dos ilustres nobles mayas: Juan Nachi Cocom y Gaspar Antonio Chi, dejó un sucinto testimonio de los usos y costumbres de los mayas del siglo XVI.

Cuando se refirió a la escritura maya, Landa ajustó los jeroglíficos a su concepto de escritura lineal, supuso que los mayas históricos escribían como él y elaboró un alfabeto. Encontró múltiples dificultades para adaptar la fonética maya peninsular a su concepto de vocales y consonantes; nos legó tres tipos de “A”, dos “B”,“O”, “U”, “X” y “L”. Una de los dos “B”, se representa con un pie. Camino en maya ta’an se dice “Beh”, para los informantes mayas, el sonido de la consonante “B” —pronunciada por el castellano que hablaba Landa— estaba más cercano a la idea del“Beh” (camino) que a la de una consonante “B”.

Hoy sabemos que Diego recopiló un silabario más que un abecedario y que la escritura maya se compone de signos logográficos (los iconos se pronuncian como palabras, por ejemplo: la imagen de un jaguar, se pronuncia “Balam”, que significa jaguar) y de signos semánticos (los iconos forman sílabas).

Los escritores mayas combinaban los dos tipos de signos y utilizaban un lenguaje polisemántico (las palabras adquieren diferentes significados según el contexto del discurso).

 

I

En 1851, León de Rosny encontró junto a una chimenea un paquete que indicaba “Pérez” y contenía un fragmento de un códice maya que había perdido su capa de cal por lo que se había perdido parte de su contenido; sin embargo, aún eran visibles las representaciones zodiacales de 7 de los trece animales míticos del cielo maya. Actualmente se  le conoce como Códice París.  En 1860, apareció la mitad del Códice Madrid (un libro de  horóscopos, ritos propiciatorios, adivinaciones y elementos vitales en la liturgia de los sacerdotes mayas).

Hacia 1869, el abate flamenco Charles Brasseur de Bourbourg ejercía en la parroquia de Rabinal, localizada en la zona maya-quiché de Guatemala y se aficionó al estudio de los manuscritos mayas. Fue él quien recopiló el Popol Vuh, el Diccionario de Motul,  la  Relación  de  las  cosas de Yucatán y la otra mitad del Códice Madrid. Con el acopio de esta información, Brasseur identificó los signos de día y de mes. Tropezó amargamente cuando aplicó el  “abecedario de Landa” para traducir los jeroglíficos mayas de los códices que estudiaba, sus últimos escritos fueron poco sensatos.

A los 58 años, Ernst Förstemann empezó a estudiar la iconografía de los códices  mayas,  al cabo de unos años, descubrió que los mayas usaron un sistema de cómputo de base vigesimal, reconoció el ciclo sinódico de 584 días del planeta Venus y “La Cuenta Larga” (el cómputo de los días transcurridos desde el 13 de agosto de 3114 hasta la fecha en la que los mayas databan sus estelas).

Alfred Percival Maudslay fue un diplomático inglés que en 1881 recorrió Copán, Quiriguá, Chichén Itzá, Palenque y Yaxchilán.  Capturó excelentes fotografías sirviéndose de una cámara de placa húmeda que lo obligaba a revelar sus impresiones inmediatamente después de haberlas tomado. Maudslay tuvo la osadía de realizar algunos vaciados en yeso de las estelas mayas; milagrosamente las copias llegaron a Londres.

Gracias a Maudslay, los primeros epigrafistas contaron con los elementos necesarios para iniciar la interpretación. Dos contemporáneos a Maudslay fueron el aventurero y fotógrafo Teoberth Maler, así como el investigador J. Thomas Goodman quien descubrió las  “variantes de cabezas” (rostros de perfil que equivalen a un número) y propuso la primera correlación de “La Cuenta Larga” con el calendario gregoriano; más tarde, su correlación fue ajustada por Juan Martínez y John E. Thompson, es por ello que tomando sus iniciales, se nombra correlación GMT.

A mediados del siglo pasado, Thompson publicó “A Catalog of Maya Hieroglyphs” asumiendo de un solo golpe el cetro de la autoridad entre los estudiosos al clasificar 856 jeroglíficos mayas.  Infortunadamente para el estudio de la Civilización Maya, su soberbia lo cegó y sus argumentos frenaron el estudio jeroglífico maya durante varias décadas.

 

 

II

Heinrich Berlin realizó el extraordinario descubrimiento de los glifos emblemas de cada ciudad maya, con ellos se evidenciaron alianzas, matrimonios, guerras y ejecuciones entre gobernantes y nobles de las dinastías mayas.

La extraordinaria dibujante ruso-norteamericana Tatiana Proskouriakoff reconoció que el tiempo transcurrido en las inscripciones de las estelas no excede un periodo de 60 años, propuso entonces que los textos narraban la vida, las guerras y las obras de dignatarios. Rastreó la historia de las dinastías de Tikal.  Tatiana trabajó intensamente en la clasificación y lectura de los jeroglíficos mayas escritos en las estelas de Piedras Negras y Quiriguá.

Yuri Valentinovich Knorosov fue un destacado lingüista ucraniano que durante la Segunda Guerra Mundial se enlistó en el Ejército Ruso. Al final de la guerra, los rusos tomaron la ciudad de Berlín y nació la leyenda de que justo cuando la Biblioteca Nacional se incendiaba, Knorosov tuvo la osadía de introducirse entre las llamas para rescatar algunos documentos y milagrosamente logró recuperar un libro interpretativo de los códices Dresden y Madrid, impreso en 1933 y escrito por los guatemaltecos Antonio y Carlos Villacorta.

El maestro Knorosov comentó tiempo después que en realidad encontró el libro depositado en unos estantes en la calle. Yuri era políglota y conocedor de escrituras antiguas, los estudios que realizó años después basado en el ejercicio intelectual de los hermanos Villacorta, dieron la pauta para realmente leer y comprender los jeroglíficos mayas.

Sostuvo el ilustre ruso que los signos que recopiló Landa no son alfabéticos sino silábicos —con excepciones— y que cada signo representa una combinación de una consonante—vocal (como la escritura japonesa Kana),  y propuso: 1) Los signos pueden tener más de una función, en ocasiones fonético a veces un morfema.  2) los signos que representaban morfemas podían incorporar otros signos fonéticos 3) el orden de la escritura no es rígido y puede invertirse con fines caligráficos o estéticos.

El maestro Knorosov descubrió también que en la página 41 del códice Madrid, las Entidades Divinas Mayas están acompañadas de  signos silábicos y se pronuncian eliminando la última vocal.  Por ejemplo: la palabra pavo, se compone de los signos cu y tzu, pronunciándose cu-tz (u)

Knorosov argumentó que “la construcción de las oraciones se basan en un verbo—sujeto o verbo—complemento directo—sujeto, dedujo también que los adjetivos se anteponen al concepto que se refieren y que los adverbios se anteponen al verbo. Las expresiones de tiempo, van antes o después de la frase o de la palabra que las acompañan”.

Yuri fue un gran hombre y, a pesar de que las amenazas y las bombas  lo persiguieron en su visita a Guatemala, en el invierno de su vida, pudo visitar las ciudades mayas que tanto había estudiado.

 

III

El 14 de diciembre de 1973 se inauguró la Primera Mesa Redonda de Palenque en la que participaron Gillett Griffin, director de Arte Precolombino del Museo de Arte de Princeton, Linda Schele, Moisés Morales, Jeff Miller, Larry Bardawil, David Joralemon y Merle Green, entre otros investigadores.

Fue así como inició “El primer intercambio organizado de conocimiento sobre los jeroglíficos Mayas”.

Durante la segunda Mesa Redonda de Palenque, se escenificó una feroz batalla de ideas… en una esquina, Alberto Ruz Lhuillier  (descubridor de la tumba del ahau K´inich Janaab´ Pakal K´in en el interior del Templo de las Inscripciones, Palenque, Chiapas) y en la otra esquina, Linda Shele. El momento climático de la reunión lo protagonizó la futura reina de Austin quien se atrevió a compartir la intuición de que un glifo que estaban analizando, era un verbo…

—¿Y cómo puede demostrarlo?— preguntó Alberto Ruz.

 

Linda se sentó en silencio y juró para sus interiores demostrar por qué era un verbo, pasaron los años, y Alberto ya no pudo testimoniarlo pero en 1993, Linda Shele se presentó en un programa televisivo organizado por Octavio Paz y Enrique Krause. Linda mostró seguridad ante las cámaras e hizo gala de un sobrado dominio de la interpretación jeroglífica maya y no solamente ubico algunos verbos, sino que delante a nuestro asombro, leyó de corrido el tablero completo de los 96 glifos de Palenque.

Hoy sabemos que los jeroglíficos son agrupaciones fonéticas de prefijos, superfijos, sufijos y posfijos que rodean a los signos principales y que regularmente significan emblemas, capturas, fechas, muerte, nacimiento, naguales, ascensión al trono, títulos y también los nombres de los artistas que recreaban el conocimiento en la piedra calcárea.

Actualmente, en Austin, San Petesburgo, Berlín, Tokio, el INAH, la UNAM y de manera autodidacta, una centena de epigrafistas traducen los textos de la Civilización Maya.

Descubrimos en sus lecturas y en sus traducciones que la escritura maya fue un instrumento del Poder y, a través de ella, los mayas históricos se emparentaron con el ámbito divino.

 

Facebook: Claudio Obregón Clairin / Investigador, Guía y Promotor Cultural