La semana anterior les comenté de un libro de Sara Sefchovich que lleva por título ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México que salió a la luz pública en 2014. La autora plantea que una manera de modificar las conductas cada vez más violentas es a partir del cambio de actitud de nosotras las madres para con nuestros hijos, hijas también, porque a partir del estereotipo de la mamá que le profesa un amor incondicional y abnegado a sus hijos les perdona y les solapa todo; sin conciencia plena nos convertimos en cómplices de las conductas violentas de nuestros hijos al callar y apoyarlos con esa malentendida abnegación que fue modelo a seguir y ponderada por décadas en el cine mexicano.

Una madre sabe cuando su hijo anda en malos pasos, sabe que algo no está bien cuando ve llegar a su muchacho con un regalo que excede sus posibilidades económicas, cuando después de una noticia donde hubo actos vandálicos pasan el video en la tele y reconoce la chamarra o los tenis porque se los ha visto puestos a su retoño y cuando los llegan a detener, ahí van las mamás a hacer plantones y a exigir a las autoridades que los dejen en libertad alegando su inocencia; aunque la autoridad les muestre las evidencias las mamás siempre defenderán sus hijos a pesar de todo.

Por eso es indispensable que el cambio inicie con las madres, por el otro lado para los hijos mexicanos no hay nada más sagrado que nuestra mamacita, la que se ha esforzado por darle de comer a sus hijos, que no ha reparado en sacrificios para darles ropa y estudios, por eso tiene la autoridad moral para hablar con sus hijos y decirles que está mal lo que están haciendo trátese de un homicida, un secuestrador, un ladrón de ocasión o un defraudador. Román Revueltas dice: “Es hora de preguntarnos de dónde diablos han salido tantos y tantos individuos canallas, tantos hijos de puta, tantos asesinos sanguinarios, tantos corruptos, tanta gente infame y tanto sujeto envilecido. Alguien los tuvo que educar a los malnacidos que asolan nuestras comarcas…” .Y concluye: “Las madres deberían ser sujetos de rendición de cuentas en vez de objeto de idolatrías acríticas pues los delincuentes no nacen en probeta.”

La psicología sostiene: “Los niños aprenden a comportarse observando a los adultos significativos que los rodean, imitándolos y modelando sus conductas de acuerdo a ellos.” Concluyendo con esta parte, es evidente que las madres no son las únicas que intervienen en el proceso pero insiste la autora de este libro que sí pueden desempeñar un papel fundamental por 2 razones: por el poder emocional que tienen sobre sus hijos lo que las convierten en fuente de autoridad emocional y porque la maternidad funciona bien por su papel de mediadoras para distender las situaciones que en las familias o grupos sociales se presentan, son las arreglapleitos, los paños de lágrimas.

Claro que no se trata de dejarlas solas con un problema tan complejo, luego hablaremos sobre las otras partes en el proceso de ruptura de círculos de violencia y me refiero por supuesto a las autoridades responsables de evitar el surgimiento y consolidación de un medio ambiente propicio para la violencia.

Aquí le dejo mi correo por algún comentario marisolbaladoes@gmail.com

Sonría, que hoy también hay buenas noticias.