Roberto Hernández Guerra

No podía ser de otra manera. Los “puros”, radicales o como usted quiera llamarlos, hicieron acto de presencia para sacudir las estructuras de Morena. Encabezados por el politólogo John Ackerman organizaron la que denominaron “primera convención morenista” en el Monumento a la Revolución. El reclamo principal fue exigir la salida del presidente del partido, Mario Delgado Carrillo, por considerar que no representa los ideales de los fundadores del movimiento, como es obvio, ellos mismos. Acompañado de funcionarios de la administración federal recientemente defenestrados, Irma Eréndira Sandoval, Jaime Cárdenas y Víctor Toledo, así como por otros destacados representantes del folclore político tales como Paco Ignacio Taibo y Jesusa Rodríguez,  se rasgaron las vestiduras y se asumieron como representantes de la voluntad de los miembros del partido y como agraviados por la reciente selección de candidatos. Su método nos trae a la memoria lo que en la UNAM del pasado se llamaba “asambleísmo” y que consistía en que con la asistencia de unas cuantas decenas de alumnos, encabezados por los “cuadros politizados”, se declaraban huelgas que afectaban a la escuela entera. 

Desde luego salta a la vista que la queja principal de Ackerman y su cohorte de iluminados es el método de selección basado en encuestas. La acusación de infiltración neoliberal es tan solo un pretexto. Como es propio de quienes aún conservan resabios ideológicos del autoritarismo de izquierda, léase estalinismo, consideran que la transformación que requiere el país debe estar en manos de “la vanguardia revolucionaria”; que en este caso no sería el proletariado de la vieja tradición marxista, sino ellos mismos; ¿Quién más puede tener ese derecho? Me resisto a creer que Claudia Sheinbaum coincida con sus estrategias, a pesar de que a su lado se encuentre Martí Batres que visto a lo lejos tiene la misma pinta de radical.

Pero el peligro para la 4T no solamente se encuentra en estos delirantes sino en todos aquellos que no ven más allá de sus intereses personales, por más legítimos que sean y se sienten agraviados al no ser nominados como candidatos. Ni modos, las encuestas mandan y es el propio López Obrador quien las recomienda como método.         

En Quintana Roo y en vísperas de la elección para gobernador del estado, se prenden focos de alarma por lo que nos depare el proceso electoral. Si bien la candidata de Morena, Mara Lezama, se mantiene a la cabeza de las encuestas, para ganar requiere la unidad en torno a ella por parte de quienes se asumen como “obradoristas” así como de todos los que tienen esperanzas en que se siga con el proceso de transformación del país. El peligro se encuentra en que los ciudadanos caigan bajo el embrujo de “el canto de sirenas” de quien se asume como una opción distinta a los políticos tradicionales y cuyas actuaciones no avalan lo que dicen sus palabras. ¡Claro que sí, para que no queden dudas nos referimos a Roberto Palazuelos!

Respecto a los candidatos de los otros partidos, es loable su intención de participar aunque en algunos casos el repentino cambio de lealtades pueda generar dudas justificadas. La democracia es así y los resultados deben respetarse. Pero lo más trascendente para el futuro del país, no dejaremos de insistir, es que de los iluminados nos libre el señor, desde luego el que está en el palacio nacional.