Por: Niza Puerto

¿Serán mis nervios o a cada vez más gente le vale madre la pandemia?

Pues no, no son mis nervios. En efecto, la gente se está relajando, producto de la irresponsabilidad de un gobierno que nunca supo cómo manejar el problema de la pandemia por coronavirus y siempre se fue por la derecha, por la más fácil: “Es más barato no hacer nada”. Y no hizo nada, más que cagarla.

Y ahora arroja a la ciudadanía al matadero obedeciendo la situación económica y anteponiéndola a la salud, a la vida humana. Cambia de colores en el semáforo epidemiológico más fácil que en el de tránsito, de rojo a naranja: “al fin que…ingue a su ma…!!”

Nomás no puedo creer la sinrazón con la que opera este gobierno, un gobierno que jamás supo cómo entrarle al toro o más bien nunca le interesó; al contrario, AMLO siempre consideró al coronavirus como un intruso que irrumpió en su protagonismo, y como buen astuto, no lo tomó –ni tomará– con la importancia que merece.

Primero está su bandera, su ideología, imponer La Cuarta Transformación, cada día más desgastada, “porque ningún chingao bicho va a echar a perder mis planes de 30 años”, piensa, siente, refunfuña.

Y claro está que sus siempre fieles, los que le aplauden lo adoran, lo adulan aceptan gustosos salir a la calle a romperse la madre con el enemigo invisible, argumentando que “ya fueron tres meses de cuarentena y la gente no aguanta más, tiene que comer”…Y sí, lamentablemente serán muchos los que comerán, pero tierra, polvo… cenizas.

Hace unos días leí una entrevista a una especialista de la UNAM, publicada por La Crónica de Hoy, que decía que “más vale tarde que nunca”. Explicó que México nunca aplicó las medidas contundentes que eran necesarias para enfrentar una pandemia tan voraz, siempre la trató a la ligera, como en un segundo nivel de importancia, y ahí están las consecuencias: Es uno de los países con más contagios y sobre todo, con más muertes.

Señala que aplicar las medidas necesarias de contención hoy sería mucho más costoso, pero necesario si lo que se pretende es evitar que el crecimiento exponencial de contagios, de decesos, como lo hicieron algunas naciones europeas que al principio lo minimizaron, pero que después recularon y apretaron.

Sin embargo veo poco menos que imposible que esto suceda en México. Tendría que ocurrir algo catastrófico para que el imprudente que tenemos por presidente dé marcha atrás –y tal vez ni así–.

Por lo pronto, estimado lector, en uno debe caber la prudencia, el sentido común y mantenerse en casa por su bien y el de su familia. Salga a la esquina de su casa, deje que le pegue el sol, el aire, para mantener las defensas naturales activas, pero no se exponga, como lo están exponiendo.

En verdad que esto va a quedar para la historia, para Ripley. Los nietos no lo van a creer cuando les contemos que un tal López Gatell, títere del entonces presidente, advirtió a los mexicanos: “quédate en casa, quédate en casa ¡quédate en casa”, cuando en México habían unos cuantos brotes, y cuando más dura se puso la cosa, cuando todo el país estaba en rojo, cuando los niveles de contagios y de muertes estaban en pleno apogeo, entonces, el mismo personaje, por órdenes del avisado dio la instrucción a todos los mexicanos: “ahora sí, ya pueden salir”.

Un asunto de locos, de irresponsables, de insensato. Pero más locos, estúpidos y orates están aquellos que les aplauden.

Inaudito.