EL BESTIARIO

Tras la Perestroila de Mijail Gorbachov, a finales del siglo XX, y la desaparición de la Unión Soviética llegó el ‘Periodo Especial’…

 

SANTIAGO J. SANTAMARIA GURTUBAY

Tras el nombramiento del exvicepresidente del anterior Gobierno del demócrata Barack Obama, Joe Biden, como nuevo presidente de los Estados Unidos, las calles de Nueva York, Whashington, San Francisco…fueron tomadas por cientos miles de ciudadanos que festejaban la recuperación de una democracia liberal frente a un populismo nacionalista. Cerca de nosotros, en La Habana, en plena alerta ciclónica por el la fuerte tormenta tropical ETA, la destitución del republicano Donald Trump es una magnífica noticia en este 2020 de ‘Cisnes Negros’, como la COVID-19. El ‘Periodo Especial’ evocaba para quienes vivimos los noventa, momentos de escasez alimentaria, principalmente; acompañada de ‘alumbrones’ más que apagones; exóticos ‘camellos’, autobuses más parecidos a un tanque de guerra, con millones de bicicletas chinas, que lograban quemar cualquier resto de grasa despistada de algún familiar directo o secreto del panadero; del Acopio, el ‘maleficio agrícola’; del registro de consumidores en Cuba, más conocido como Oficoda, que tramita la libreta de abastecimiento, las altas de nacimiento o traslados de residencia… Un obsesivo compulsivo residente en La Casa Blanca, Donald Trump, se ha dedicado en cuerpo y alma desde su llegada al poder a dictar resoluciones tendentes a joder al enemigo y vecino y ahondar en su ‘embargo’ o ‘bloqueo’ promovido por John Fitzgerald Kennedy, logrando escenas de escasez de alimentos y otros productos de primera necesidad como si estuviéramos ante otro ‘Periodo Especial’.

El perdedor de Donald Trump, enemigo de los perdedores, se ha equivocado. La comunidad cubana de Miami asistió, meses atrás, de nuevo como convidada de piedra, a un cambio histórico en La Habana: el final de la presidencia de Raúl Castro, que cedió su puesto a otro compañero suyo, Miguel Díaz-Canel. Con la fe en una caída súbita del régimen perdida hace décadas, en la capital de la diáspora cubana se ha consolidado un sentimiento de expectativas límitadas; pero la retirada del apellido Castro del primer plano, de fuerte calado simbólico, renueva su desgastada esperanza de transformaciones en la isla. Todos saben que ni los cientos de huracanes ni el ‘Período Especial’, desaparecida la Unión Soviética, fueron capaces de tumbar a la Revolución Cubana. La ‘paz’ ciclónica de los últimos años hacen sospechar de que Dios no es de derechas sino de izquierdas…, apuntaba un fiel antifidelistacastrista del Versailles de La Florida… Cuba logró convertirse en el primer país del mundo ‘libre de gordos’. Los habaneros y los santiagueros de entonces soñaban con ser gordos. Nadie quería ser flaco. Todos querían ser gordos. Parecía un mundo al revés. El cantante español Javier Gurruchaga, el de la “Orquesta Mondragón”, se inspiró en ese deseo reprimido de los cubanos para su canción donde loaba a las gordas. Esta canción, “Ellos las prefieren gordas” fue un éxito de ventas en España y en otros países europeos y latinoamericanos. Gurruchaga, donostiarra (nacido en San Sebastián, País Vasco), era visitador asiduo de las fiestas que se celebraban casi todos los días de la semana en la capital cubana. La más famosa, la que se conocía como ‘El Periquitón’. Era el lugar de encuentro de una auténtica ‘movida habanera’. El escenario, una amplia propiedad privada, ‘visitada’ más veces que menos veces por la Policía.

Pedro Almodóvar y sus chicas, entre ellas Bibi Andersen, hablando de ‘movidas’, protagonistas ellos una década atrás de la ‘Movida Madrileña’ en el barrio de Malasaña y en sus bares de copas como la “Vía láctea”, acudieron al encanto de ‘El Periquitón’. En una ocasión, hubo una redada y fueron trasladados a una estación policial. La popularidad de los ‘Almodóvar’ movilizó al personal de la Embajada de España. La detención se convirtió casi en secreto de Estado tanto en Cuba como en el país ibérico. La Isla, desafortudamente para Pedro y Bibi, disponía por entonces de unas ‘redes virtuales a lo cubano’, conocidas popularmente como ‘Radio Bemba’. Una historia verídica acaecida en una calle se convertía como por arte de magia en leyenda en apenas una cuadra. El personal de la noche habanera, que recibía el amanecer sentado en El Malecón, frente a la Fiat o al Hotel Nacional, se solidarizó con el director manchego y su “Ley del deseo”. Su detención era el ‘monotema’ esa madrugada. Hay quienes situaban a los españoles en prisión, cuando estaban ya en libertad, siguiendo su juerga en el corazón de El Vedado. Dicen que Bibi Andersen se enamoró ese día de un ‘jinetero’ tonto que vivía en plena Rampa, Asdrúbal, con quien convivió en Madrid durante años. Asdrúbal es hoy un cotizado modelo, ‘desfilador’ de la Cibeles. Bibi Andersen sigue trabajando en cine y en teatro. Y Almodóvar, estrenando. Todos ellos encontraron la marcha y libertad de antaño que se vivió en los primeros años de la transición en España, en las calles de la ‘dictadura castrista’, como gustan así calificarlas los dirigentes del Partido Popular de España.

El Ministerio de la Salud Pública repartió entre la población concentrados vitamínicos bajo las denominaciones de “Polivit” y “Multivit”. Sus grageas eran de color amarillo. En todas las unidades familiares había pollitos. Sobrevivían con las pocas sobras que restaban en los calderos. Los dueños de la casa ampliaron la utilización de los complejos vitamínicos, atiborrando a las aves con ellos. Lo que no calcularon bien los cubanos fueron las dosis adecuadas para los pollitos. Les despertó de tal manera su apetito que éstos arrasaron con todo lo comestible a su alrededor. Hasta los perros huían de ellos. Muchos abuelos siguen todavía buscando sus dentaduras postizas y prótesis que refrescaban en vaso de agua. San Lázaro y otros santos se quedaron sin frutas en sus altares. Las hojas del diario “Gramma”, sufrieron los picotazos, mejor destellos de los pollitos quienes no respetaban  ni al órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Los resultados: los pollitos, en apenas tres meses, parecían ‘avestruces’ del Caribe. La hora de la verdad no tardó: ¿Quién mataba al pollito?, era la pregunta. Muchos de los pollitos llegaron hasta su Tercera Edad como integrantes de pleno derecho de la unidad familiar, ante la negativa unánime de los niños a sacrificarlos. En otros casos, los cubanos más prácticos, intercambiaban los ‘avestruces’ con otros vecinos y cada uno se comía el pollito del otro. Los más jóvenes recuerdan el sufrimiento que la muerte obligada de sus ‘hermanos’ les acarreó. “Mi primera experiencia vital con la muerte de un ser querido la tuve aquellos días tan tristes del ‘Período Especial’…”, nos recordaba estos días una amiga cubana.

No solo los pollitos fueron los nuevos miembros de la familia impuestos por el ‘Período Especial’. Hubo otro más importante y de mayor tamaño, el puerquito, al que se alojaba en la bañadera de la casa. En principio nadie protestó, pero llegaron los malos olores, las infecciones… instándose a los vecinos a desprenderse de los gorrinos. La mayoría de los propietarios de esta ‘joya de la corona’ no siguieron  las ‘consignas’ -algo consustancial a los gallegos, gallegos, quienes disponen cada uno de ellos de códigos penales, códigos civiles, leyes de enjuiciamiento criminal y leyes de enjuiciamiento civil propios y adaptados a las necesidades reales de cada gallego-. Para no ser detectado el animal de las ‘bañaderas’ por sus habituales ‘chillidos’ una legión de veterinarios e incluso de cirujanos hospitalarios se prestaron a realizar ‘operaciones’ para dejar a mudos a los ‘porkys cubanos’. La crianza de los puercos requería de una mayor limpieza que los pollitos, así como una mayor aportación de piensos y alimentos. El mercado negro creó un servicio a domicilio para los nuevos comensales. Sus dueños tenían como meta el engordarlos lo más posible para asegurar el puerquito para Fin de Año. Su sacrificio o no conllevó hasta separaciones familiares. “El animalito con quien uno compartía uno de los lugares más sagrados e íntimos como es un cuarto de baño no podía desaparecer de nuestras vidas, así por así, aún a riesgo de desnutrición del resto de los humanos. El atracón de Fin de Año, al fin y al cabo, no iba a solucionar demasiado los problemas alimenticios derivados de la desaparición de los ‘bolos’ (soviéticos)…”. Una doctora amiga de Camaguey me confesó un secreto familiar relacionado con el puerquito que les restó el servicio del baño. “La familia compró a un guajiro cuatro puerquitos de una camada. Cada hijo se llevó su animalito a su ‘bañadera’. Todos recibían la misma cantidad de pienso para su crecimiento”. Desafortunadamente para mi amiga, el suyo no crecía. A simple vista no parecía padecer de ningún transtorno de hipófisis o enanismo. Esperaron unas semanas por si se emparejaba con sus hermanos. Le doblaron y triplicaron su ración de pienso. No hay puerquito que hay comido tanto pienso en Camaguey. La Naturaleza se resistió al abuso de comida. El puerquito siguió siendo puerquito hasta el fin de sus días. No obstante, su primitivo nombre de Goliath, más bien una metedura de pie del ‘padrino’, hubo de ser cambiado para no sufrir la familia las bromas de algunos visitantes vecinos, muchos de ellos llenos de ‘cochina envidia’. El cochinito fue rebautizado con un nombre más acorde a la realidad: Bonsai.

Muy lejos de las siluetas esbeltas de la danza clásica, un grupo de cubanas repite los movimientos del Lago de los Cisnes. Tienen sobrepeso pero han logrado convertir su problema en una propuesta estética. En el país de la célebre bailarina Alicia Alonso, famosa por el rigor en busca de cuerpos perfectos, este grupo llamado “Danza Voluminosa” está sobre los escenarios desde 1996. Su creador Juan Miguel Mas, formado en danza contemporánea, también busca movimientos perfectos pero adaptados a personas obesas. Desde hace 20 años, al menos dos veces por semana, este coreógrafo convoca a sus bailarinas a su pequeño apartamento, en el popular barrio de Marianao, en La Habana, para exigentes ensayos. Después de una sesión de estiramientos, las bailarinas realizan movimientos simples y elegantes. Nada de saltos ni acrobacias, apenas flexiones y movimientos de brazo. Actualmente ningún hombre forma parte del ballet que dirige Mas. A estas bailarinas aficionadas les cuesta a veces mantener el equilibrio con la pierna estirada hacia atrás, incluso se quejan de dolor cuando por pedido del coreógrafo deben dejar en suspenso algún movimiento por algunos segundos. Nuestras danzas no “van a ser iguales que las danzas de las personas delgadas, porque tenemos otro peso, otro estado físico”, explica Mas. “Además -añade- durante estas dos décadas hemos investigado sobre el cuerpo voluminoso para que se mueva estéticamente mejor, para hacerlo rendir a partir de estas características”. “Danza Voluminosa” ha actuado varias veces frente al público, y enfrentado reacciones diversas. En las “primeras funciones había un silencio sepulcral. Algunos se levantaban y se iban y algunos se reían (…), pero cuando la gente vio el desarrollo de nuestro trabajo, lo fuerte que era y que había detrás todo un entrenamiento, un sentido estético, al final aplaudían mucho”, recuerda Mas. Aclara que su compañía no es una alternativa para reducir talla. “No es que tú vengas aquí a bajar de peso, sino que vienes aquí a sentirte bailarín; a expresar ese bichito artístico que uno lleva adentro a través de la danza”. Esta iniciativa de Juan Miguel Mas era una utopía en el ‘Período Especial’. Cuba era, sencillamente, un país libre de gordos.

 

@SantiGurtubay

@BestiarioCancun

www.elbestiariocancun.mx