Desde que irrumpió en nuestras vidas la pandemia de coronavirus, se ha hecho cada vez más común en los hogares la presencia del oxímetro, que sirve para medir la saturación de oxígeno en sangre, a fin de estimar si el paciente enfrenta algún problema que impida la correcta respiración –si bien no es el único valor a tener en cuenta–, de acuerdo con la cantidad de oxígeno que está transportando cada glóbulo rojo.

La saturación de oxígeno en sangre debe marcar niveles similares tanto en niños como en adultos: más concretamente, debe encontrarse en el rango entre el 95% y el 99%. Por debajo de estos niveles se considera que la saturación es baja y por tanto también lo es el nivel de oxígeno en sangre.

Con todo, incluso si el niño se encuentra dentro de estos niveles, es posible que su sistema respiratorio no esté funcionando correctamente si se dan otros signos como respiración muy rápida (alteraciones en la frecuencia respiratoria), trabajo respiratorio obstaculizado o ruidos extraños durante la auscultación.

Hay que recordar en todo momento que la saturación del oxígeno en sangre es sólo uno de los muchos parámetros que nos informan sobre el correcto funcionamiento de la respiración; por ello, es importante que sea un médico quien evalúe estos datos en conjunto, y aunque está bien consultarle si un niño marca un valor por debajo de los considerados normales, es el único cualificado para emitir un diagnóstico.

Cabe resaltar que la saturación en sangre es orientativa y que ni un valor bajo implica necesariamente un problema de salud ni uno normal implica la ausencia de un problema. (20 Minutos)