ROBERTO HERNÁNDEZ GUERRA

Como si no bastara aquella opinión vertida por el ex presidente Peña Nieto de que la corrupción es parte de la cultura nacional, un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económica (OCDE) y del Banco Mundial (BM), nos da información que podría tomarse en el mismo sentido. El reporte “Panorama de la Salud: Latinoamérica y el Caribe 2020”, trae el dato de que 16 por ciento de personas que recurrieron a servicios de salud en instituciones públicas en 2019 en México, reportaron haber realizado o haber sido víctima de soborno y que cuatro de cada diez personas consideran que dicho sector es corrupto.

A lo que nos dicen estos organismos internacionales podríamos agregar otras formas de corrupción en pequeña escala, pero creemos necesario poner todo en contexto; de otra manera sería algo así como ver la paja en el ojo del ciudadano de a pie y no ver la viga en el de los grandes empresarios y encumbrados políticos de un pasado cercano. ¿Piense si sería justo comparar la “mordida” recibida por un agente de tránsito o un burócrata mal pagado, con las millonarias cifras de sobornos, cohechos y demás componendas que han estado saliendo a la luz pública recientemente? ¿Cómo comparar ambas situaciones, cuando en un caso se trata de sobrevivir y en el otro de acumular riquezas a gran escala? Y al respecto, le pedimos prestados a Sor Juana Inés de la Cruz unos versos para preguntarnos “¿… cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga?”

Para documentar nuestro pesimismo podemos citar algunos de los más recientes casos de corrupción en gran escala. Y no cabe señalar a la “golondrina que no hace verano”, porque nos referimos a parvadas completas de buitres haciendo un festín de la hacienda pública. A las noticias me remito: robo de combustible a PEMEX donde participan desde los que ordeñan los ductos hasta las gasolineras que venden el producto; compra por parte del Sector Salud de medicinas con sobreprecio, a empresas en las que participan destacados políticos; obras públicas que terminan costando el doble, como ejemplo el tren México-Toluca; empresas que emiten facturas falsas que significan una evasión fiscal de miles de millones de pesos y la cereza del pastel, jueces que liberan a delincuentes peligrosos a cambio de sobornos millonarios..

La pregunta pertinente es que si podemos salir de esta epidemia de corrupción, por usar un término hoy en boga. La respuesta la tenemos en una característica de la naturaleza humana que va más allá de aquella concepción de “el hombre nuevo” del Che Guevara o del “pueblo bueno” de “ya saben quién”. Para Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, el ser humano está regido por dos principios, el del placer, que como su nombre indica conduce a la búsqueda de éste, a toda costa y el de la realidad que es el que lo limita por las consecuencias que se puedan derivar de sus actos. Y en una sociedad en que la impunidad campea por sus fueros, el “principio de la realidad” actúa, pero en forma contraria a lo deseable. Esperamos que ahora sí, todo cambie por el bien de todos.