Pero qué necesidad, diría el Divo de Juárez. El presidente electo Andrés Manuel López Obrador instruyó a sus 32 coordinadores estatales para que los recursos federales que lleguen a cada entidad sean entregados sin intermediarios, casa por casa y literalmente en sus manos. Trascendió que el motivo de este tiralínea es para que los recursos “no vayan a parar a la bolsa de los gobernadores, ni toquen baranda con los diputados que siempre cobran moches por su asignación, ni con los presidentes municipales, quienes ven en estos recursos su caja chica para operación política y clientelar acostumbrada”.
Tan fuerte fue la línea lanzada el sábado contra los gobernadores que más parece una declaratoria de guerra.
¿Por qué los 32 delegados estatales se tendrían que coordinar con el Ejército y las fuerzas armadas federales para las tareas de seguridad y no con los gobernadores y las fuerzas estatales? ¡Uay! Cuánta desconfianza. ¿Por qué les dieron línea para consultar directamente con las comunidades las obras de gobierno? ¿Y las autoridades estatales encargadas de esta tarea, como las secretarías de la Función Pública y de Finanzas, y la Auditoria Superior del Estado? ¿Están pintadas?  ¡Uay!
Aquí no termina el asunto: “Lo que pidió el Presidente es que hiciéramos reuniones con la gente para que los presupuestos se puedan ejercer sin que ningún diputado, presidente municipal o gobernador puedan intervenir para tratar de imponer al constructor, definir la obra o cobrar un moche”, se dijo; sin duda esta es una acusación bien fundamentada pero presume acusaciones muy serias de corrupción e impunidad, y además, en aras de la verdad están claramente fundamentadas en las prácticas usuales en el pasado y presente, todos lo sabemos.
La propia futura secretaria de Gobernación declaró que esos recursos “serán manejados a través de la secretaria de Sedesol (que, ya dijo AMLO, se llamará Secretaría del Bienestar) y de un solo delegado”, y reiteró que “los delegados tienen la instrucción de que esos recursos no sean tocados por los gobernadores”. ¿Otra vez? ¡Uay!… “No se entregarán a los estados porque acostumbran quedarse hasta con el 40 por ciento del recurso, además de su moche y además quieren poner a sus compadres como constructores de obra”.
Ante esta asombrosa, pantagruélica y gargantuesca orden federal ha habido silencio entre los gobernadores; sorpresa, asombro y hasta enojo, seguramente, aunque hasta este momento ningún gallo ha dicho esta boca es mía.
Sólo doña Esa, acostumbrada a no guardar silencio, levantó la mano y dijo la muy cínica, rememorando sus viejos tiempos de líder de colonia: “Ahora sí, se apergollaron a los gobernadores. Yo, por eso, desde la época del ingeniero Mario Villanueva Madrid fui una de sus mujeres, era cachondo el inge. Luego fui una de las acusadas por Mari Rubio de ser una de tantas concubinas, sólo que a mí no me llevaban a Europa. Luego, Félix preguntaba en los mítines: ‘¿dónde están mis mujeres?’, y yo gritaba: “que lo clonen, que lo clonen”; y así con Beto, ¡uay!… Bailaba ‘dale, dale, dale biberón’; era como una tropical luna de miel. Con don Carlos Joaquín González mejor ni meterse. Pero ahora seré una devota de ‘ya sabes quién’, ‘ya sabes por qué’. ¿Por qué tanta maldad contra los gobernadores? ¿Les sabrá algo? ¡¡¡Ej que loj tabajqueñoj tienen fama de cabronej pué!!!”. Me caigo al mar.