Me aclaraba doña Esa muy adusta y muy oronda que la idea del gobierno de la transformación de legalizar las drogas está alejada de su creencia religiosa. Aunque en México siempre han habido, dijo, tapándose la boca y haciendo una discreta inclinación de cabeza como afirmando de modo pícaro, reverente y completando una discreta mueca… Sí, enfatizó; de hecho, en la época prehispánica se la pasaban más divertidos usando calabazos en forma de pirrines como enemas… ¡Uay!. En espontáneo doña Esa se persignó y se aferró a su ya maltrecho rosario de novenario, aguantando la nada discreta carcajada, todo por tan elegante forma de explicar lo legales que eran nuestros antepasados prehispánicos.
Así continuó doña Esa, dándonos cátedra con su sabiduría sobre el debate de moda: “Lo que  está proponiendo ya sabes quién es letra muerta en realidad; en este país las drogas ya son legales, porque los grifos, si pueden probar que son consumidores y farmacodependientes, tienen permitido consumir o portar hasta 0.5 gramos de cocaína y en el caso de la mariguana hasta cinco gramos, con estas cantidades no son judicializables, es decir, no serían procesados. Esa es la dosis ‘personal’ que marca la ley”, continuó con su demostración del dominio del tema.
“Los detenidos por lo regular no llevan esa cantidad pero se ‘arreglan’ con los policías para reportar esa dosis que permite la ley y por esa razón ni siquiera llegan ante un juez”, añadió. En ese momento yo, horrorizado, pálido y literalmente pegado a la pared, por si a doña Esa se le ocurría una demostración más práctica sobre los enemas, le agradecí tartamudeando su fina lección y salí corriendo a comprar aunque sea cinco gramos de chichibé. no sin que antes de partir lograra escuchar que doña Esa en su liviandad, descaro y poca virtud, invitaba a la concurrencia a rezarle a Jesús Malverde. Óigame no, ésta sí me chingó. Me caigo al mar.