Roberto Hernández Guerra

Si alguien quiere creer que el costoso proyecto del aeropuerto en el lago de Texcoco era superior al del que se inaugura el día de hoy, bautizado como Felipe Angeles, está en su derecho. Si asume que se está deforestando la selva de Quintana Roo con las obras del Tren Maya, también; a final de cuentas si lo que para los botánicos es “selva baja decidua” la quiere considerar de otra manera, nadie se lo debe discutir. Si considera que los recursos que se destinan al apoyo social y al subsidio a las gasolinas, mejor se debería canalizar a las grandes empresas, allá él. A final de cuentas, como dice el refrán, “todo es según el color del cristal con que se mira”. Desde luego que nosotros tenemos el derecho de considerar que es un cristal con tinte conservador.

Y podemos continuar con la relación de criterios opuestos que se debaten hoy en día en el país. Hay muchas personas que siguen pensando que es mejor exportar petróleo crudo e importar gasolina; que un contrato de PEMEX se intercambia por la renta de una vivienda en Houston; que el programa de reforestación Sembrando Vida tiene por objeto abastecer de materia prima a una empresa artesanal de chocolate. La lista de opiniones encontradas puede continuar con la condena al Dr. Gattel y al manejo de la pandemia o la descalificación a la respuesta de López Obrador al Parlamento europeo.

¿Pero que hay en el fondo de todas las críticas que se vierten en contra  de las obras y las acciones de este gobierno que se asume realizando la Cuarta Transformación? Considero que hay algunos elementos que saltan a la vista. Primero, el interés de todos aquellos que se vieron afectados al tener que pagar impuestos y dejar de hacer jugosos negocios a cuenta del erario público, a los que no me atrevo a llamar empresarios. No falta en el conjunto de razones, el temor de amplios sectores de la clase media a ser afectados en su nivel de vida o al hecho de que las “clases subordinadas” tradicionalmente, asuman nuevos roles en la sociedad. Se pueden considerar otros elementos tales como el pensamiento conservador, pero como catalizador de todo lo reseñado y lo que falte por reseñar, está la participación interesada de los medios de información,  tradicionales y emergentes, en la generación y difusión de tergiversaciones, medias verdades y mentiras enteras, a todo lo cual podemos calificar con el anglicismo “fake news”.

Pero no crea usted que la manipulación es únicamente local. A nivel internacional “no cantan mal las rancheras” como se dice coloquialmente. Los tristes eventos que se están dando con la invasión Rusa a Ucrania han dado pie a una serie de fantasías, que para quien las creyera serían como “comulgar con ruedas de molino”. Y no me voy a referir a lo fundamental, o sea a  quien culpar; si al agresor operativo o a quien propició la guerra por la insistencia en incluir al país invadido en la órbita de “occidente”, por la vía de su ingreso a la OTAN.

La fantasía de los medios internacionales, con el objeto de sumar simpatías a la nación invadida, ha generado noticias que mueven a risa si no fuera que de por medio está por el sufrimiento de la población. Se habla de voluntarios internacionales encabezados por el canadiense Walli, catalogado como el más letal del mundo. Se nos pretende hacer creer que las fuerzas ucranianas están derrotando a los invasores. Se cita la existencia de un piloto, apodado el fantasma de Kiev, que ha derribado en una sola salida a cinco Migs enemigos. Pero lo que se lleva el “premio a la desinformación” es la noticia propagada en redes y retomada por el periodista Jaime Mausán, de que un OVNI destruyó un largo convoy del ejército Ruso y un avión de la misma bandera, en apoyo del país agredido.

De ser cierto esto último, la participación de los alienígenas en conflictos internacionales, cabe la posibilidad de que los opositores a López Obrador pidieran su ayuda para derrotarlo. Quien quita y que accedan, evitándoles que sigan haciendo el ridículo.