Edgar Prz

Al momento de escribir estas líneas, los medios internacionales daban a conocer el inicio de los ataques de Rusia contra el Este de Ucrania y alcanzaban ya hasta su capital Kiev. Aviones de combate circulaban en los cielos, tanques de guerra, artillería y soldados eran las gráficas que recibíamos con los bombardeos a instalaciones estratégicas.

Hacía varios días que Vladimir Putin demostró su poderío militar en la frontera con Ucrania y lo justificó que eran parte de los entrenamientos militares, muy pocos le creyeron y así fue, esperó el momento ahora y ya está invadiendo a su país vecino.

Esto nos demuestra la fragilidad de la especie humana, sin ningún respeto a los tratados internacionales, a la soberanía de los pueblos, parece ser que los más grandes nunca se llenarán y siempre se comerán a los chicos. La invasión obedece a las reservas de gas natural, a las riquezas del subsuelo y la posición estratégica que posee.

Estados Unidos citó a reunión urgente a su grupo afín el G 7, para analizar la situación e imponerle sanciones económicas a Rusia. La situación podría alcanzar niveles de asombro, por el empecinamiento ruso y la respuesta en equipo del otro lado cuando el Occidente se agregue a este conflicto.

Recordemos que las dos súper potencias siempre han procedido de esa manera. Los Estados Unidos fiel a su costumbre se ha sentido dueño de América Latina, Medio Oriente y la historia así lo demuestra, cuando invadió Irak, cuando destrozó Libia por perseguir a Muamar el Gadafi, a Manuel Antonio Noriega, presidente panameño a quien sacó de su país, el ataque al Palacio de la Moneda donde perdió la vida Salvador Allende, todos los golpes de estado han sido financiados por la CIA y su invasión hormiga, silenciosa, no se ha detenido.

Cuba y Venezuela han sido sus últimos dolores de cabeza, los ha postrado económicamente con sanciones que han afectado severamente el nivel de vida y estas naciones a pesar de este castigo siguen su rumbo, claro, con un nivel de vida no óptimo.

Uno de sus últimos secuestros sucedió en días pasados al apresar en busca de trasladar desde Honduras al expresidente Juan Orlando Hernández para juzgarlo y que purgue una condena en su territorio, acusado de narcotráfico y uso de armas. Recuerdo una respuesta dada por don Gustavo Díaz Ordaz cuando fue recriminado por permitir que México sea el paso de la droga, replicó: “Quizás México sea el trampolín pero los USA tienen la piscina”.

En este conflicto de nuevo surge la interrogante: ¿Quién podrá reclamarle a quién? ¿Quién tirará la primera piedra exigiendo mesura, prudencia,  alto al fuego, detener sus malsanas intenciones? Si ambos son iguales, portan el mismo uniforme de combate y según “ellos”, todo obedece a la defensa de sus intereses.

Deberían entender que el mundo no les pertenece, que el mundo es de todos y este mundo ya tuvo muchas guerras. Esto dará mucho de qué hablar y esperemos que no llegue a poner más nerviosos a los líderes y a los pueblos, con la pandemia, las crisis económicas ya se tenía bastante.

Retorno al tema de la fragilidad humana, mientras aquí nos sorprendemos por la aparición de postales en donde figuras políticas locales desertan por un lado y se suman por otro tratando de preservar sus propios y personales intereses, cambian de camiseta muy rápido, en Europa el riesgo de una tercera guerra mundial sigue latente.

Es cuestión de tocar un botón y dejaríamos de hablar de las traiciones de Cordon Blue, que es lo mismo que el senador Pech… uga, de los affaires de Marybel, del nuevo romance de Ortiz Cardín con Morena, del sepelio político de Palazuelos, de las sorpresas en el PAN por la lista de diputados, estos temas cotidianos dejarían de ser prioridad. En fin, en este mundo globalizado todo lo que suceda en cualquier lugar del mundo siempre traerá consecuencias,  hay esperanza de que no alcance mayores dimensiones, eso podrá saberse en los próximos horas y días.

Mejor seguiré caminando y cantando “Ojalá que llueva café en el campo, que caiga un aguacero de yuca y té, del cielo una jarana de queso blanco y al sur una montaña de berro y miel…”