Se define como un emprendedor, amante del mar, la gastronomía, la jardinería, el golf y las artesanías; propietario de La Habichuela, frente al parque de las Palapas, reclama a las autoridades la falta de equidad en el trato a los empresarios establecidos y a los ambulantes

JENNIFER AGUILERA

Soy un hombre al que le encantan las aventuras y emprender, así que conocí la joya del Caribe Mexicano cuando ni siquiera existía en el mapa; un día, un compañero de la escuela en la Ciudad de México que tenía familia en Mérida y Cozumel llegó con una foto de un mar impresionante, por lo que me puse como meta conocer ese lugar.

La Habichuela abrió sus puertas en 1977

En 1969, cuando tenía 18 años, convencí a dos de mis amigos de la colonia Álamos para viajar como mochileros. Así fue como abordamos un tren con destino a Valladolid, recuerdo como un viaje mágico y asombroso el paso por Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán, con paisajes nunca antes vistos; de hecho, decidimos bajar antes y conocer Mérida. Para llegar a Puerto Juárez pedimos aventón a los automóviles que pasaban, que en realidad no eran tantos.

Cuando llegamos abordamos el ferry y conocimos Isla Mujeres, que era en aquel entonces un pueblito de 800 personas y tan sólo cuatro manzanas, en donde con 20 pesos rentamos mis amigos y yo una motocicleta para recorrer los caminos de terracería ir a Playa Norte y al Garrafón.

Al regresar a la Ciudad de México y continuar con mis estudios elegí la carrera de relaciones públicas, aprendí el idioma inglés, negocios, psicología y algo de cultura general; al concluir la carrera solicité empleo en varias grandes empresas, pero me vieron muy joven y fui rechazado, y en otras compañías pensaban que alguien con la carrera de relaciones públicas se trata de un vendedor de puerta en puerta, hasta que por fin obtuve un empleo decente en el IMSS, en el área de desarrollo de personal, y por cinco años colaboré para la institución.

Sin embargo, el trabajo en el gobierno y vivir en la Ciudad de México no me terminaban de complacer y siempre sentía que algo más me hacía falta, nunca dejé de pensar en mi interés de vivir en el Caribe Mexicano. En 1974 me enteré de la apertura de un hotel en Cancún y en febrero de 1975 llené mi automóvil de diversas artesanías que compré en poblaciones del centro del país; así fue como llegué, a poner la segunda tienda de artesanías que existió en el destino.

El local lo renté en el mercado de la supermanzana 5, mis vecinos eran una pollería y una verdulería, después de un tiempo la tienda fracasó ya que las temporadas bajas eran terribles, así que decidí vender como lote todas mis artesanías para capitalizarme un poco y poder disfrutar de Cancún, buceando, practicando el velero, pescando, hasta que el dinero se terminó y me fui de regreso a la Ciudad de México.

Al poco tiempo fui invitado a participar en la apertura del restaurante 1900, ubicado en el Centro de Convenciones de Cancún, haciendo de todo: desde plomería, cargar mercancía, y después de tres meses de intenso trabajo abrió sus puertas e inicié como garrotero; sin embargo, gracias a mis conocimientos de inglés a los pocos días me pasaron a mesero, y me apasionó mucho el deseo de ser restaurantero, así que decidí ahorrar dinero y asociarme con unos amigos yucatecos para abrir, en 1977, La Habichuela.

La verdad es que La Habichuela vivió excelentes momentos, ya que la mayoría de los turistas que llegaban al destino bajaban de la zona hotelera a conocer el pueblo de Cancún, aquí se encontraba el primer cine de Cancún, una iglesia y el Parque de las Palapas, y el restaurante se acreditó como un excelente lugar para comer y cenar.

Con el paso de los años, al entrar los hoteles con el plan todo incluido, los ingresos de los restaurantes del centro se vieron afectados, la derrama económica ya no era la misma, muy pocos han logrado sobrevivir y por más que se les ha planteado a los gobernantes municipales en turno la necesidad de un rescate, nos han hecho muy poco caso.

Ahora con la pandemia del coronavirus es a los comercios que pagan impuestos a los que nos tienen asoleados, y aunque toda la vida he cumplido con la sanitización y una limpieza impecable, ahora no la puedo realizar de forma directa, es necesario que sea contratada una empresa que autorizó Cofepris.

Resulta indignante la falta de equidad entre los que sí pagamos impuestos y los ambulantes, pues además cada día hay más y las autoridades parece que les permiten todo, no les exigen como a nosotros cumplir estrictamente con las medidas necesarias por la pandemia, guantes, cubrebocas, máscaras, sanitizante, tapetes y demás.

A esto se suma la inseguridad, que cada día es mayor por la falta de derrama económica, y es que se entiende que hay mucha gente sin tener para darles de comer a sus familias y los que trabajan en la hotelería, muchos de ellos subsisten con sueldos miserables, lo que representa un caldo de cultivo para la delincuencia, es una situación a la cual las autoridades municipales le pudieron haber dado solución, pero jamás les importó el pueblo; por el contrario, los imitaron los gobiernos de Solidaridad y Tulum, y el gobierno estatal sólo los vio por encimita, dejándolos causar daño a la ciudadanía.

En ambos destinos, como aquí, los huéspedes son secuestrados por los hoteles, no les permiten conocer en verdad lo que es México, y aunque se les ha planteado a los presidentes municipales, gobernadores y hasta senadores como el doctor José Luis Pech, todos hacen como que escuchan, prometen que van actuar y combatirán la corrupción, pero al final no pasa nada.

Como empresario solicito que se aplique la Ley plasmada en la Constitución Mexicana, que en el artículo 28 prohíbe en el país los monopolios, el ventajismo abusivo que genera un perjuicio en la economía de la población, la Ley de Competencia Económica que prohibió ocultar precios, pero lamentablemente mucho de lo que dicen las leyes es letra muerta; sólo espero que tarde o temprano la gente se dé cuenta de la clase de gobiernos que tenemos.

Es momento de que el pueblo de México se una y apoye al comercio local, y deje de comprar a esos grandes monopolios extranjeros como Walmart, es mejor consumir el café o los alimentos en los restaurantes locales que dejan sus impuestos en el país y no se los llevan al extranjero o a los paraísos fiscales.

Asimismo, de la misma manera que el gobierno nos impone cumplir al pie de la letra con todo los lineamientos de la nueva normalidad, que también ellos les exijan a sus empleados de la Secretaría de Infraestructura y Transporte (Sintra) que cuiden que el transporte público cumpla con todas las especificaciones, ya que es el principal foco rojo de contagio, y la gente que no tiene automóvil y necesita salir a trabajar no puede estar con el alma en un hilo pensando que se va a enfermar, a lo que se suma el vernos en la necesidad de cerrar a las 10 de la noche, por la falta de transporte para nuestros colaboradores.

En mis tiempos libres me gusta la jardinería, jugar golf, hacer algún tipo de manualidades, se me da lo de ser artista y me relaja mucho; vengo de una familia de cinco hermanos, dos de ellos ya fallecieron, uno más radica en la Ciudad de México y una hermana también vive en Cancún. Soy padre de tres hijos, dos de ellos residen en Tulum y mi hija en Mérida.