Por: Niza Puerto

Las cifras de casos positivos de coronavirus en Quintana Roo son alarmantes. Desde la semana pasada, cuando el número de contagios llegó a los 96 en un solo día, es decir, un infectado cada 15 minutos, no se ha logrado bajar más allá de 60 enfermos.

Es sumamente grave porque en caso de continuar con esta tendencia, el raquítico sistema de salud en el estado corre el riesgo de colapsar, de ser rebasada la oferta de camas y respiradores por la demanda.

Ese sería el escenario más drástico, más lamentable e incluso aterrador, porque entonces iniciarían los casos en los que se elegirían a quién tratar de salvar sobre el que sería destinado a la muerte, en este caso, regularmente las personas de mayor edad.

Y a pesar que hasta hace unos días las cifras oficiales aseguraban que la ocupación hospitalaria se encontraba al 30 por ciento en Cancún y de ahí para abajo (excepto en Carrillo Puerto y Bacalar) en donde la infraestructura médica es realmente incipiente, el número de casos avanza de manera exponencial.

Lo regular hasta hace unas semanas era que en Quintana Roo se registraran 30-40 casos nuevos cada día; pero que de pronto la cifra aumente hasta llegar a los 96 positivos, es escalofriante y obliga a encender las alarmas.

En caso de continuar con esta tendencia, las autoridades se verán obligadas a dar marcha atrás en el semáforo epidemiológico para regresarlo al color rojo, y con ello que la gente vuelva a sus casas y las empresas que habían abierto, tengan que tirar la cortina nuevamente.

Quizá esto último suena sencillo, pero no lo es, y menos en un lugar turístico como esta entidad. Hoteles, parques recreativos y restaurantes que se promocionaron ya en el interior del país y el extranjero e informaron con bombos y platillos su reapertura, tendrán que cerrar nuevamente, provocando el desconcierto y la desconfianza en el sector turístico.

Sin embargo, y aquí sí debo ser muy enfática, siempre se deberá privilegiar la salud y la vida de las personas sobre cualquier negocio o sector productivo, sea éste el turismo, el petróleo o cualquiera que sea, y más aún si se corre el riesgo de colapsar los hospitales.

No se trata de ningún modo de crear alarmas falsas o que esta entrega se vea pintada de color amarillo. Pero lo cierto es que la infraestructura médica de Quintana Roo no soportaría por mucho tiempo los números de contagios que se han registrado en la última semana, producto de la “nueva normalidad” y el regreso “gradual” a las actividades.

Como sea, a las autoridades estatales y municipales no les puede temblar la mano si lo que se necesita es marcar un algo y dar marcha atrás.

Sabemos, y también quiero remarcarlo, de la necesidad de reactivar la economía para miles de familias que urgen ingresos, cierto, pero es preciso hacer entender que estamos en medio de una endemoniada pandemia que fácilmente se contagia y es muy letal, que ha cobrado muchas vidas y que no se va a detener, quizá hasta que todos nos metamos en casa.

Los daños económicos sin duda serán catastróficos, pero no hay peores números ni peor tragedia que la muerte y que las situaciones que pudiéramos tener aquí si colapsa el sector salud.

Los números de los últimos días son muy elevados y en caso de continuar, se tendrán que tomar nuevas medidas de contención, más drásticas…

Ojalá no ocurra.