Roberto Hernández Guerra

Desde luego que no todos los economistas son iguales, aunque habrá algunos que “son más iguales que otros” y se prestan a justificar las injusticias sociales con piruetas ideológicas. Ejemplo de ellos son los que defienden el modelo neoliberal de preeminencia de un “mercado”, que solo existe en su imaginación, por sobre un “estado” que regule la actividad productiva buscando elevar el nivel de bienestar.

Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823), que establecieron la economía como una ciencia autónoma, se preocuparon por el origen de la riqueza de las naciones y su distribución entre los que participan en su creación y consideraron que el valor de las mercancías estaba determinado por el  trabajo requerido para producirlas. Para ellos y para muchos otros que los siguieron, el trabajo era el origen del valor, aunque consideraron excepciones como es el caso de algunos bienes que no pueden reproducirse; ejemplo son  las obras de arte cuyo precio lo determina la escasez, pero que representan una parte muy pequeña del total de mercancías cambiadas diariamente en el mercado.

Estos economistas consideraron que los bienes tienen dos tipos de valor, el “de uso” que significa la capacidad de satisfacer una necesidad y el “de cambio” que es el poder de comprar otros bienes que su posesión transmite. Pero no dejaron de observar lo que llamaron “la paradoja del valor”, un hecho que parecía oponerse a los principios de la lógica pero que se explica en base a la clasificación que hicieron: Aunque el agua es más útil que los diamantes, estos tienen un precio más elevado en el mercado. Desde luego que  no previnieron la escasez de este líquido que se presenta ahora.

En la actualidad nos atrevemos a exhibir una nueva paradoja que empequeñece a la anterior y que es una muestra de la irracionalidad del sistema económico vigente. ¿Cómo es que los tenis rojo con blanco que empleó la estrella del baloncesto Michael Jordan en la temporada de 1984, se subastaron en cerca de 1.5 millones de dólares en Las Vegas? Y es que estos no han sido los que han alcanzado el mayor precio; los del rapero Kanye West se vendieron en 1.8 millones de dólares en abril del año pasado. Comparadas estas retribuciones con las que recibieron los médicos que arriesgaron su vida en la pandemia, causan estupor.

A aquellas manifestaciones de lo absurdo podemos añadir otras  remuneraciones a las que nos hemos acostumbrado y que vemos normales, tales como los elevados ingresos que reciben artistas y deportistas famosos, al igual que los que reciben los especuladores de Wall Street y que no tienen relación con el esfuerzo físico y mental que despliegan.  Como es fácil deducir, no es el trabajo el que determina el precio de mercado de estos productos y servicios. La respuesta la dieron quienes establecieron una tesis diferente a la del valor-trabajo, una teoría subjetivista que considera que el valor de un bien no tiene relación con sus propiedades, sino con las actitudes y opiniones de las personas hacia dicho bien.

¿Y cuál es la relación que podemos hallar entre don Agustín Carstens y los zapatos de Michael Jordan? Quizás  poca, quizás tangencial, el hecho de que nuestro afamado director del “Banco Internacional de Pagos”, como buen economista subjetivista, ha de justificar aquellos desorbitados precios atribuyendo la creación de su valor al deseo de los consumidores y no al trabajo. Esto se trasluce en su opinión de que “el crecimiento salarial ya está en una trayectoria ascendente en algunos países..” por lo que las luces de alarma sobre la inflación se encienden en rojo. Y al no ser el trabajo el creador de la riqueza, por deducción queda “el capital” como el elemento central del proceso económico, al que se le deben proteger sus ganancias evitando el incremento del ingreso de los trabajadores o subiendo los precios. Y bien que fue congruente con su pensamiento cuando fue Secretario de Hacienda de nuestro país.